Uno de los lugares más encantados que podemos encontrar en Cantabria es un antiguo hospital, o lazareto, que se encuentra en la isla de Pedrosa, un lugar en el que encontramos una vieja edificación que se dice que está encantada, tomada por los espectros que allí vieron como perdían la vida.
La historia del lazareto de la isla de Pedrosa
Su historia hemos de ubicarla cuando era un pequeño lazareto en 1869 (aunque las referencias iniciales son de 1834) y que tenía como principal misión la de tener en cuarentena a “los buques con patente sanitaria negativa cuando existían defunciones durante el trayecto, traían enfermos infecto-contagiosos o procedían de países con enfermedades endémicas”.
Era una época en la que preocupaba la tuberculosis y enfermedades consideradas como contagiosas o exclusorias, debido ello se crearon este tipo de centro amparado por el Real Patronato Central de Dispensarios e Instituciones Antituberculosas que, en 1907, crea Alfonso XIII, quién era huérfano debido a la muerte de su padre por tuberculosis. De esa forma se llega a la conclusión que este tipo de iniciativas tendría una repercusión positiva en la España de la época y la zona donde se enclavarían, bien fueran de montaña o de costa. Por todo ello, en Cantabria, se crea el lazareto de la isla de Pedrosa o su análogo en Oza, en La Coruña. En muchos casos eran lazaretos reconvertidos en sanatorios que llevaban todo lo que era enfermos contagiosos o de exclusión social como la locura.
En 1912 es visitado por los reyes que provocan un impulso al recinto en cuanto a su función sanitaria siendo la reina Victoria Eugenia la que colocaría la primera piedra del denominado como «Pabellón Infanta Beatriz». En 1928 se estudia y realizan cirugía de huesos al llegar allí el doctor Juan Bautista González-Aguilar.
En 1947 es el doctor Víctor Meana Negrete el que hace diferentes estudios y tratamientos de lesiones oste-articulares y secuelas de la tuberculosis, poliomielíticas o traumáticas, fundamentalmente en la infancia.
En 1965 es la etapa moderna al amparo del doctor Rafael Colveé Guillén siendo cerrado el 12 de diciembre de 1988.
En el conjunto también se realizaron terapias a enfermos mentales, en menor medida pero que, encajaba dentro de la función reclusoria que muchos de estos centros tuvieron en su época.
La isla de Pedrosa es una península en la bahía de Santander y tiene 187 metros de longitud donde están hoy día las casi abandonadas instalaciones sanitarias donde también destaca una iglesia o un teatro que trataba de dar «normalidad» al aislamiento que sufrían las personas allí confinadas. En 1918 este centro dio espacio a “niños, que en nuestra patria son legión, que se ven invadidos por la miseria fisiológica, hija de la mala habitación y del averiado y escaso alimento, causas fundamentales de la tuberculosis que asuela el país”.
El arquitecto Ricardo García Guereta decía sobre estas instalaciones: «Un Sanatorio para niños pretuberculosos debe ser un parque amplio, con superficie proporcionada al número de niños que han de constituir la Colonia, en el que destaquen una porción de edificios limpios, ordenados, alegres, rodeados de praderas con grandes árboles y jardines poblados de flores, cruzados por amplios y bien afirmados caminos que permitan la comunicación entre todos los puntos del Sanatorio con rapidez y comodidad».
Su actividad como manicomio es, quizás, la más desconocida pero, sin dudas, los fantasmas que allí se dice que habitan son lo que más atrae a los investigadores de lo paranormal.
Fenómenos extraños
Así un ejemplo de ello lo encontramos en el colectivo de Investigadores Contacto Oculto Asociados (ICOA) y experiencias que vivieron en su interior, El Diario Montañés se recoge el testimonio de Ana Lauda que habla de en el viejo lazareto hay «los fantasmas que habitan los pabellones abandonados de la isla de Pedrosa» donde incluso detectaron, a nivel sensitivo, como había una especie de «energía rara».
«Lo primero que vimos cuando entramos en uno de los pabellones abandonados fueron fantasmas de niños y ‘camitas’ muy pequeñas que no sabía ni que existían» decía Ana.
No suficiente con esa primera experiencia decidieron volver al edificio, tal y como recoge el diario, y allí realizaron diferentes prácticas, algunas de ellas esotéricas: «Hicimos una ‘ouija’ pero no funcionó. Sin embargo, antes de empezar, un compañero del grupo puso una canción en el móvil -una versión de ‘Every breathe you take’ entonada por un coro infantil- y mientras sonaba, comenzó a oírse un tropel de gente bajando por las escaleras del edificio. Eran los fantasmas de unos niños, vestidos con ropa antigua, acompañados por una mujer que parecía una enfermera. Aquello lo vimos los siete. Los que son sensitivos y los que no».
En torno al mismo hospital Ana redunda en la propia historia del sitio: «El lugar fue un lazareto -hospital de leprosos- utilizado en el siglo XIX para alojar a personas terminales que venían de Cuba y de otras partes del mundo con enfermedades tropicales. Allí se abandonaba a los leprosos hasta que morían, sin ninguna atención medica. A comienzos del siglo XX se convirtió en un lugar para enfermos de tuberculosis y anomalías óseas, y el hospital llegó a tener 600 camas. Lo que me hiela la sangre es un fantasma que porta un hacha enorme y parece un verdugo».
Las «niñas pájaro»
Mi buen amigo Juan Gómez, de «Nueva Dimensión», me decía al respecto: «Allí podemos encontrar la historia de las «niñas pájaro» que eran dos chicas que tenían una enfermedad muy rara que les deformó el rostro y parecían aves. Dicen que, hoy día, se aparecen en Pedrosa y que quién las ve, como no puede ser de otra forma, quedan marcados por el horror».
Hoy estas niñas pájaro son parte de la leyenda de la isla de Pedrosa pero tenían nombre: Aurora y Pilar, nacidas el 1 de abril de 1955 y el 23 de julio de 1957, naturales de Ampuero y con un diagnóstico de progeria. Allí fueron ingresadas y se ganaron el cariño de todos cuanto la conocieron. Aurora falleció en 1972 de un infarto, con tan sólo 16 años. Pilar falleció en 1982 de un infarto mientras dormía. Lejos de lo que decía la leyenda que estuvieron recluidas, casi escondidas, la verdad es que vivieron disfrutando del entorno y las fiestas, de los amigos y de la vida.