Los fantasmas del refugio-cuartel militar de Cerler

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La noticia conmovió a toda la nación, fue uno de los hechos más trágicos y desgraciados que pudieron ocurrir aquella aciaga noche del 11 de Marzo de 1991. Durante unas prácticas militares los 130 militares de la Compañía de Esquiadores del Batallón de Cazadores III/65 de Barbastro salen a realizar unos ejercicios de alta montaña.

El martes 12 de Marzo de 1991 la prensa informaba: «Cinco militares muertos y otros cuatro desaparecidos por una avalancha de nieve». Cinco militares perdieron al vida en el Pirineo aragonés y otros cuatro permanecieron desaparecidos al quedar sepultados por un alud de nieve. Fallecieron el teniente Álvaro Fernández González; el cabo primero Dorado Díaz; el cabo Pozuelo González; y los soldados Rodríguez González y Pérez Mendiguren, los cuatro primeros de armas de Artillería y el último, a Infantería, pertenecían a la compañía de escaladores y esquiadores del Regimiento Valladolid 65, con guarnición en Barbastro (Huesca).

Al mando se encontraba el capitán Luis Silvera, llegados a un lugar llamado Blanca de Paderna un alud se precipita sobre ellos, muchos logran salvar la vida excepto nueve infortunados que concluyen sus días bajo la blanca nieve de tan apartado lugar.

Desde ese momento en el refugio-cuartel de comenzaron a vivir todo tipo de hechos extraños…

Pasaron los meses y el Diario del Alto Aragón informaba un 28 de Septiembre de 1992 de una investigación paranormal que se estaba llevando a cabo en un cuartel en Cerler. El Ejército negó tal circunstancia pero los lectores recordaron que en ese mismo lugar ocurrió la tragedia del Batallón de Barbastro el año anterior.

El Gobierno Militar de Huesca, el 29 de septiembre de 1992, envió un comunicado al Heraldo de Aragón, que decía lo siguiente: “El Ejército niega hechos paranormales en Cerler”. El comandante Espinosa en el “Diario del Altoaragón” firmaba que “no hay ninguna historia de sucesos paranormales en este cuartel, ni mucho menos que el general haya solicitado la ayuda de ningún parapsicólogo, ni nadie que estudie estos fenómenos, por la sencilla razón de que allí no pasa nada, la vida es normal y corriente, como siempre. Me gustaría saber de dónde ha salido toda esta historia”. Pero la realidad era bien diferente de aquellos trágicos hechos.

Y es que desde el trágico accidente el cuartel parecía “encantado”, según los soldados las luces funcionaban solas, se encendían y apagaban solas, se sentían fuertes golpes y las taquillas eran golpeadas con gran violencia. Los objetos se movían solos y una vez las treinta y seis ventanas del cuartel se abrieron a la vez.

Aquello se escapaba de la comprensión de los aterrados militares que incluso veían extrañas formas luminosas paseando por el cuartel: “Aquello era horrible. Mientras estábamos acostados, oíamos claramente cómo las puertas de las taquillas se abrían y cerraban solas, con mucha fuerza y como por arte de magia. En otra ocasión oímos pasos, pasos que sonaban cada vez más cerca, pero por más que mirábamos, no conseguíamos ver a nadie”.

Oscar Blasco Calvo manifestó al portal «Mundo Misterioso» años más tarde: “Aquella noche me tocaba guardia. Serían las dos o las tres de la madrugada. Estaba enfrente de la garita y tenía frío. Había un puerta con un candado que sonaba mucho, supongo que por el viento, ¿no?, me imagino. Bueno, y desde la garita yo veía “peña” ahí, en la montaña. Y tenía el cetme montado y con el cargador puesto, del miedo que tenía. O sea, allí no tenía que haber nadie, y arriba en el monte una luz, cuando allí no hay ninguna luz. Aquella luz se movía, bajaba, y de repente otra vez estaba arriba, y bajaba… Di novedades al cabo primero y se rió de mí, y yo dije, bueno, pues serán imaginaciones mías. Pero aquello quedó registrado en el libro de novedades.”

En el mismo medio indicaba: “Cuando acabé la guardia de dos horas me fui a dormir, y después me tocó una patrulla de dos horas también con otro chaval, y teníamos que dar vueltas al refugio”. Intranquilos por lo vivido recuerda que «empezamos a dar vueltas. Mirando los camiones y todo eso, ya ‘cagados’…, yo con lo que había visto, ‘cagados’… Y comenzamos a inspeccionar la fachada, todas las ventanas estaban cerradas, pues bien ¿no?. Seguimos andando, lo que cuesta dar una vuelta al refugio, siete minutos u ocho, y cuando miramos otra vez todas las ventanas estaban abiertas.”

Un soldado dijo a otro compañero “¿Tú lo has visto?” y decidieron dar otra vuelta:  “Dimos otra vuelta, y entonces… ¡Estaban otra vez cerradas! Estábamos ya jiñados”.

Ángel Civera hizo el servicio militar en el refugio-cuartel de Cerler en 1994, él narra su experiencia: «Yo oí pisadas. Serían las doce y pico de la noche. Aquel día yo fui el último en acostarme y cerré las dos puertas, por lo que sabía que no había nadie levantado. Por lo que es el pasillo donde está la centralita oí pasos. Y no se abrió ninguna puerta ni nada. Allí no había nadie. No había nadie seguro, ya que si no habría oído abrirse la puerta».

Además «en el refugio conservaban un ejemplar del periódico en el que se hablaba de los fenómenos paranormales que sucedían allí. Cuando lo vi fue la primera vez que tuve conocimiento de lo que allí pasaba. El cabo furriel, que era quien llevaba las llaves de todo, en ocasiones subía al botiquín y se encontraba las luces encendidas, cuando sólo él podía entrar allí.”

Todo era especialmente virulento en los lugares relacionados con alguno de los fallecidos aquella aciaga noche.
Un par de años después la actividad disminuyó significativamente sin que nadie pudiera explicar convincentemente que ocurrió en el cuartel en aquellas aterradoras jornadas.

El Ejército silenció todo lo ocurrido pero la opinión pública y los investigadores sabían de la realidad paranormal de aquel cuartel en Cerler.