Los enigmas de las Cuevas de Mariamoco

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Lugares sombríos, oscuros pasadizos, leyendas incontables e historias terroríficas… Son algunos de los evocadores momentos que podemos vivir si nos encontramos dentro de las llamadas “Cuevas de Marimoco”.

Habría que remontarse mucho en el tiempo para  saber que bajo el suelo de la milenaria ciudad de Cádiz se esconden una toda una red de cuevas y túneles subterráneos que no se sospecha dónde pueden acabar o que ramificaciones tiene aún cegadas.

De las “Cuevas de Marimoco” se ha contado mucho, desde los niños perdidos que encuentran a «doce árabes» reunidos alrededor de una mesa jugando a las cartas, piratas que escondían allí sus fabuloso tesoros o la vía de escape de perseguidos por la justicia o la Inquisición por pillaje o brujería…

La investigadora Cristina Álvarez tuvo la oportunidad de investigar, y entrevistar a los responsables  de estudiar la documentación de los pasadizos de Cádiz.

Los túneles son obra de tiempo de los romanos como sistemas de alcantarillado, que tenían como fin unir los edificios más importantes tales como el Anfiteatro Romano, las Puertas de Tierra, Castillo de la Villa o la encantada Casa del Obispo; luego estas mismas galerías tuvieron otro fin en otros tiempos, transcurridos los siglos.

En su interior se puede encontrar de todo, desde vestigios romanos hasta monedas antiguas fundidas con las rocas y restos del siglo XVIII y XIX.

También ha sido fruto de sorprendentes hallazgos tales como los niños que se perdieron jugando en el interior y hallaron a “doce moros jugando a las cartas”, todo ello tras estar tres días perdidos en el interior del lugar  y al salir, no se sabe si como excusa o como parte de este leyenda, dijeron que habían encontrado a doce moros jugando a las cartas.

Tiene una base real pues posiblemente se trataba de un grupo escultórico de doce estatuas de mármol, quizás representando a los doce apóstoles de Jesús, en torno a una mesa.

Felipe Marín sostuvo una interesante entrevista con Cristina Álvarez, nuestra sagaz investigadora y protagonista de esta búsqueda, y le narró su particular experiencia en las cuevas, esa declaración a la investigadora decía textualmente:

«Fuimos bordeando Cádiz, saliéndonos de los márgenes del barrio sin que nuestros padres supiesen nada. Éramos unos niños de 12 o 13 años. Éramos un grupo de cuatro chicos y una chica y fue una gran aventura porque teníamos que entrar por los terrenos de RENFE, había vigilantes, llevábamos linternas, cuerdas e incluso recuerdo que llevábamos hasta un pequeño botiquín, todo para nuestra gran aventura (comenta Felipe entre risas).

Una vez saltadas las vías y buscar las murallas, conseguimos entrar por un pequeño hueco, que sería un lateral de las Puertas de Tierra. Estuvimos atravesando las entrañas del barrio de Bahía Blanca. Recuerdo que era una entrada que se dividía en dos pasillos, decidimos ir por el más cómodo andando y no tenía más misterio que las cucarachas que veíamos. Pero decidimos ir hacia otra y recuerdo que vimos un pequeño habitáculo en el suelo, no mayor de medio metro de alto por medio metro de ancho.

Entramos y primero accedimos a un sitio un poco más grande, cada vez íbamos más agachados, luego a gatas y terminamos curiosamente, arrastrados en el suelo de uno en uno como si fuéramos una gran oruga. Notamos cómo el suelo empezaba a empaparse y a correr agua y nos asustamos cuando notamos que nos faltaba el aire. Muchas veces pienso que si no hubiésemos podido dar media vuelta, no nos hubiesen encontrado nunca porque era un secreto de cinco niños y jamás nos hubieran encontrado.

Como nos faltaba el aire, empezamos a notar que perdíamos el sentido del tacto, nos dio miedo y fuimos retrocediendo a gatas hacia atrás porque no podíamos darnos la vuelta. Poco a poco fuimos saliendo hasta llegar a la salida y nos fuimos totalmente embarrados hacia nuestro barrio intentando dar explicaciones a nuestros padres de cómo llegamos en esas condiciones.

Más adelante, de mayor me enteré que se trataba de minas y contraminas y muchas de ellas estaban por debajo del nivel del mar con lo cual, con las subidas de marea posiblemente se inundara.  La experiencia fue bonita porque nos hizo conocer otra parte de Cádiz».

La leyenda de la Bruja María Mocos

Las cuevas también han sido utilizadas como argumento para asustar a los niños diciéndoles que allá moraba una bruja y se los comería, identificándola como “Mariamoco”.

Incluso se habla del hombre pez de Liérganes que fue apresado en Cádiz y que gustaría de refugiarse en este lugar.

Las entradas a las “Cuevas de Mariamoco” están cerradas en la actualidad, por seguridad, para evitar que puedan perderse personas en su interior o ser refugio de desaprensivos, delincuentes o indigentes.

Son un pedazo de la Historia de Cádiz, un pedazo desconocido que huele a leyenda e historias secretas, un pedazo de misterio arrancado al suelo llamado las “Cuevas de Mariamoco”.

Por su parte el conocido investigador gaditano Eugenio Belgrano no da una explicación sobre las Cuevas de María Mocos en lo que nos dice lo siguiente:

Esta nueva foto, es una de las únicas instantáneas tomada en ese lugar, en ella se puede ver con todo detalle, una vista del lado derecho de los glacis en la primera mitad del siglo XX.

 

 

Observando bien la fotografía podemos distinguir dos entradas a las llamadas Cuevas de María Mocos, este conjunto de cuevas tiene unos 3 kilómetros de recorrido, pero uno de los lados más conocidos es el que podemos ver en la fotografía, debido a su proximidad a la playa y al instituto Columela.

El motivo era que los alumnos veían atractivas estas galerías y se adentraban en ellas, dando lugar a un millar de historias sobre estos túneles.

Contraminas es el verdadero nombre de estas cuevas, es un sistema defensivo subterráneo del siglo XVII y XVII, la misión de estas cuevas era dejar minado todo el subsuelo de los antiguos glacis.

El objetivo era el siguiente; en caso de una invasión por tierra, el conjunto de murallas obligaba al ejército enemigo a pasar por encima de este ramal de cuevas, donde tenían colocados estratégicamente unos hornillos, estos hornillos eran pozos que subían a la superficie y escondían una carga explosiva, que se harían volar simultáneamente para explotar toda la superficie del glaci cuando el invasor estuviera postrado en él, dando un gran golpe que neutralizaría junto con el fuego de artillería, desde las Puerta de Tierra hasta los atacantes.

Las dos entradas que se pueden ver en la foto no son originales, esas entradas son originadas por el derrumbe de una galería paralela, de unos 200 metros, que unirían estos dos ramales, siendo el único punto en los 3 kilómetros de túneles que se pueden comunicar las dos largas lineas de túneles.

Al ramal desparecido en las cartografías militares del siglo XVII se le denomina “galería aspillerada”, su misión era defender todo el bajo de muralla de Santa María del Mar. Este túnel, en su interior, tenía cada 2 metros una aspillera de disparo, donde el soldado disparaba desde dentro del túnel, estando protegido de los disparos del exterior.

La desaparición de esta galería se le puede achacar al mar y al azote de las olas en los grandes temporales de invierno. En los documentos de la época queda registrado el gran problema que se encontraron los ingenieros militares para poder dejar amurallado la parte del Campo del Sur, llamando a esta muralla como la del Vendaval.

Las crónicas de la prensa también recogen algunas noticias sobre estas dos entradas, ya que una de ellas, la más lejana a las Puertas de Tierra, tenía un gran pozo a pocos metros de la entrada en el cual cayeron algunas personas que tuvieron que ser rescatadas.