En muchas ocasiones hay personas que, casi por azar, se da con personas que tienen toda una experiencia que contar, que tienen toda una vivencia terrible que tiene que ver con fenómenos paranormales y con hechos que, cuando menos, deben ser tildados de misteriosos e inexplicables.
La historia que les quiero contar sucedió en Cádiz hace ya unos años, en un colegio importante de la ciudad, un colegio religioso. En él se encontraban cuatro amigas que encontraban diversiones diversas en sus correrías infantiles, a medida que crecían iban optando por otro tipo de juegos, menos infantiles y más esotéricos.
Habituales de hacer ouija un día quisieron probar uno de esos que les habían hablado: «Se coge un libro, preferiblemente una Biblia, aquí hay muchas, se pone una tijeras y se lía con un lazo mismo del pelo, luego se sostiene con un dedo, entre dos personas, una en cada lado y en cada ojo de la tijera.
Juego se hace una pregunta para saber para que lado es que si y para que lado es que no, y se comienza luego a hacer preguntas». Si saberlo estaba describiendo, muy grosso modo, lo que es el famoso juego esotérico de la tijera o de la «Verónica».
Juego de la tijera
En uno de mis libros describía este juego como: «Se toma un libro, una cuerda y unas tijeras, se sostiene el libro colgando de la cuerda y las tijeras y se formula una pregunta, por la página que se abra el libro será el indicativo de una pregunta… Claro que no siempre sale bien». Tiene muchas variantes pues puede hacerse también delante de un espejo. Dice la leyenda urbana más terrorífica que «Verónica» matará a quién la invoque, normalmente con un arma blanca como puede ser un cuchillo, punzón, navaja o unas tijeras que saldrá disparada hacia la víctima. Lo cierto es que es una suerte de ouija que responderá siempre Si o No a lo que se le indique.
Las chicas, en el colegio de Cádiz, comenzaron a armar aquel pequeño ritual, tomaron una Biblia de la clase, unas tijeras y con un lazo liaron correctamente todo para comenzar aquel «baile» de preguntas y respuestas. Comenzaron por la pregunta de control y seguidamente: «¿Estamos solas en este sitio», a lo que la tijera se volvió hacia el No.
«¿Eres un hombre?» No. «¿Eres una mujer?» Si. «¿Quieres hacernos daño?» Si, y en ese momento el libro cayó al suelo desarmándose y cayendo las tijeras bajo una de las amigas que estaba sentada en el suelo. Al principio reaccionaron con miedo, con asombro, la punta quedó a pocos centímetros de la joven y, el resto de las niñas, para quitarle importancia, le dijeron: «Sólo ha sido una casualidad, no pasa nada» y llegando la hora de regresar a clase volvieron a sus quehaceres de estudiantes.
Pero no tenían todas consigo el grupo y comenzaron a buscar que podía significar. Una de ellas encontró, al más puro estilo fatalista de este tipo de historias, encontró que a quién le cayera de esa forma podía significar su muerte. «Mejor ni mencionarlo, pasando».
¿Casualidad?
Puede que sólo fuera el infortunio o la mala suerte pero a una de aquellas chicas, a la que estaba sentada, precisamente, a la que le cayó el libro y las tijeras se le situaron cerca y apuntándola, iba a tener un trágico final.
Mi testigo me decía: «Yo no se si fue casualidad o no pero al día siguiente, 24 horas después, el padre la recogió en el coche y ella se fue. Cuando llegaron a su casa el hombre se puso a hacer la maniobra para aparcar, mi amiga estaba detrás del coche, indicando, en un momento el hombre se subió a una especie de bordillo y le dio a ella un golpe, golpe mínimo que la desequilibró, cayó y se golpeó en la cabeza con tan mala fortuna que se desnucó y murió. Cada vez que recuerdo lo que pasó y como murió me quedó helada y más cuando veo como se practica ese juego».
Normalmente me hubiera tomado este tipo de historias como una leyenda urbana más, de las muchas que hay, pero tener a la testigo cerca, ser conocida por mi, y que me narre en primera persona esto mismo me invita a, obviamente, creen en una veracidad de un tipo de historia que siempre resultará tan atrayente como impactante.