Miedo en el psiquiátrico de ‘Las Tiesas’

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Los fenómenos paranormales tienen curiosas formas de manifestarse, en ocasiones, a tiempo vista, por parte de personas que vivieron situaciones difíciles de creer y que, incluso, fueron tomados por «locos».

Claro que si todo ello sucede en un hospital psiquiátrico todo tiene una serie de connotaciones que se podría relacionar con la actividad del mismo. Es el caso de la experiencia que nuestro testigo nos contó en el Hospital Psiquiátrico de la Virgen de la Purificación en Albacete y que es conocido, popularmente, como Hospital de «Las Tiesas».

Experiencia inexplicable

Su nombre es Rafael y trabajó como asistente sanitario en el citado centro. El testigo nos decía: «trabajé como enfermero en «Las Tiesas» en desde el año 1978. Era un edificio moderno y muy grande. Mi trabajo era el llevar a los pacientes de un lado a otro, rehabilitaciones, terapias y en las noches controlar que todo estuviera en orden, medicación y demás, eran otros tiempos» decía.

«Una noche nos ocurrió algo muy raro, había una luz en una habitación de un paciente que aunque la apagáramos se encendía sola. Creyendo que podía ser el paciente, de alguna forma, entramos y lo vimos sentado. Estaba como si tuviera algo en las manos y le dijimos «¿Qué tienes ahí?» y él no dijo… «Una ouija, ¿no la ves?». Le seguimos un poco la corriente y le dijimos que sí, mi compañero le dijo: «¿Cómo se juega?» y él comenzó a decir: «Poned un dedo y jugamos». Era curioso vernos a los tres con el dedo en el aire mientras el paciente hablaba, era de los no peligrosos, un tipo muy calmado con una mala vida que le llevó allí dentro. La cosa es que nosotros sólo seguimos su movimiento. Tratando de seguirle el juego. Mi compañero le dijo, «mejor que apaguemos la luz que el espíritu se sentirá mejor» y se levantó la apagó. Lo curioso es que al regresar el paciente dijo: «a él no le gusta la luz apagada» y preguntó: «¿Estás aquí? Da una señal» y la luz, no sé cómo, se encendió. Nos quedamos mirándonos diciendo que era simple casualidad. Entonces mi compañero se levantó de nuevo y la apagó. Estuvo como un par de minutos esperando a que se encendiera, mientras aquel hombre me decía: «a él le gusta la luz apagada». Al sentarse de nuevo comenzamos y dijo lo mismo y la luz se encendió» relataba impresionado.

Rafael tiene hoy 79 años y en sus ojos denota la impresión de ese momento, con las lágrimas saltada dice: «Lo más impresionante es que mi compañero dijo: «Ea, se acabó la ouija, vamos a dormir y el paciente gritó «No, hay que cerrar la sesión, hay que cerrar», se alteró mucho y, en ese momento, la puerta se cerró con una violencia tremenda y la luz comenzó a parpadear, la puerta se abrió y se volvió a cerrar y en el resto de habitaciones comenzaron a gritar los pacientes, aquello era como un circo descontrolado. Fue una impresión. Le dijimos que le pidiera al espíritu que volviera a la calma y así pasó, le dejamos la luz encendida y todo volvió a su cauce. Fue una impresión muy grande, en mi vida había vivido nada así» decía.

«Al día siguiente lo comenté al médico y me dijo que podía haber sido casualidad o que la fuerza psíquica del paciente había producido todo aquello, la explicación me llamó mucho la atención viniendo del médico y, lo curioso, es que en la parrilla de medicación se incluyo un sedante muy ligero para aquel paciente, desde esa noche que, en mi opinión, no lo necesitaba. Pregunté la razón y se me dijo que mejor no hablara y que ese enfermo ponía nerviosos al resto», algo que sucedía con demasiada frecuencia el medicar a enfermos para que no causaran problemas.

Historia de «Las Tiesas»

El Hospital de «Las Tiesas» se inauguró en 1974 siendo ejemplo de modernidad en este tipo de centros. Se correspondía con un proyecto realizado en el año 1968 con la ambición de ser de los centros más innovadores de Europa. Tuvo un presupuesto de 125 millones y comenzó su edificación en el año 1972.

Se quiso tener allí a una «población» de enfermos metales alta y que dejaran de ser una preocupación para sus familias aunque no se quería que se le llamara «manicomio» por las connotaciones que pudiera tener. Tenía capacidad para 300 personas y estuvo en activo como tal hasta el año 2006 en el que se sustituyó por el Centro de Atención a la Salud Mental de Albacete siendo un complejo muy amplio con 36.000 metros cuadrados construidos, con varios pabellones y con recintos que trataban de llevar normalidad tales como capilla, teatro, recintos deportivos, jardines, tiendas o peluquería, era una pequeña ciudad en la que, separadamente, había hombres y mujeres.

«Lo cierto es que allí pasaban cosas extrañas. Había pabellones que estaban vacíos y se escuchaban ruidos raros o dejabas cosas en la mesa y aparecían en otro lado, incluso se veía, según decían los compañeros, una sombra que pasaba hacia la zona del teatro, era difícil trabajar allí y estar allí conviviendo con cosas que no conocías» concluía con un relato que ejemplifica bien lo que sucedía en este tipo de manicomios a los que se les trataba de ablandar la fama que tenían.