Como cada año, el polémico viaje organizado por una agencia de viajes de Granada regresa puntual al Carnaval de Cádiz, convirtiéndose nuevamente en objeto de críticas. Se lanzan campañas, se hacen coplas… pero parece que ese otro Carnaval, que no es el de las agrupaciones y las coplas, sigue vigente y pujante.
Este año, este viaje, que incluye un “todo incluido“ de alcohol, preservativos y un jamón como premio al mejor disfraz, vuelve a apostar más por el descontrol que por una invitación a disfrutar del verdadero espíritu de la fiesta gaditana. Lo que seguro que consigue con esta polémica es más promoción.
En el extenso pack ofrecido, como adelanta Diario de Cádiz, no falta detalle: tinto de verano ilimitado, una botella de alcohol por cada grupo de diez personas y preservativos “felices“, algo, lo de ofrecer preservativo, que parece ser tan optimista como responsable con la prevención. Como novedad, este año han decidido estirarse un poco más y añadir un incentivo que roza lo absurdo: el sorteo de una pata de jamón al mejor disfraz.
Una oferta y una promoción que no son nuevas en estas fechas, pero que siguen provocando indignación entre los amantes del Carnaval centrado en las coplas. Un hecho, el de los viajes, que incluso sirvió de base, por ejemplo, para uno de los pasodobles más recordados de Juan Carlos Aragón, que lo cantó con Los Millonarios en 2015:
Todo organizado: alcohol y más alcohol
Detrás de esta oferta se encuentra una agencia de viajes de Granada, conocida por especializarse en este tipo de eventos. Este año, a diferencia de otros, han preparado una excursión al Carnaval de Cádiz para el segundo sábado de esta festividad, que este año caerá el 8 de marzo. Normalmente lo hacían para el primer fin de semana. No se sabe si es porque el primero ya parece muy masificado o por el hecho de que al estar cerca la festividad del Día de Andalucía (el día antes, el viernes de final), ha optado por hacerlo el segundo fin de semana.
Las salidas este año vuelven a estar programadas desde diversas capitales de provincia andaluzas, incluyendo Almería, Córdoba, Granada, Jaén, Málaga y Sevilla, lo que asegura que un gran número de jóvenes procedentes de distintos puntos de Andalucía invadan las calles de Cádiz.
El plan es simple y directo: autobuses con servicio de ida y vuelta que salen temprano por la mañana y regresan de madrugada, a eso de las seis de la mañana. Durante el trayecto, el ambiente ya comienza a caldearse, ya que los organizadores se aseguran de mantener la fiesta viva desde que los pasajeros ponen un pie en el autobús. Entre las ofertas incluidas, el “todo incluido“ no escatima en detalles: tinto de verano ilimitado, una botella de alcohol duro para cada grupo de diez personas, preservativos con el calificativo de “felices“, camisetas carnavaleras y, como guinda, el ya mencionado sorteo de una pata de jamón.
Además, los autobuses cuentan con monitores que, lejos de velar por un trayecto tranquilo, se encargan de animar a los pasajeros con música a todo volumen y un ambiente desenfadado que roza lo caótico. Una vez en Cádiz, los jóvenes se concentran mayoritariamente en la Plaza de la Catedral, punto neurálgico del Carnaval y donde el botellón adquiere proporciones masivas.
El contraste entre dos realidades del Carnaval
Este tipo de turismo no deja de ser un reflejo del choque entre dos formas de entender el Carnaval. Por un lado, están los visitantes que llegan a Cádiz para disfrutar de la esencia de la fiesta, escuchar las coplas en la calle, disfrutar de los pasodobles de las agrupaciones y empaparse del ambiente cultural único que el Carnaval ofrece. Por otro, están los que ven esta festividad como una oportunidad para el descontrol absoluto, y es aquí donde estos viajes organizados juegan un papel crucial.
La convivencia entre estos dos públicos se vuelve cada vez más difícil. Los gaditanos y los visitantes que buscan vivir el verdadero espíritu del Carnaval a menudo se encuentran molestos por el ambiente generado por el turismo del botellón. La masificación de las calles, el ruido y los excesos crean un clima enrarecido que empaña la celebración. Este fenómeno no es nuevo, pero sigue siendo motivo de polémica año tras año.
En el Carnaval de 2024, los partidos de la oposición municipal ya sacaron el tema a debate, denunciando los efectos negativos del turismo alcohólico. Señalaron cómo esta práctica no solo afecta la imagen de la ciudad, sino que también genera problemas de seguridad y convivencia en una fiesta que debería ser un espacio de alegría y cultura. Sin embargo, poco o nada se ha hecho para limitar estas prácticas, y este tipo de viajes organizados sigue campando a sus anchas.
¿Un problema sin solución?
El debate sobre el botellón en el Carnaval de Cádiz lleva décadas abierto. Es una situación que parece estar enquistada y a la que, de momento, no se le vislumbra una solución clara. Cada año surgen propuestas para tratar de minimizar el impacto del turismo de botellón en la fiesta. El año pasado, la imagen de la Plaza de la Catedral repleta de personas haciendo botellón reabrió con más contundencia este debate, cuya solución parece compleja.
Los organizadores de estos viajes, por su parte, no parecen tener intención de replantear sus ofertas. Al contrario, cada año buscan formas más “creativas“ de captar a los jóvenes, como demuestra la inclusión de la pata de jamón en el paquete de este año. Para ellos, el negocio está garantizado, ya que las plazas se agotan rápidamente y los beneficios son considerables.
Mientras tanto, los gaditanos se resignan a convivir con esta realidad durante los días más esperados del año. Aunque algunos lo ven con humor o resignación, muchos consideran que el Carnaval merece algo mejor. Como decía Juan Carlos Aragón en su pasodoble, Cádiz no es simplemente un lugar para emborracharse, sino un espacio sagrado donde las coplas y las agrupaciones son las verdaderas protagonistas.