Hay una serie de sucesos que han quedado marcados en la historia y que, indeleblemente, permanecerán grabados en el subconsciente de la ciudad. Uno de esos hechos que azotó a Cádiz fue la inmisericorde explosión de 1947 y que acabó con la vida de muchos infelices infortunados, pero los daños colaterales no se dejaron a un lado y el cementerio de San José o la “Casa Cuna” también sintieron sus efectos.
La “Casa Cuna” era un lugar de acogida, donde los niños huérfanos encontraban un cobijo y donde sus penas se volvían esperanza al cuidado de las cariñosas religiosas. Cuando la explosión sacudió Cádiz murieron en su interior más de cuarenta personas, 24 niños, 6 enfermers y 6 sirvientas según los datos oficiales de los que hay muchas dudas sobre su exactitud.
Y es que la “Casa Cuna” dio acogida a muchos críos, “expósitos” que les llamaban o «niños del hospicio», y que las monjas de la Caridad cuidaban como venían haciéndolo desde el remoto año de 1621.
Niños que nadie quería, fruto de embarazos no deseados o que sencillamente se entregaban a las monjas porque no podían ser mantenidos por sus propias familias.
La explosión acabó con el recinto y tras ello se transformó en colegio, un colegio muy especial pues desde entonces se dice que está encantado a tenor de los testimonios de muchas personas que han dicho haber visto niños espectrales por sus pasillos.
Con el paso del tiempo comenzó a extenderse por toda Cádiz el conocimiento que en el lugar donde estaba la ‘Casa Cuna’ sucedían fenómenos extraños, insólitos, paranormales, inexplicables, llámenlo como quieran pero eran sucesos que sorprendían a aquellos que eran testigos de los mismos.
La explosión de Cádiz llevó al derrumbe del edificio y en adelante sería una referencia para explicar, o tratarlo, los fenómenos que allí se producen. Cuando se llegó al lugar y se trató de buscar víctimas se hallaron los cuerpos de los niños aún acorrucados en sus colchones como sumidos en un sueño eterno entre los escombros, una visión muy real que daba pánico.
Limpiado el lugar de escombros quedó un solar donde sería edificado la escuela “Institución Generalísimo Franco”,que posteriormente sería llamada “Institución Provincial Gaditana”.
Era una escuela para chicas, algunas en régimen de internado. Acudían a la escuela y al finalizar las clases regresaban a sus hogares (excepto las internas). En tal lugar pronto comenzaron a hablar de extraños incidentes que tenían lugar en las habitaciones, unas habitaciones que estaban en el mismo punto y en la misma ubicación que las de la derruida ‘Casa Cuna’.
Así las chicas comenzaron a decir que, por las noches o a pleno día, escuchaban ruidos como de niños por los pasillos, cuando allí no había niños, o llantos de bebé desconsolado. Igualmente las chicas internas se sentían observadas, como si estuvieran acompañadas, sentían pasos que venían de la nada.
Fantasmas en la Casa Cuna
No trataban de conceder importancia sobre estos fenómenos, dejándolo siempre sujeto a su imaginación, o la sugestión por los comentario que ya hablaban de los fantasmas de los niños fallecidos que se estaban manifestando.
Pero poco duró ese convencimiento, los fenómenos iban a más: puertas que se cerraban y se abrían solas, luces que se encendían en plena noche, campanas que doblaban sin que hubiera campanas en el nuevo edificio e, incluso, como culmen, se llegó a ver vagar por uno de los pasillos -a decir de los testigos- el fantasma de una monja tal y como iban vestidas las hermanas que realizaban su piadosa labor en el hospicio de la ‘Casa Cuna’.
Muchos comentaban que todo era una fabulación, un invento de niñas asustadas, otros creían en los testimonios de aquellas chicas que nada tenían que ganar con ello. Recientemente, con los relatos de apariciones en el lugar, también vuelven a surgir las brumas de la duda entre los más escépticos pero ¿cómo explicárselo a quién ha sido testigo de lo imposible?
Los fenómenos se seguían produciendo en el interior y las alumnas también pudieron ver a unos niños jugando dentro de una habitación, era como una visión de otro tiempo, allí estaban tres niños de no más de 6 años que jugaban entre ellos. Cuando la chica entró en el dormitorio aquellos niños la miraron y desaparecieron. Quedó lívida y solamente pudo salir corriendo de allí y contarlo a su amiga más cercana.
Con posterioridad el edificio pasó a ser Radio Onda Litoral (entre otras funciones) y también hubo experiencias paranormales (como ya hemos relatado desde este mismo medio CÁDIZDIRECTO) tales como ver a niños aparecidos en uno de los pasillos o comprobar como estos infantes se cruzaban por delante de los cristales. Todo ello puso muy nerviosos a los trabajadores que, evidentemente, nunca se está preparado para vivir este tipo de experiencias.
Hay quién dude de estos fenómenos, otros se lo toman a leyenda, a cuento para asustar, pero sólo unos pocos saben que todo lo que allí sucedía es real porque ellos lo han vivido en primera persona y saben que en algún lugar hay un niño «de otro mundo» esperando su momento para manifestarse.
Niños de aspecto famélico que vagan por las estancias y habitaciones, niños traslúcidos que con sólo verlos se sabe que se está ante una aparición de otro mundo.
También se ha visto en su interior a una misteriosa sombra que muchos dicen que pertenece a una monja muerta en el 47, una de aquellas que atendieron a los niños huérfanos.
Los gaditanos no son ajenos a esta trágica historia, así un medio de comunicación que tenía su emisora de radio, llamada Onda Litoral, en el edificio vivió una noche para el recuerdo, una noche de pesadilla más allá de la realidad.
Realizaban su programa de radio cuando vieron a unos niños correr por el interior de las instalaciones, en la puerta el vigilante de seguridad ajeno al paso de los niños. Uno de los empleados de la radio salió a echar a los niños e indicarles que allí no podían estar extrañándole que el vigilante no se hubiera percatado de su paso.
Al salir este hombre se encontró que de los niños no había ni rastro, ni de sus gritos infantiles. Habían desaparecido.
Hoy es un lugar encantado, tocado por la tragedia, y con unos vestigios del pasado, en forma de niños y religiosas, que se niegan a abandonar el lugar que un día fue su hogar: la “Casa Cuna”.
Un lugar sobre el cual parece que sobrevuela una maldición y que ahora solamente es un solar a la espera de uso con una de sus partes aún en pie y abandonada. Sólo pasear por su exterior da malas sensaciones a las personas que tienen ese sexto sentido.
Ventanas sin cristales, estancias vacías de un vetusto edificio sin ningún uso en una ciudad tan escasa de terreno como es Cádiz.