Rellenos que cambiaron Cádiz: la transformación de la Zona Franca

Cómo los rellenos cambiaron la fisonomía de la Bahía de Cádiz y marcaron su futuro económico

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Imagen actual de la Zona Franca de Cádiz.

La historia de la Zona Franca de Cádiz tiene algunos capítulos fascinantes que conviene refrescar de vez en cuando en la memoria colectiva de la ciudad. Como los proyectos que le llevaron a ganarle terreno al mar para consolidar su espacio.

Fue un proyecto de gran calado que cambió la fisonomía de la Bahía de Cádiz y que, aunque evidente en sus resultados hoy en día, sigue siendo desconocido para muchas personas. Tanto lo que se hizo como que esos terrenos no existían hace poco más de medio siglo.

El 11 de junio de 1929, el rey Alfonso XIII firmó el decreto que daba vida a la Zona Franca de Cádiz, un proyecto que desde sus inicios estaba evidentemente ligado al mar. Este espacio no solo surgió como una solución para el comercio, sino también como una estrategia para impulsar la economía en la ciudad, históricamente ligada a esos dos pilares: el comercio y el mar. Sin embargo, su ubicación en la bahía implicaba una limitación física que pronto impulsaría un proceso de expansión literal: ganar terreno al agua.

Ya en 1933, con el Acta de Deslinde, se marcaban los límites que abarcarían desde la zona de La Cortadura hasta el muelle de Puntales, áreas donde el mar dominaba el paisaje. Fue entonces cuando comenzaron a proyectarse las primeras ideas para transformar la bahía, aprovechando la tecnología de la época y la experiencia adquirida en otros proyectos marítimos.

El verdadero impulso al proyecto llegó en 1948 con la incorporación de José Ochoa Benjumea, un ingeniero visionario que diseñó el Proyecto de Ordenación General del Puerto Franco de Cádiz. Ochoa, consciente de las dificultades que suponía la conservación y construcción de puertos, apostó por el uso de dragados y rellenos para crear nuevos terrenos para el desarrollo futuro de la Zona Franca gaditana. Su planteamiento era pragmático: emplear materiales dragados para levantar diques y escolleras, transformando esta zona de la bahía en un espacio más operativo para una entidad como el recinto fiscal.

A pesar del entusiasmo inicial, el proyecto tuvo que afrontar enormes retos. Entre ellos, el hundimiento de la draga La Plata en 1950, un momento crítico que paralizó los trabajos durante cinco meses, evidenciando las dificultades de trabajar en un entorno natural tan dinámico. No obstante, estas contrariedades no detuvieron a Ochoa ni al equipo técnico, que continuaron con la construcción de muros de hormigón y otras infraestructuras esenciales.

En este timeline se presentan algunos de los eventos clave en la evolución de los rellenos, desde la creación del recinto en 1929 hasta su consolidación moderna de manera muy visual.

La transformación de Cádiz: de mar a tierra firme

Entre las décadas de 1950 y 1960, los avances en los rellenos comenzaron a notarse de manera palpable. Según datos de la época, se llegaron a ganar cerca de 600.000 metros cuadrados al mar, un logro impresionante que permitió la creación del muelle de Poniente en el año 1953. Este evento marcó un antes y un después para la Zona Franca, ya que permitió que barcos como el destructor Churruca y el mercante Atlantic Victory pudiesen atracar en las instalaciones. En este gráfico se puede apreciar este crecimiento. Mueve el punto central para comprobar la diferencia.

El proceso de urbanización no se limitó a la creación de muelles; también implicó la construcción de carreteras y la explotación de canteras como la de El Berrueco, en Medina Sidonia. Se plantearon incluso soluciones innovadoras, como la construcción de un teleférico para transportar materiales, aunque este proyecto nunca llegó a completarse. El impacto de estas obras no solo se tradujo en un aumento de la superficie operativa, sino en una transformación total del paisaje marítimo gaditano.

Hoy, la Zona Franca de Cádiz es mucho más que un espacio de actividad económica; es un reflejo de la capacidad de adaptación y de la visión estratégica que ha caracterizado a la ciudad a lo largo de su historia. Sin embargo, el proceso que llevó a su consolidación sigue siendo desconocido para gran parte de Cádiz, cuya gente camina sobre terrenos que hace no mucho tiempo eran parte de la bahía.

En un recorrido por la memoria, podemos encontrar imágenes, documentos y relatos que nos recuerdan cómo Cádiz ha sido capaz de reinventarse, adaptándose a los desafíos de cada época. Los rellenos, realizados con una combinación de ingenio técnico y esfuerzo humano, son un testimonio de la audacia de una ciudad que nunca dejó de mirar al mar, incluso cuando lo transformaba en tierra firme.

El siguiente gráfico muestra este crecimiento progresivo de la Zona Franca, con estas etapas de expansión y su impacto en la transformación de la bahía gaditana y en el desarrollo económico de la zona.

El reto de la Economía Azul

La apuesta por los rellenos y la expansión territorial no solo cambió el mapa de Cádiz, sino que sentó las bases para el desarrollo de proyectos que aún hoy están en marcha. Desde la creación del polígono exterior hasta los recientes avances en economía azul, la Zona Franca ha demostrado ser un modelo de modernización. Iniciativas como Incubazul subrayan la capacidad de Cádiz para combinar tradición marítima y sostenibilidad, aprovechando su privilegiada ubicación para atraer innovación y nuevas oportunidades económicas.

Además, el recinto fiscal ha emprendido un firme compromiso con la modernización industrial bajo el paradigma de la Industria 4.0, adaptándose a los nuevos retos del siglo XXI. Este modelo promueve la digitalización de procesos, el uso eficiente de recursos y una apuesta decidida por la sostenibilidad. En línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la Zona Franca avanza en proyectos centrados en la descarbonización y las energías renovables, consolidándose como un referente en innovación y responsabilidad medioambiental.

En definitiva, la historia de los rellenos en la Zona Franca de Cádiz es un recordatorio del ingenio y esfuerzo colectivo que han permitido a la ciudad adaptarse a los desafíos del tiempo. Este capítulo, aunque poco conocido, merece ser reivindicado como una de las grandes epopeyas de la ingeniería y la economía gaditana, un ejemplo de cómo la transformación del paisaje puede estar al servicio de una visión más ambiciosa para el futuro.