El secreto del grabado de Cádiz de 1567 de ‘Anton de La Viña’

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En el siglo XVI un dibujante belga llamado Anton van den Wyngaerde (o Anton de La Viña en Cádiz) nos dejó un grabado de la ciudad de Cádiz que, además de su importancia histórica en nuestros días, entraña un gran secreto hoy descubierto.

En el grabado podemos ver en las distintas ventanas y desniveles del terreno un mensaje oculto. Palabras escritas aprovechando los trazos de grafito quedando así escondidos para todo aquel que no supiera dónde mirar o no supiese ver. Pero ese secreto hoy ha quedado en parte desvelado. Las palabras y las frases han salido a la luz, tan solo queda descifrar que quería Antón de La Viña cuando decidió dejarnos este testimonio escrito en sus grabados.

¿Sería un mensaje oculto que desvelarse secretos inconfesables o sería simplemente notas o dedicatorias dentro del grabado que el autor quiso inmortaliza en el lienzo? Cualquiera que fuera su intención en este grabado, lo que sí está claro es que el autor quería dejar constancia de algo.

Pero… ¿Habrá más grabados como este que entrañen secretos que aún no han sido descubiertos? Sabemos que Anton van den Wyngaerde recorrió todo el territorio español durante el siglo XVI haciendo grabados de otras ciudades y lugares por lo que, posiblemente, nuestro país se halle plagado de mensajes ocultos en grabados históricos que hoy la gente no ha sabido mirar.

¿Quién fue Antón de la Viña?

Profundizando más en su figura, Anton van den Wyngaerde fue un pintor flamenco que nació en Amberes en 1512 y murió en Madrid el 7 de mayo de 1571. Su nombre, castellanizado, fue el de Antonio de las Viñas o Antón de Bruselas, tratándose de un dibujante paisajista que recorrió toda España a partir de 1561 destacando la colección de dibujos que realizó de 62 vistas, detalladas y meticulosas, de pueblos y ciudades, siendo un trabajo pedido por el rey Felipe II, al que estaba al servicio desde 1557.

Tuvo una sólida formación pictórica recibida tanto en los Países Bajos como en Italia por donde viajó entre los años 1552 y 1553. En 1557 se le nombró “pintor ordinario” del rey Felipe II y acompañó a los tropas españolas en las batallas contra Enrique II de Francia, suyas son las pinturas de batallas de San Quintín, Ham, Gravelinas y Dourlens. En el año 1558 viajó por los Países Bajos y tres años después por Inglaterra; le son atribuidas las siete vistas del Panorama of London con fecha entre 1543 y 1550, que es una de las vistas de la ciudad más antigua que se conocen.

Paisajista y dibujante singular

Realizó una serie de dibujos, como la de Madrid, de 1562, unas muestras del Siglo de Oro. En 1563 lo hace de Barcelona y tiene una serie de pinturas como la de Jaén de 1567, Lérida o Valencia en 1563, Alcalá de Henares en 1565, Córdoba de 1567, hechos a plumilla y muchos coloreados con acuarelas.

Uno de los cuadros más representativos que tiene Anton van den Wyngaerde es el dibujo de la ciudad de Cádiz, su primer dibujo y que se dice que es uno de los más descuidados pero que inició toda una serie. Se trata de una representación como si fuera una vista aérea tomada desde una posición elevada sobre El Puerto de Santa María.

Antón van den Wyngaerde no sería el único pintor que reflejaría la Cádiz de la época, antes lo hizo el flamenco Joris Hoefnagel. “Antonio de las Viñas” visitaría en 1567, la provincia de Málaga, iniciando un recorrido desde Ojén por todo el litoral, plasmando en sus obras las ciudades gaditanas de Gibraltar, Tarifa, Zahara de los Atunes, Cádiz, Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera y Sánlucar de Barrameda para ir, después, a la provincia de Sevilla.

Se cree que en el transcurso de ese viaje coincidió con Hoefnagel en Sevilla y su obra alcanzaría una dimensión aún más importante cuando en 1572, en la ciudad de Colonia (Alemania), el editor Braun y el grabador Hogenberg transformaron los minuciosos dibujos de Hoefnagel y otros autores en grabados que formarían al atlas geográfico mundial más importante de su tiempo, un libro llamado “CIVITATES ORBIS TERRARUM”, en seis tomos, concluida en 1617.

Miguel Ángel Caballero Sánchez escribía sobre el trabajo de Van den Wyngaerde: “La importancia anterior y la que tenía la Bahía de Cádiz en ese periodo fue razón para que las localidades de la zona fuesen dibujadas por Anton Van den Wyngaerde.

Cádiz, por ser cabecera de la flota de galeones y también presidio (plaza fuerte) esencial para la defensa de su bahía; Sanlúcar de Barrameda, por su situación en la desembocadura del Guadalquivir, por donde pasaba todo el tráfico de las Indias, que tenía como destino la Casa de Contratación de Sevilla, además de ser cabecera del señorío de los Medina Sidonia, familia clave durante el reinado de Felipe II.

Jerez de la Frontera, por ser una de las ciudades (de realengo) más populosas de Andalucía y pieza fundamental para el control y defensa de la Bahía de Cádiz mediante la aportación de sus gentes, además de ser esencial económicamente, dada su importante producción agrícola, para el abastecimiento de toda la zona y por los ingresos de sus exportaciones; y El Puerto de Santa María, por ser una de las plazas del señorío de los Medinaceli, fondeadero de galeras y puerto y puerta de salida al mar de los productos de la rica campiña jerezana, entre otras propiedades.

El Puerto contaba en 1567 con una población de unos mil quinientos vecinos, a los que había que sumar la gente de galeras que participaba activamente en la sociedad local, con fiestas religiosas y construcciones de obras públicas tanto civiles como militares”.

Otro conocido dibujo fue el de El Puerto de Santa María, que fue empleado como fuente para el conocimiento del urbanismo y de algunos de los más destacados edificios de la ciudad planteando aspectos polémicos sobre la verosimilitud del mismo al no coincidir con otras fuentes documentales escritas, ni con otro tipo de estudios, ni con la imagen de algunos de esos edificios destacados, esto lo haría poco detallistas y poco fiable.

Pese a ello su trabajo es admirable, el mismo autor argumenta: “El paisaje de las salinas portuenses era con lo primero que se topaba un viajero desde Cádiz por la vía terrestre y, por la manera que en el dibujo se representa, era algo que no dejaba indiferente a nadie, sino que por el contrario causaría una gran expectación por su extensión y forma de recolectarla.

Las salinas eran vistas como un elemento consustancial a la ciudad de El Puerto, tanto por su potencial económico como por la imagen que proyectaban. En un segundo plano (o intermedio) nos encontramos con la Bahía de Cádiz y el Guadalete desde la desembocadura hasta las estribaciones de la Sierra de San Cristóbal, espacio en el que se conformaban una serie de meandros. Aquí, a toda la escenografía anterior del paisaje salino se une otra no menos sorprendente: la del Guadalete.

El río es otro de los factores que forman parte de la geografía física de la ciudad y ha condicionado y propiciado parte del desarrollo de la misma”.