Lo que Cádiz debe a “la Guapa de los churros” y por qué la llamaban así

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CÁDIZ DIRECTO / Manuel Devesa.- Probablemente si nos preguntasen por una de las escenas más típicas del día a día de nuestra ciudad, entre ellas estaría la de la larga cola de personas que aguardan pacientemente dispuestas a disfrutar de los famosos churros de la plaza. Parece que entre 1893 y 1894 se fundan los famosos puestos. Aunque no será hasta entrado los años 30 cuando disfruten verdaderamente de la fama.

Cuando en 1945 y en ese escenario tan inolvidable como irrepetible que fue el Cortijo de los Rosales, Carmen Pecci asiste a su bautizo como guapa oficial a través de un concurso de mantones de manila, jamás pudo imaginar que ese apelativo la acompañaría no solo hasta el final de sus días si no que se quedase eternamente hasta convertirse en uno de los rincones más castizos de toda la ciudad.

Nacida en San Fernando en 1900, Carmen la guapa también sabe deleitar a los gaditanos con sus famosas tortillas de camarones a través de su puesto en la plaza de abastos a la que llega allá por 1933. No solo le debemos el inconfundible sabor de sus churros y tortillas si no también la higiene de la que hoy disfrutamos en sus puestos. Fue ella la que impuso el gorro y el traje blanco a los trabajadores y la que crea la figura de cobradora para que no fuese la misma que tocaba los churros. Y es que pese a que la mujer estaba predestinada por entonces solo a las labores de su casa, Carmen no solo supo hacerse con un nombre gracias a su habilidad en los fogones sino que también ocupó la jefatura del Sindicato del sector de las freidurías de masa frita.

Cuando el hambre hace estragos tras la Guerra Civil en Cádiz como en media España, lejos de renunciar a sus tortillas de camarones ante la falta de trigo, Carmen propone hacerlas con habas molidas, cebolla y perejil. Y no solo le funciona sino que visto el éxito, muchas de las churrerías decididas a cerrar, no lo hacen evitando que el desastre en la ciudad sea mayor.

La de Carmen es la historia de la superación, del coraje y la lucha. A partir de 1955 con el coro «Los Marcianos», las letras de Carnaval comienzan a nombrarla. Desde ahí, hemos perdido la cuenta de las referencias que se han hecho hasta la actualidad. Tras su jubilación en 1973, Carmen deja su puesto a Ambrosio Luna, uno de sus trabajadores y es su hijo José Antonio quien actualmente lo regenta esperamos por muchos años más.