La aparición, en Ceuta, del médico Antonio López Sánchez-Prado

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Como prólogo a esta historia, debemos saber quién fue su protagonista. Antonio López Sánchez-Prado nació allá por mayo de 1888 en la localidad sevillana de Utrera. Se licenció como médico cirujano ejerciendo como tal en las localidades también sevillanas de Herrera y Guillena. No fue hasta marzo de 1923 que llegara al puerto de Ceuta para encargarse de la Clínica de Partos y Ginecología del Hospital de la Cruz Roja de esta ciudad, además de la labor de inspector municipal un año después de su llegada.

Tuvo otros cargos médicos en años sucesivos, pero por lo que quizá más se ha de distinguir es por la labor que realizaba con las personas más necesitadas de la época, a la cual prestaba atención de forma altruista en muchas ocasiones. En 1930 se afilió al partido Unión Republicana.

Posteriormente, fue elegido alcalde de la ciudad, cargo que por problemas personales tuvo que abandonar a los 57 días de su nombramiento. En ese mismo año, 1931, fue elegido hijo adoptivo de la ciudad.

El pueblo ceutí le tenía tal cariño por su dedicación e intento de igualar las clases sociales, que el día de su cumpleaños del año 1936, los vecinos de del barrio del Sarchal organizaron una verbena en su honor, en agradecimiento por haber llevado el agua corriente hasta este lugar.

Ya en época revuelta de la guerra civil, numerosos fueron los intentos de que abandonara la ciudad por su propio bien, ya que sus creencias políticas “chocaban” con las impuestas por tal acontecimiento. Cosa que no hizo, ya que no podía abandonar al pueblo que lo eligió para ser su representante, ni que lo coronó como su hijo adoptivo. En aquella época, congeniaba con ideas más bien comunistas.

Siendo detenido la madrugada del 18 de julio de 1936 por las tropas sublevadas de la legión mandadas por el coronel Juan Yagüe, fue procesado y condenado a pena de muerte en consejo de guerra, junto a Adolfo de la Torre Guillén, Ángel Guijo Higüero y Fidel Vélez Roldán. A pesar de que se pidió con insistencia su indulto, el 5 de septiembre fue tristemente fusilado en la playa del Tarajal, a pocos kilómetros de Ceuta.

Pues bien, este personaje entra dentro del misterio en el preciso instante en que una persona que frecuentaba largos paseos, en una ocasión en la que estaba a la altura del cementerio de la ciudad, se cruzó con alguien que le saludó. Siguieron ambos su camino y, a la vuelta, esta persona se volvió a cruzar con el extraño. Vestía ropaje raro, como de tiempo pasado. Volvió a verle la cara y a saludarlo.

Nuestro caminante no podía quitarse esa visión de la cabeza, sobre todo, porque la cara de aquel extraño hombre le sonaba de algo. Cuando cayó en cuenta, sintió gran temor al saber que, aquel sujeto que le saludo dos veces era el desaparecido mucho tiempo atrás Antonio Sánchez Prados.

Posiblemente, cumpliendo con la promesa que le llevó a la tumba de jamás abandonar al pueblo que tanto quería, y por el que hizo tanto, sigue caminando por sus calles y caminos.