Cádiz es una ciudad que está llena de secretos y de misterios, de historias eternas y de leyendas. En todo ese recorrido vital que tiene a lo largo de estos milenios hay un hecho en el que me quiero detener hoy y es el deseo de saber que hay más allá de la vida y de contactar con los seres fallecidos. No, no es una quimera, sucedió en Cádiz y es una historia fascinante que les voy a relatar.
Así tenemos que viajar, en el tiempo, al siglo XIX, a la Cádiz de 1857 y a un curioso método que se desarrolló en la ciudad para poder entablar contacto y «conversación» con el más allá. Hay que tener en cuenta que el espiritismo en España entra por Cádiz y Sevilla de la mano de los hermanos Fernando Primo de Rivera y, en menor medida, por Miguel Primo de Rivera.
El sistema ideado por aquellos espiritistas era «sencillo» pues en base a un código que ellos conocían, en base a un numero de golpes, se «traducía» y se iba formando el mensaje. Así en sus reuniones el deseo de contactar con el más allá se llevó a la práctica. Era como regresar a tiempos de las polémicas hermanas Fox en Hydesville (Nueva York, Estados Unidos) e ir «tirando del hilo» de la comunicación con los seres fallecidos, con los espíritus, con el «otro mundo».
Era la primera vez que se establecía un sistema para ese diálogo con el «otro lado» que, como en Sevilla, estaba formado por la élite de la sociedad de la época tan interesada en estas cuestiones de modas. Incluso llegaron a crear un manual para hablar con los muertos. Aquellos pioneros era gente que deseaba el contacto y, con la máxima seriedad, trataban de realizar ese contacto tan deseado.
Un sistema innovador de contacto
Jesús Relinque, historiador e investigador, explica que había un código a base de golpes en una especie de trípode en el que poder ir «deletreando» todo aquello que quería el espíritu transmitir. Un «invento» que era de carácter «muy secreto» y era una especie de primitiva «mesa parlante» o «ouija» que resultaba fascinante. Subyacía la pasión por el misterio y por el más allá, el motor de la curiosidad.
Antonio de la Cruz, historiador, explica como trataban de contactar con personas conocidas fallecidas o aprender del conocimiento que se derivaba de ello. Esto no resultaba apto ni aceptable para la iglesia de la época y enterados de la existencia de un «manual» trata de destruir todos los ejemplar sometiéndolos a la quema de los mismos.
«Los acólitos utilizaban un artefacto con tres patas de forja y un código preestablecido de golpes, un antepasado lejano de lo que hoy sería la ouija. Antes de la ouija, de las mesas parlantes… una especie de tabla de información para entablar llamada con el más allá, en 1857″ dice Salvador Santos Rubianes.
En el Archivo Provincial de Cádiz se tiene un ejemplar de ese libro, se llama «Luz y verdad del espiritualismo», un opúsculo que hoy es un libro histórico. Impreso en los talleres de Filomeno Fernández de Arjona, en calle Padilla 27, en el año 1857, y que resulta sobrecogedor leerlo en todo lo que es el detalle para la comunicación con el «otro lado» y el respeto que ello conlleva.
El opúsculo
El opúsculo tiene 49 páginas y se encuentra Archivo Provincial de Cádiz como documento destacado, fue prohibido por el Gobierno Civil. Sobre él José Ramón Barroso decía se dedica que “más páginas a decir lo que no son que lo que son” y que la publicación se retiró por exponer “doctrinas contrarias a la religión católica”.
“Al margen del tema, el documento demuestra que Cádiz seguía siendo puerto de entrada de muchas ideas y modas que llegaban a través del mar”, dice Barroso. Ese mismo año 1857 de su publicación, el francés Allan Kardec publica «El libro de los espíritus», “considerada la Biblia del espiritista”, concluía.
«En el fondo del Gobierno Civil encontramos un expediente abierto a la publicación «Luz y verdad del espiritualismo», por ‘ser contrario a la religión católica’. El expediente incluye un ejemplar de la obra al ser esta secuestrada. Es esta una de las primeras publicaciones españolas sobre el tema espiritista, e incluye además un cuadro de correspondencia entre golpes y letras como método práctico para comunicarse con los espíritus» firmado por Jotino y Ademar sobre el manual.
Seguro que nuestro buen amigo, y referente del misterio en la ciudad, José Manuel Serrano Cueto, le gustaría uno para su «Cádiz Oculto» o, incluso a nuestro buen amigo Eugenio Belgrano.