CÁDIZDIRECTO/Cristina Álvarez.– Cuenta la historia, que un pirata enamorado de la mar partió en su galera en busca de nuevos tesoros. Y por caprichos del destino, este pirata encontró uno de los mayores tesoros de la época, pero esto le costó en naufragio de su embarcación y muchos años perdido en una isla desierta.
Estaba desolado. Había cumplido su sueño pero para ello había perdido toda su vida. Justo antes de darse por vencido y agotar las esperanzas, apareció por aquella isla un barco mercante. El pirata no lo dudó y dejó el tesoro para regresar a su tierra junto a su esposa.
Cuando regresó a casa después de tanto tiempo, creyó que su bella esposa dándolo por muerto se había vuelto a casar. Pero al llegar a Cádiz descubrió muy sorprendido que aún le esperaba. El pirata, embriagado por la emoción, quiso premiar la fidelidad de su esposa y pese a la negativa de ésta, se volvió a embarcar rumbo a aquella isla para recuperar el tesoro, no sin antes prometerle a su mujer que sería su último viaje y que de tanta riqueza que le traería, la enterraría en oro.
El pirata regresó y cumplió todas sus promesas, a pesar de dejar su pasión, que era la mar. Con tanta riqueza e intentando aliviar la pena del pirata, su mujer mandó a construir una casa un tanto especial. Un torreón desde el que se podía ver toda la ciudad de Cádiz, incluso, la mar. La casa recordaba a un viejo barco, con grandes cristaleras que tenían la forma de las plumas de las gaviotas. Y un pequeño timón con el que poder simular sus fantasías y así navegar en su imaginación.
Poco después de terminar de construir la casa, la mujer contrajo una enfermedad a causa de la cual terminó falleciendo. El pirata nunca olvidó su promesa de enterrarla en oro, así que el féretro en el que enterró a su mujer estaba repleto del oro que había traído de aquella isla.
La noticia recorrió toda la ciudad hasta llegar a oídos de unos ladronzuelos, que excitados ante la idea de hacerse ricos, profanaron la tumba de la mujer del pirata, sólo, para robar las riquezas.
Cuando esta terrible noticia llegó a oídos del pirata, y pudo comprobarlo con sus propios ojos, preso de la repulsión y el odio, no dudó ni un instante en tomar su rifle e ir en busca de aquellos bandidos para quitarles la vida.
A consecuencia de su delito, el pirata fue condenado a estar en la cárcel durante el resto de sus días.
Y así fue, como aquella casa del pirata, situada en la calle Beato Diego número 8 de la ciudad de Cádiz, se convirtió en una leyenda.