La crónica del FC Cartagena-Cádiz CF (1-2) de Vera Luque: Más que ayer pero menos que mañana

En su crónica del choque el autor, destaca la figura de Chris Ramos como el jugador clave del Cádiz con un 87,5 por ciento de participación en los goles del equipo

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Chris Ramos celebra su segundo gol contra el Cartagena. Foto: Cádiz CF.

Tampoco pasaría nada si en las clasificaciones que publican los periódicos, las televisiones, el teletexto,etc…en la posición número diez, entre Albacete y Eldense, en lugar de poner Cádiz C.F, pusieran Chris Ramos. No es que estemos ante un caso de maradonitis, dícese de esa situación en la que un sólo fubolista hace ganar el partido a los diez restantes, pero casi.

El porcentaje de intervenciones de Chris en los goles de su equipo aumenta a medida que avanza la temporada, y ya son siete de ocho, que traducido resulta un 87,5 por ciento. Sólo el gol del empate de Paquito frente al Tenerife pilló a Chris cogiendo perlas. El resto, o penalties provocados, o directamente del pie (o del coco) de Chris a la red contraria.

Incuestionable la presencia del largo en el once inicial, así tuviéramos en el banquillo a Romario con 25 años. Los números cantan y se chivan del momento de inspiración y sobre todo, del pejiguereo constante del delantero gaditano. Pregunten a Jorge Moreno, defensa cartagenero del mismo nombre que aquel concejal omnipresente, al cual Chris ayer le buscó una ruina.

Chris Ramos se ha convertido en el alma del Cádiz C.F., participando en el 87,5% de los goles del equipo esta temporada

Primer gol mitad carterista, mitad inasequible al desaliento… y segundo gol alley oop de inspiración baloncestera tras asistencia perfecta de Alejo, elevándose frente al defensa que te decía como si la gravedad no fuera con él, aprovechando sus dotes de atacante trinquete cuya estatura está por encima de la media de los centrales de la categoría. Gloria. Que siga la racha parfavá.

Por otro lado, y hablando ya del equipo en global, por fin el tiempo de conexión durante el partido superó al tiempo de desconexión. Si con el Zaragoza los nuestros estuvieron enchufados al partido durante un total de cero minutos, que luego fueron veinte últimos ante el Tenerife, con el Castellón fue medio tiempo, y con el Ferrol la primera media horita… ayer logramos estar concentrados en el partido casi la primera parte entera y cuarto y octavo bien despachao de la segunda.

Poquito a poco vamos disminuyendo el déficit de atención, y el minutaje invertido en estar dentro del partido aumenta. Incluso en los cartelitos se nos dice que la posesión de la pelota es más nuestra que de ellos, dato que tampoco es entusiasmante como para empezar a vallar la fuente de Puertas de Tierra, pero que nos resulta hasta conmovedor después de tanto y tanto tiempo corriendo detrás de la pelota mientras el rival la magrea de esquina a esquina del campo. Eso sí. Como te digo una co, te digo la o. Cuidado con ese momento en el que nos salimos del partido, y en lugar de estar pendiente de lo que hay que estar, nos ponemos a mirar embobados el clásico revolotear de una mosca errante a nuestro alrededor.

Juanito Marchante, en su pluscuamperfecta eficacia, no cayó en el día de ayer a preparar dos o tres termos de café cargado para el descanso. Se sabe que un dominguito de ese sol que inaugura el otoño a las cinco de la tarde, es una invitación al siestazo y a babear el cojín del sofá, pero no creía yo que fuera así hasta el punto de echar la cabezaíta en el banco del vestuario.

De hecho, el Cádiz salió al campo bostezando, cosa que los de Cartagena no. Por eso se vio venir el empate, que pudo ser peor si el VAR no llega a estar fino en el penalti que San Emeterio generó de manera tan desafortunada como torpona, o en ese otro conflicto aéreo entre Ortuño y David Gil, que nos hizo recordar a más de uno aquel absurdisísimo e indignante penalty que le pitaron a Conan en Mallorca hace un par de añitos.

Gracias a que tuvimos la suerte de tener enfrente al equipo más inocentón que nos hemos encontrado hasta ahora, no fuimos vacunados en ese ratito de caraja. Las parafernalias de las luces de navidad cada vez se ponen antes. Pero los polvorones, por favor, no hace falta que lleguen tan pronto, please.

Torrijazos aparte, quedémonos con que avanzamos. Se empieza a deslumbrar cierto armamento de medio del campo para arriba que, en los días de inspiración, estará bastante por encima de la media de la categoría. En Ontiveros podemos haber encontrado el mejor lanzador a balón parado al servicio de los rematadores. desde los gloriosos tiempos de Manolo Pérez, lo que permite cierto repertorio de jugadas ensayadas, algunas de las cuales se intentaron ayer sin éxito. Ya saldrán. No preocuparse.

Kouamé no sólo juega ya, sino que en la typical fotito del vestuario tras las victorias, sale con una sonrisa de oreja a oreja e integrado en el cachondeati general. Escarda, eso sí, la ausencia de Fali pero vamos a creernos de momento la versión oficial. No es cuestión de tirar cohetes, pero la mejoría es constante, aunque no se perciba de un día para otro. Como el que hace dieta, si nos miramos al espejo de una jornada a otra, el resultado satisfactorio no es tan perceptible, como si nos comparamos con respecto al día del Zaragoza o al del Levante, con la presencia milagrosa de David Gil en cuatro o cinco duelos individuales contra los delanteros…¿Se acuerdan?

Parece que hemos logrado esquivar esa deriva peligrosa que parecía tomar el equipo, y parece disiparse el miedo a esa hipotética campaña desastrosa que desembocara en hecatombe gorda. Otra cosa es que cuando esta progresiva adaptación llegue a su plenitud, hayamos perdido distancia con respecto a otros equipos, obligándonos a ir el resto del año a contrapelo. Se verá. Por lo pronto, acabemos septiembre ganando en casa para que Koaumé siga enseñando sonrisa Profiden en las fotos. Y nosotros también.