Quién se iba a imaginar que el tangazo emitido en vivo y en directo la mañana del 22 de diciembre, cuando la chiquilla de San Ildefonso cantó un Gordo que no era, iba a ser superado horas más tardes en Almería.
Si Garitano no lleva tres victorias en tres partidos es por culpa de una doble negligencia.
La primera, la de un futbolista de su equipo, cuando el jueves comprobó la calidad y la capacidad de estiramiento del material del cual está confeccionada la camiseta del Burgos, provocando un penalty pregonado a los cuatro vientos gracias al despliegue de cámaras que ya, hoy en día, se dan en, mínimo, cuarenta y dos estadios de la España futbolera, o sea, en los de los clubes de Primera y Segunda. El ojo artificial fue más fiable que el ojo del árbitro y penalty, tan justo como torpe.
La segunda negligencia fue este domingo, mucho más grave, y fue cargo del equipo de arbitraje al completo, incluyendo los que se disfrazan de árbitro para ver el partido en un cuartito lleno de televisores en Madrid. En esta ocasión de nada sirvió el susodicho maremagnum de tecnología, porque vete a saber por qué, le dieron más fiabilidad al ojo del árbitro, quién sabe si provisto de lentilla o no.
A lo largo del resto del día, circuló por esas redes sociales de dios la clara imagen del balonazo en el coco de Alex Fernández, estropeando aún más el domingo del cadista más acérrimo, domingo que no lo arreglaba ya ni un salpicón de cien pavitos de pedrea. El VAR, aparato concebido para corregir errores arbitrales, volvió a permitir con nocturnidad y alevosía, que un árbitro se equivocara, lo que deriva en una supuesta prevaricación de manual.
O sea, que las cartas marcadas, de haberlas, ya estaban repartidas para el otro equipo. Eso, y que el árbitro no había por donde cogerlo. Que también.
De nada sirven las carísimas cámaras y el costoso montaje de cables, enchufes y manivelas que cada domingo se montan y se desmontan en los campos de fútbol patrios. Al final la decisión es humana, y basta una jugada que pueda permitir una mínima duda, para que el veredicto arbitral se orine en lo alto de la evidencia capturada en las cámaras que te dije. Qué casualidad que a nosotros nos toca esa bolicha siempre (recuerden en Primera un gol del Elche en el Nuevo Mirandilla, el cual también pilló al VAR cogiendo perlas), aunque lo mismo esta vez, que seamos los damnificados puede que sea más una casualidad, un “pasaba por allí”. O sea, que las cartas marcadas, de haberlas, ya estaban repartidas para el otro equipo. Eso, y que el árbitro no había por donde cogerlo. Que también.
El orden defensivo hacía una parte del trabajo, y la otra la ejecutaban dos o tres tíos corriendo al contragolpe como pilotos suicidas
Una pena, al fin y al cabo. Porque el encuentro a la luz de la luna bajo el típico lema de “La bosa o la vida” eclipsó el partido que hizo el Cádiz. A más de uno nos llegó el recuerdo de ese Cádiz de la era cerveriana, en el que el orden defensivo hacía una parte del trabajo, y la otra la ejecutaban dos o tres tíos corriendo al contragolpe como pilotos suicidas. Recuerden aquellas telarañas frente a Cifuentes primero, a Conan después, y esos equipos rivales en posesión de una pelota que se negaban a rifar, acojonados por la posibilidad de un robo fugaz del entramado amarillo que terminara en un contraataque letal.
Este domingo hubo recuerdos de aquel Cádiz, y en momentos el tributo a tan práctico y sencillo planteamiento trajo imágenes del pasado más feliz. De hecho, quizás haya sido la actuación que más puede recordar a una hazaña con tintes épicos en lo que va de temporada. En el campo del líder, con uno menos, aguantando los envites del rival y del que lleva el pito colgado. Y lograr un punto que tiene más de importancia por el cómo, que por el qué.
Con todo y con eso, terminamos la primera vuelta al filo del barranco, y con una media de puntos peligrosa
De momento Garitano mi rosito temprano, ha entrado sabiendo la plantilla que tiene entre manos, y se centra en poner a cada gachón en donde tiene que jugar. Usar bien las herramientas humanas, que ya es un buen principio, lo cual nos lleva a encajar sólo de penalty, que viniendo de la sensación de colaero en la que estábamos, no es poco. Con todo y con eso, terminamos la primera vuelta al filo del barranco, y con una media de puntos peligrosa. El vasco puede ser el bálsamo que nos lleve a una cierta tranquilidad cuando llegue la primavera, si la curva continua en suave línea ascendente como parece.
Parón navideño superlativo. La próxima vez que veamos a los nuestros jugar será sin Ontiveros, (esperemos que la báscula de casa no se le quede sin pilas),y con chiquillos cantando ya disfrazados en las tablas del Falla. Tela. Hasta entonces, se entiende que habrá movimientos en el plantel. Y por lo que parece, la carta a los Reyes va a ser cortita.
Quizás se nos una un Luis Hernández, del cual se echa de menos ese poderío de tren superior en los saques de banda, capaz de poner en órbita al Sputnik si hiciera falta. Es más, se vislumbran más salidas que entradas, más cenas de despedida que fiestas de bienvenida. Durante estos días de alumbrados sofocantes y mares de peña cargada de bolsas, estaremos pendientes al mercado, siempre con la esperanza de que aparezcan soluciones, que no parches.
El irnos de vacaciones con la flechita tendiendo a ponerse mirando para arriba puede resultar un obstáculo para los fichajes, por aquel efecto embustero de que la papeleta ya se está resolviendo. Vamonó, vamonó que esto va sonando mejón, hasta que se desafinen dos o tres instrumentos, y entonces a ver el fondo de armario. Por eso, alegría moderada señores, que esta noche es nochebuena y mañana ya veremos.