El Palacio de Linares en Madrid es un sitio cargado de Historia y de misterio. Por siempre será recordado como «el Palacio encantado» y, sin embargo, también tuvo cierta polémica en su día a raíz de unas tan sorprendentes como fraudulentas psicofonías.
Mi buen amigo Álvaro Martín lanza ahora un libro sobre ello y, lo que es más refrescante, una cerveza llamada «Raimunda» y que evoca este conocido caso. Pero vayamos por parte y conozcámoslo mejor.
Investigaciones en el interior del Palacio de Linares en Madrid
A escasos metros del Banco de España, al otro lado de la fuente de la diosa Cibeles, se alza uno de los edificios más misteriosos de la capital, y que hizo correr ríos de tinta en un pasado reciente: el famoso Palacio de Linares, hoy conocido como Casa de América. Su salto a la notoriedad paranormal se produjo en 1990, cuando varios semanarios madrileños dedicaron páginas enteras a los supuestos fenómenos extraños que se producían en su interior.
A partir de ese momento el Ayuntamiento autorizó la realización de una investigación, y comenzaron las pesquisas: guardias de seguridad que narraban sus experiencias, luces misteriosas, psicofonías, ruidos extraños, fotografías anómalas, coches de la policía local vigilando el edificio. La investigación dirigida por el padre Pilón y las visitas de Germán de Argumosa, Jiménez del Oso o Miguel Blanco aumentaron aún más la popularidad del caso. Al igual que otros investigadores destacados como Lorenzo Fernández Bueno o Iker Jiménez a lo largo del tiempo.
Fue la Agrupación Parapsicológica de la Comunidad de Madrid (entre cuyos miembros se encontraban investigadores como Clara Tahoces, Sebastián Rodríguez, Francisco Sánchez o José Juan Montejo) la que sacó a la luz varias irregularidades en el asunto, descubriendo humedades en la supuesta fotografía de un fantasma, destapando psicofonías fraudulentas como la de «Raimunda» suministrada por la doctora Sánchez Castro y desvelando otras irregularidades en parte del caso, que mantuvo en vilo a la ciudad de Madrid. Tras convertirse en la Casa de América, los sucesos cayeron en el olvido.
Experiencia personal
Hace unos años, en 2016, fui invitado por la editorial Planeta a dar una conferencia en Madrid sobre la Sábana Santa. Recuerdo que llegue por la tarde a la capital de España y allí me esperaba mi buena amiga Ana Garrido.
Tras escuchar algunas de las conferencias se nos invitó, nuevamente, a ser parte de una ruta mágica por Madrid donde, en primer lugar, visitaríamos el Palacio de Linares por la noche, en dos grupos.
Recuerdo que en el que estaba era guiado por mis amigos Josep Guijarro, Laura Falcó y Bruno Cardeñosa y, en un momento determinado, nos quedamos solos en una estancia todas las persona que formábamos aquel grupo.
En ese momento nos dieron la Spirit Box de una asistente y se nos pidió que hiciéramos una prueba allí por si captaba alguna «presencia». Yo indiqué que el hacer una prueba de ese tipo con este aparato no era determinante y aunque los resultados que se habían obtenido eran buenos lo cierto es que había que determinar qué tipo de inclusión es, si es una psicofonía o si es otra causa racional y explicable. Sea como fuere tanto Ana Garrido como yo fuimos elegidos para manejar aquel aparato y comenzó a funcionar.
Es sorprendente por que comenzó a responder a nuestras preguntas: «¿Hay alguien aquí?» y la respuesta fue «Si», «¿Eres hombre o mujer?» y respondió «Hombre». «¿Estas relacionado con esta casa?» y la respuesta fue «No». Con esas quise hacer algo más en cuánto a preguntas: «¿Conoces a Raimunda?» y dijo: «No existe».
Ahí el grado de asombro fue general pues todo era muy coherente e, incluso, hubo asistentes a que hablaron de notar un descenso muy brusco de temperatura y otras marcas como el “salto” de un equipo de EMF. Entonces la máquina dijo claramente: «Marchaos» y el sentimiento de temor fue grande. En ese momento un guarda se acercó y se cortó abruptamente aquella sesión pero con la impresión en el cuerpo de los presentes y de haber vivido una experiencia inolvidable.
Lo pongo entre comillas en el título del artículo por qué no se puede considerar una investigación en sí pero también es cierto que fue una prueba positiva. Es una vivencia personal, un recuerdo que no olvidaré con más de 40 personas de testigos y algo que podríamos calificar de inolvidable.