Las muñecas siempre han tenido una especial relación con el mundo del misterio, de lo extraño, de lo paranormal. A todos se nos viene a la cabeza la terrorífica Annabelle, aquella muñeca de los Warren que era capaz de todo tipo de maldades. Pero también han sido compañeras de juego de muchas personas y encargadas de realizar muchos sueños en el mundo de los niños.
Hay una vieja fábrica de muñecas, abandonada, cuando se visita parece, en su exterior, una casa más, pero dentro esconde un enigma, un secreto que resulta sorprendente. Para conocerlo tenemos que viajar a la localidad valenciana de Segorbe, allí buscaremos un edificio del siglo XVIII que, antaño, fue un molino. Todo se ha adaptado y se dedicó a la fabricación de muñecas de porcelana, delicadas y finas, un enorme complejo que resulta sorprendente.
El edificio está abandonado, el acceso al horno tapiado y los escombros tan tomado todo el espacio. Cuando se logra penetrar en su interior resulta llamativo como aún se pueden encontrar los moldes con los que se fabricaban aquellas muñecas, hay estanterías llenas de estos y aún se distinguen, con claridad, las formas.
Son varias plantas las que aguardan al explorador con la advertencia que está todo en muy mal estado, aún así se puede acceder al sótano y otras galerías más abiertas donde el mudo recuerdo de los moldes de las muñecas sigue estando muy presente, allá donde se mire en todas estas estancias se pueden ver muchos de ellos que darían «vida» a cientos de muñecas diferentes.
Acceder al piso superior es complejo y peligroso, todo derruido y sólo la guardilla está en pie desde la que se puede ver la carretera principal.
Construcción
El edificio fue construido en el siglo XVIII por los religiosos de la Cartuja de Valldecrist siendo un uso como molino, para moler el cereal con el que luego hacer el pan. De aquella primera construcción ha sobrevivido el acueducto y la capilla, igualmente hay zonas en escombros de lo que fue, en siglos pasado, un almacén y una parte que se utilizó para confección de tejidos de lana por parte de los monjes.
En el siglo XIX fue vendido a particulares quedando ya como propiedad privada pero se cuenta que en la II República se asesinó allí a varias personas que tiraron a los pozos de exterior. Según relatos de habitantes de la zona habrían matado a monjes, algo sin confirmar. El edificio lo embargó la CNT y en la Guerra Civil se usó de puesto de vigilancia. La capilla fue profanada y usada, incluso, de gallinero o el referido puesto de vigilancia.
En la década de los 70 del pasado siglo XX pasó a ser propiedad de Ramón y Josefina Inglés que se dedicarían a la fabricación de finas muñecas de porcelana, ambos eran escultores y aquello resultaba de una belleza sin igual, tenían como competidor a la hoy famosa firma de «Lladró». Pero en 1997 muere Ramón y la fábrica cierra, había gastos y pérdidas y era difícil de mantener abierta por lo que el edificio quedó cerrado siendo comprado para crear una residencia para niños. La maldición parecía seguir a sus propietarios: el nuevo comprador muere y en ese momento las instalaciones queda abandonada para siempre. En el año 2016 se declara en ruinas que es como en la actualidad está.
Investigación
Sobre el lugar pesa -dice los más supersticiosos- una maldición por la cual cualquier propietario que compre el inmueble morirá al poco tiempo, quizás influenciado este tipo de comentarios por que los dos últimos no corrieron demasiada suerte tras poseer el inmueble.
Igualmente se dice que en el interior se han podido escuchar voces de ultratumba, sonidos extraños de los que podrían calificarse de parafonías. En una visita personal que realicé a este lugar pude captar dos psicofonías, una que decía «Agujero» y otra «Qué haces» que, sinceramente, tendría una correspondencia con nuestra presencia en el lugar, la primera por que buscábamos la entrada al sótano y la segunda por estar grabando y tratando de obtener psicofonías y era como si nos reprocharan nuestra acción.
La fábrica de muñecas tiene un enorme encantado y, puede, que sea un edificio encantado, tal vez el tiempo -si se lo permite- determinará lo que sucede en su interior.