Tiene Madrid, entre sus calles, una donde dicen que habita el misterio, donde se producen fenómenos inexplicables y donde la realidad supera a la ficción, es la casa embrujada de la calle Ayala.
Se encuentra en el barrio de Salamanca y antaño su fachada lucía en un amarillo que destacaba de entre todas las de aquella calle, ahora están pintadas en gris, un gris similar al de su historia particular y los misterios que encierra así como los secretos que oculta.
Entre los vecinos de la casa son conocidos los fenómenos de este lugar, quizás todo tenga que ver con su pasado…
Desvelando algunos de sus misterios
Hace unas décadas, en el pasado, esta calle era la conocida como «de los Pajaritos» y el edificio era una finca de cuatro pisos; en su interior se daba una actividad poco legal: era un prostíbulo donde incluso, cuentan los rumores que se pierden en el tiempo, se llegó a registrar algún suceso trágico y luctuoso. En aquel lugar de lenocinio habría muerto un religioso en prácticas más carnales y terrenales que divinas. Otras variantes de la leyenda -¿quién sabe si real?- habla de todo un señor obispo como protagonista del hecho.
Sea como fuere parece que aquel suceso fue el detonante para que se comenzaran a manifestar hechos desconcertantes tales como el poder escuchar ruidos extraños o anomalías eléctricas difícilmente explicables… Fue tal el grado de molestia que algunos vecinos se quejaron de los mismos e, incluso, se llegó a denunciar ante la Policía. Decían que «era el fantasma penitente del clérigo fallecido allí mismo».
Entre 1981 y 1984 un antiguo empleado narraba como los detectores se presencia saltaban sin ninguna razón y atribuían al fantasma que en el edificio mora. Aunque otros viejos del lugar cuentan como también allí habrían fallecidos «dos o tres prostitutas» o un joven al que le dio un «ataque de locura» tratándose, debido a ello, de matar.
Fenómeno interesante el eléctrico que se produce puntualmente a las 19:10 h. Luces que se enciende a tal hora como accionadas por unas manos invisibles según contaban los testigos.
La casa ahora es un lugar de oficinas y parece ajeno al pasado misterioso que se le atribuye, un pasado que encontramos en el número 124 de la calle de Ayala.