Si alguien te hubiera dicho hace unos meses que los bajos del Balneario de la Palma y del Real, ese emblema arquitectónico de la playa de La Caleta y de Cádiz, acabarían pintados de rosa y azul pastel, seguramente habrías pensado que era una broma. Pero no. La realidad siempre supera la ficción.
Y es que ahora este histórico edificio y una de las imágenes más icónicas y reconocibles de Cádiz ha aaparecido con columnas en tonos pastel. Según la Junta de Andalucía, es un acto vandálico, pero parecen demasiadas columnas y muy bien pintadas para que cuadre.
Enun primer momento, al ver los bajos del Balneario in situ, lo que parecía era una serie de pruebas con distintos tonos de pintura en las mismas columnas y elementos de la base. Nada que se asemeje al típico vandalismo apresurado de una pintada espontánea.
En segundo lugar, resulta llamativo que el supuesto acto vandálico haya afectado a tantas columnas. Normalmente, cuando alguien decide decorar un monumento sin permiso, lo hace con un par de brochazos, una firma o algún símbolo aleatorio. Aquí, en cambio, hay más de una decena de columnas con una capa de pintura bien aplicada. ¿Un vándalo con visión artística o algo más?
Pero lo que más cuesta creer es el factor tiempo. Pintar una quincena de columnas en un lugar tan transitado como La Caleta no es precisamente un trabajo rápido. Sin embargo, la Junta es un acto vandálico que se ha denunciado a posteriori. Es decir, que parece que nadie vuo nada. Curioso, teniendo en cuenta que este mismo organismo mantiene vigilancia constante en la zona para evitar que personas sin hogar se refugien bajo el Balneario. ¿Para eso hay control, pero para un equipo fantasma de pintores clandestinos, no?
Lo cierto es que todo parece más que se realizaron pruebas de pinturas y tono y algo no salió como se esperaba (quizás la falta de permiso o el temor a la reacción pública), y se decidió dar marcha atrás. Pero la versión oficial sigue siendo la del vandalismo, aunque suene poco convincente.
De “impacto visual“ a impacto pastel
Y si la explicación no fuera ya lo suficientemente confusa, hay que recordar que esta es la misma administración que, hace no tanto, obligó a repintar de gris el carril bici del casco histórico porque el verde habitual “tenía un gran impacto visual en los monumentos“. Pero ahora, en un Bien de Interés Cultural, el problema no parece ser el color, sino unos misteriosos vándalos con buen gusto.
Lo que hasta ahora parecía intocable en términos estéticos se ha visto envuelto en una explosión de color, aunque sea efímera. La imagen de un Balneario en tonos pastel sigue generando preguntas, pero la Junta no parece dispuesta a dar más explicaciones. Ni sobre cómo se permitió este supuesto «vandalismo», ni sobre por qué las pinturas se parecen más a pruebas técnicas que a una gamberrada.
Un verano vallado para una obra que nunca llegaba
Y este no es el único episodio peculiar en la historia reciente de los bajos del Balneario. Durante todo el verano pasado, la zona estuvo vallada para una obra que, según los planes iniciales, debía comenzar en junio. Pero el verano pasó, la gente seguía yendo a La Caleta con su tortilla y su nevera, y lo único que avanzaba era la cantidad de fotos con la valla de fondo.
Finalmente, la obra arrancó en octubre, cuando ya nadie esperaba movimiento alguno y el viento gaditano había tenido tiempo de forjar un lazo sentimental con la estructura metálica. Ahora, meses después, vemos el resultado de esos trabajos: una intervención que, además de la mejora del edificio, ha incluido este inesperado episodio cromático.
Todas las vidas del Balneario
Para entender lo llamativo de esta transformación, hay que recordar que el Balneario de la Palma y del Real no es un edificio cualquiera. Construido en 1926 sobre los restos de antiguos baños públicos, este espacio ha sido testigo de la historia gaditana en todas sus formas.
En sus primeros años, era un lugar exclusivo, donde la élite gaditana podía darse baños de mar sin exponerse demasiado al sol ni mezclarse con la plebe. Sin embargo, con el tiempo, el edificio fue adoptando usos muy distintos. Durante la Guerra Civil y la posguerra, se convirtió en hospital de campaña y refugio para la población más necesitada. Posteriormente, albergó la Escuela Náutica y, más tarde, la Escuela de Hostelería.
A finales de los 70 y los 80 vivió su peor época, con abandono y con el riesgo de que se viniera abajo. Fueron años en los que se convirtió en un punto de consumo de drogas y refugio de personas sin hogar. Apenas era utilizado por los gaditanos y gaditanas en verano para lanzarse al agua cuando la marea subía. Porque sí, en esa época el mar llegaba lo suficientemente alto como para que se pudiera saltar desde los brazos del Balneario.
Desde 1990, el Balneario es la sede del Centro de Arqueología Subacuática (CAS) de Andalucía, una institución dedicada a investigar y proteger el inmenso patrimonio sumergido de la Bahía de Cádiz. Un edificio con un legado tan imponente que hasta el mismísimo James Bond se cruzó en su camino.
Halle Berry, Bond… y ahora rosa y azul pastel
Si hay una imagen del Balneario que ha quedado grabada en la memoria del gran público, es la escena de Muere Otro Día (2002), donde Halle Berry emerge del agua con su mítico bikini naranja. Aquel momento cinematográfico situó a La Caleta y su Balneario en el mapa del cine internacional, convirtiéndolos en un icono.
Pocos habrían imaginado que, dos décadas después, este mismo escenario se vestiría de tonos pastel, en una historia que ha pasado de la gran pantalla al surrealismo administrativo.
¿Fue un acto vandálico o una intervención frustrada? ¿Se trataba de pruebas de pintura que alguien prefirió no admitir? ¿O simplemente un caso de improvisación que salió mal? Desde la Junta han cerrado el caso con la versión oficial, pero sin resolver las dudas evidentes que deja la escena. Lo único seguro es que Cádiz nunca deja de sorprender, y que el Balneario, con esta inesperada historia, lo ha vuelto a demostrar una vez más.