Las casas encantadas no son patrimonio de un lugar exclusivo y se encuentran diseminadas por todo el mundo, desde mansiones imponentes hasta ruinosas casas a las que el tiempo ha vencido. Nada escapa a un inmueble donde lo paranormal puede manifestarse. Nuestro último viaje en busca del misterio nos lleva a la siempre bella localidad de Algeciras y el Campo de Gibraltar, donde una historia salta a la luz tras años silenciada con dos partes bien diferenciadas: la imaginaria y dentro de la leyenda y la real.
Comencemos por la primera. Es nuestro testigo, nuestro comunicante, Federico T., tiene una vivencia muy particular en la denominada «casa embrujada del Secano» de cuyos incidentes fue testigo directo «y fue, sin duda, un escándalo en la época por ser la casa de un conocido médico de Algeciras, el Dr. Abreu», siempre a decir de nuestro testigo.
Todo comienza en relación al doctor por los rumores y habladurías que tan malos son: «El Dr. Abreu arrastraba una negra historia pues había tenido un hijo el cual, según contaban, sufría terribles malformaciones. ‘Un monstruo’ decían los cercanos a la familia, para colmo la criatura fue ocultada al mundo y nunca permitió el doctor que fuese visto en público. La casa donde vivía la familia estaba situada en la calle Ruiz Zorrilla conocida como «El Secano» y donde actualmente se encuentra el edificio de Correos».
Nuestro testigo recuerda: «La casa era de estilo inglés con un gran jardín y siempre estaba muy cerrada. A los niños siempre nos daba miedo pasar por allí». Transcurría el tiempo y «en el año 79 yo tenía 10 años, se produce la supuesta muerte de la criatura, no se conoció entierro ni pompas y la familia abandona la casa cerrándola a cal y canto. La casa ahora daba mas miedo…, sola, más oscura aún y los rumores se disparan cuando los vecinos y paseantes alertan de los extraños ruidos que provienen de la casa al caer la noche». Con todos estos ingredientes la leyenda está servida, pronto las habladurías comenzaron a decir que «el médico tenía encerrado al ‘monstruo’ en el sótano de la casa» y al caer la noche no eran pocos los que iban a los alrededores a ver si sentían algo.
Federico era uno de ellos: «cientos de vecinos acudíamos a oír los fenómenos, gritos y una misteriosa respiración audible con total claridad para el asombro de los allí presentes. Yo solía acudir con mi padre al atardecer y le agarraba fuerte la mano mientras oía aquellos ruidos». Un día sucedió algo: se encontraron la casa abierta y las personas no tardaron en acceder a su interior y vivir aquel misterio directamente. «Poco tardó la casa en ser abierta y recuerdo a la multitud a las puertas pero con ese miedo que engulle a la mayoría y nadie se atrevía a entrar…, mi padre que siempre fue muy peculiar, me agarró fuerte la mano y me dijo ‘entramos’, y yo con mis 10 años y más curiosidad que miedo le dije ‘si’. Nos seguía más gente y recorrimos los dos pisos de la casa y al salir encontramos a la mayoría a las puertas del sótano. ‘Allí lo esconde decían» y mi padre me dijo que sin luz no entrabamos, podíamos sufrir un accidente» mientras altamente asustados seguían sintiendo la respiración y los alaridos.
Posteriormente, hasta la casa, acudieron muchos «mediums» que hacían sus rituales, entraban en trance, captaban energías y un sinfín de cosas que resultaban de lo más pintoresco en esa época. Destacaba un hombre enjuto de rasgos rifeños que llevaba «un mono tití sobre el hombro y a su paso se oía decir ‘el mono lo lleva para detectar a los espíritus»… y los niños nos quedábamos con los ojos redondos mirando al pequeño mono».
El caso fue tan conocido que hasta allí de desplazaron efectivos de la Guardia Civil, Policía Armada, Bomberos y demás fuerzas publicas. Se llegó a cortar la calle y los bomberos espantaron a dos enormes lechuzas blancas «asunto resuelto dijo la Policía, eran dos lechuzas» y la casa se tapió soldándose también la reja, pero al caer la noche se seguían escuchando aquellos ruidos extraños.
Y la parte real, lo que sucedió, sirve para arrojar luz al caso y narrar lo que verdaderamente aconteció, ubicar la realidad, pues el Dr. Romero Abreu ejerció la Ginecología durante mas de treinta años con rigor y sacrificio personal, para nada se ajustaba a su persona lo que a base de rumores se forjó como una leyenda. El hijo del doctor distaba mucho de ser calificado como ‘monstruo’ la imaginación popular lo describía así, con poco acierto. Sufría terribles malformaciones, era un varón que había nacido en 1952 y fallecido el 25 de Mayo de 1955, según asiento del Registro Civil padeciendo meningoencefalocele o espina bífida siendo inhumado en el Cementerio de esta Ciudad según consta en los Archivos Municipales. Por ello el máximo de respeto a la figura de éste ilustre médico.
Cierto es que se habló de fenómenos paranormales pero más fruto de la leyenda que de la realidad, los sonidos extraños que padecían proceder de las lechuzas y los que ponía la sugestión.
El tiempo pasó y la casa embrujada fue derribada, en su ubicación hubo un aparcamiento de coches y pocos recuerdan ya, salvo nuestro testigo -y deformando algunos pasajes de la historia real- éste caso de pretendidos fenómenos paranormales. En todo ello se vio metido el nombre del doctor Abreu que no hacen justicia a su extraordinaria labor ni a su honorabilidad. Aunque para muchos siempre quedará el recuerdo de aquellas jornadas buscando fantasmas en la vieja casa del Secano.