El mundo del misterio tiene vertientes insospechadas y en el lugar menos esperado puedes encontrarte, cara a cara, con lo imposible. Es lo que sucede en el parador de Mérida.
A decir de los testigos allí de manifiesta un espectro muy especial, se trata del fantasma de un niño que llora y que causa pavor entre aquellos que lo escuchan o lo ven…
Si tiene la oportunidad de alojarse en este incomparable parador y quiere vivir el misterio en primera persona le recomiendo dos habitaciones, la número 111 y la número 205, son las que reúnen un mayor número de fenómenos inexplicables.
El fantasma de Manolito
Pero, vayamos por partes, los testimonios de hechos increíbles sucedidos en su interior nos debe llevar primero a la habitación 205 donde una persona del servicio de habitaciones afirmó que, mientras hacía una cama, algo, unas manos invisibles, abrieron el embozo de la cama recién hecha por ella momentos antes, además las luces tienen un extraño comportamiento, se encienden y se apagan solas, a voluntad, al igual que puertas o ventanas de la misma.
Quizás, por familiaridad o para quitarse el miedo, las camareras de piso han bautizado al fantasma con el nombre de Manolito convencidas que en las habitaciones mora el alma de un niño y que los fenómenos vividos se debe a los juegos de apagar luces, deshacer camas o abrir muebles, aunque lo que más le convencen de ello son los llantos que se escuchan y que no pertenecen a ningún gato (como se ha llegado a decir) o a niño pues en muchas ocasiones se escuchan cuando no hay niños alojados en el parador.
Una de las testigos más impactadas por esta aparición es Helen Martin, esposa del director del Parador, que vive en el segundo piso del edificio y que manifestó como sus hijos han escuchado el llanto de Manolito o, en casos extremos, el menor de los niños lo ha podido ver diciendo de él que es un «nene» húmedo de manos gélidas y mirada triste.
La gobernanta del parador pudo ver al niño en una de las puertas de un comedor, apenas fueron unos segundo pero lo suficiente como para dejarla «petrificada». Ella misma describía al niño fantasma como “con peinado a tazón, camisa blanca y una especie de chaleco negro”.
Tras el parador hay toda una Historia en la que ha tenido diferentes funciones: convento, hospital, albergue, cuartel de Falange en la Guerra Civil (con lo que ello implica)… Con una profunda huella psíquica y, tal vez, paranormal.