Cádiz es una ciudad cuna de muchas historias y leyendas, esos relatos de «nadie» que dan una pincelada del saber popular, que siempre deja una moraleja o una lección, que nos enseña un buen camino o, simplemente, nos da que pensar.
En la ciudad nos encontramos con una de esas historias imposibles que la une al mar y a uno de sus hombres. Puerto de la Armada Española en su día fue un punto estratégico que creció enormemente con el Descubrimiento de América, buena muestra de ello son las edificaciones que encontramos y sus torres vigía que son un atractivo arquitectónico. En ese entorno tenemos que emplazar nuestra historia que tiene como protagonistas a un padre, su hija y la segunda esposa de éste.
Vivían en una casa grande de la ciudad, él era un viejo capitán de barco que solía pasar largas temporadas fuera de su hogar donde le esperaba su familia. El tiempo corría y la niña iba pasando a ser una mujer. Con ese afán siempre procuraba llevarle un regalo de cada puerto donde estaba y el elegido siempre era un espejo.
La leyenda
Aquella casa, en la parte antigua de Cádiz, en la zona de Alameda Apodaca y cerca del monumento a Comillas está ubicada, con sus tres plantas, exquisita arquitectura, interior sorprendente y una historia que es más sorprendente aún. Una casa remodelada que aguarda que alguien se atreva a dar vida a sus paredes con el peso que le da una leyenda y que se diga de ella que «está encantada».
Muchos de los que pasan cerca de ella recuerdan la misma, se la mira entre el respeto y el temor, algunos prefieren no dar pábulo a todo lo que se cuenta de ella y otros la miran con curiosidad, de querer entrar y vivir, casi por azar, algún tipo de fenómeno extraño. Su fachada verdosa incita a mirarla con la perspectiva de un lugar hermoso pero pasar horas en ella es algo que llena de temor e inquietud hasta al más osado.
La leyenda nos cuenta como el padre, cada vez que partía de casa y recorría el mundo, gustaba de llevar ese recuerdo tan especial a su hija; el hombre sentía veneración por aquella niña y al ser hija única la consentía. Al desembarcar en Cádiz tras un viaje siempre le llevaba un espejo que formaba ya parte de una extensa colección que, poco a poco, fue rellenando cada espacio de la casa, ella decía que era una muestra del amor de su padre y el reflejo le recordaba a él durante sus ausencias.
Pero la «madre» no veía aquella pasión con buenos ojos y a medida que la joven crecía y se hacía más hermosa los celos de la primera crecían cada vez más al punto de ver a la joven como una rival y comenzar a odiar cada cosa que hacia.
Pronto surgieron las peleas entre ambas y a hacerse más constantes, sobre todo cuando él no estaba. La situación llegó a un punto en el que pensó en eliminar a aquella joven que, para ella, era ya su rival directa. Cada vez que su esposo llegaba a casa y veía como colmaba de atenciones a la joven se «comía» por dentro y aprovechando uno de los viajes por ultramar, largo, colocó un potente veneno en la comida de la joven.
La chica enfermó y murió al poco tiempo sin que su padre se pudiera despedir de ella, cuando llegó a puerto y fue informado de la terrible noticia corrió a su casa donde su esposa, con falso dolor, le dijo que murió a causa de una inesperada enfermedad.
La verdad revelada
Pero una noche, mientras dormían, sintió el susurro de su hija, lo llamaba, resonó un «papá» eterno. El hombre, maltrecho en sus sentimientos, se levantó creyendo que había sido un sueño, una pesadilla. Quiso tomar agua y al pasar por la habitación que ocupara su hija «algo» lo incitó a entrar, el hombre,viendo todos aquellos espejos, todos aquellos recuerdos que con tanto amor llevó comenzó a llorar. Se levantó y miró el espejo que su hija tenía como favorito y mientras lo miraba vio una escena terrible: era a su esposa vertiendo el veneno en la comida de la joven, la realidad de lo sucedido se alejada mucho de la versión que le habían dado.
El marino vio como su esposa vertía el veneno para matar ratas y como lo tomaba la hija enfermando y sufriendo una larga agonía para regocijo de la asesina.
El hombre se dirigió al dormitorio donde obligó a su esposa a confesar la verdad, una verdad que acabaría con sus huesos en prisión. El hombre partió un día en su barco y jamás se supo más de él, desapareció y la casa, la «Casa de los Espejos» quedó abandonada dando lugar a una de las historias heterodoxas más conocidas de toda la provincia.
A lo largo delos años fueron muchos los que quisieron entrar en ella, buscar los espejos, descubrir sus fantasmas e hicieron que la leyenda se agrandara aún más. Dentro de esa misma leyenda se dice que quién entre en la casa y encuentre el espejo favorito de la niña, al observarlo, podrá ver escenas de otro tiempo o como una joven hermosa se refleja en él, es el rostro espectral de la envenenada que te llama desde el «más allá».
Son historias imposibles de Cádiz, leyendas eternas que nunca se olvidarán y que siempre cabalgarán entre la leyenda y la realidad.