El secreto de las curanderas y el curanderismo en Cádiz

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Cádiz es una tierra que siempre ha generado muchas historias populares y muchas informaciones de hechos inexplicables que pueden resultar incomprensibles y que, sin embargo, son de los que podemos encontrar en nuestra realidad más cercana.

Paquita «la Curandera»

No hace mucho tiempo un buen amigo de Cádiz me dijo: «¿Tú que sabes de las curanderas de la ciudad?» y la verdad es que siempre tuve en la cabeza la historia de Paquita, que vivía en la zona del barrio de La Viña que sólo sabían de su trabajo aquellos que desde su pueblo natal sabían de esa otra labor que realizaba y de la que decía que era muy buena.

A mí me hablaba mucho de ella mi padre que me decía que «con sólo verte sabía que te pasaba» y «te mandaba unas cataplasmas y unos emplastes y te curabas, a mi me curó de una culebrina cuando era un niño» me decía.

Mi padre, nacido en 1941, tiene muchos recuerdos de esa etapa de su vida y del contacto con tan inusuales personajes «pero en aquellos días era lo que había y muchas veces el médico no era tan accesible como ahora» me explicaba.

Encarnación «la Gitana»

Pero buscando en la historia de aquellos días me encuentro con otra curandera que vivía en el barrio de Santa María, se llamaba Encarnación y era de las que se dedicaba a la «sanación y el curanderismo». Era conocida popularmente como «La Gitana». Tenía el respeto de muchos vecinos y clientes, sabían de sus excelencias aunque, también, generaba dudas y desconfianza. Pero Encarnación era conocida por lo mismo que Paquita, era un mujer que solía hacer emplastes y pociones para solucionar los problemas de salud, o de amores, de las personas que hasta ella acudían y que los abarcaba todo, niños, adultos, ancianos. De entre los remedios que procuraba a sus clientes está el «polvo de albayalde», agua de pozo y el aceite de oliva y que, decían, que era muy efectivo para los niños.

En su debe se encuentra, igualmente, el que fue acusada de dar un veneno por lo que fue encarcelada. Ese veneno era a base de polvo de tiza, denticina y beleño, un veneno que sirvió para «eliminar» a un marido camuflando este compuesto en un elixir para el estómago que era el popular «Saiz de Carlos» en cuya receta se dice: «Lo recetan los médicos de las cinco partes del mundo porque quita el dolor de estómago, las acedías, la dispepsia, los vómitos, las diarreas en niños y adultos que, a veces, alternan con estreñimiento, la dilatación y úlcera del estómago, siendo utilísimo su uso para todas las molestias del estómago e intestinos».

Fina Alba

Igualmente encontramos a Pepi o Fina Alba, me habló de ella el divulgador Fede Padial, natural de la zona de La Línea de la Concepción y que también tenía fama de sanar a personas que estaban enfermas. Aunque vivía en la localidad sevillana de Utrera ella trabajaba la sanación en Cádiz, Pepi o Fina -como también se la llamaba- decía poder curar a distancia, de forma remota. Su método era por imposición de manos y el aceite de oliva. Muchas personas dijeron haber sido sanadas por ella y su don le llegó cuando con unos 17 años «un hombre moreno, muy velludo, nariz aguileña y la cara morada entró en su cuerpo, se decía que podría ser Dios puesto que a raíz de aquel suceso, tenía la facultad de hablar con el directamente» según contaba.

Eran curaciones que tenían una duración -en la práctica o ritual- muy corta y que tenía tipificadas en función de dolencias: tres días para todo lo que fueran articulaciones, cinco para la voz y problemas de garganta y nueve para temas «mayores». Igualmente no cobraba por su trabajo y sólo aceptaba la voluntad que se le quisiera dar. Más en la memoria se encuentra Nuria, curandera de Jerez que fue absuelta por la Justicia por una presunta estafa de un «trabajo» en el que cobró 18.000 euros en el que usó una vela y un vaso delante de una fotografía de un enfermo que padecía cáncer con metástasis y que, pese al ritual que le práctico -léase con ironía-, acabó muriendo.

Aunque fue condenada el Tribunal Supremo dijo que «la esperanza es humanamente entendida, pero la confianza en la magia no puede recabar la protección del derecho penal» dejando esto también al descubierto cómo funciona la mente humana ante la desesperación.

Es una breve historia de las curanderas de Cádiz, de aquellas que se tiene un mayor conocimiento allá donde, sin dudas, hubo muchas otras que desarrollaron esta labor en la capital y su provincia.