Pocas palabras pueden describir un espectáculo tan emocionante como el vivir, junto a miles personas, la Pasión de Cristo a través de las distintas hermandades que procesionan en tales fechas por las calles de muchas ciudades de Andalucía. Estallido de colores, de fervor, de religiosidad, de amor, de amistad y feligresía al son de una banda de música interpretando marchas como “Amargura, “Virgen del Valle” o “Saeta”. Para muchas ciudades se trata de su Semana más grande, pero a veces se puede tornar como una terrible pesadilla.
Una de esas pesadillas se vivió en la Semana Santa del año 2.000, en la ciudad de Sevilla, durante su noche más larga, la noche donde el sevillano no duerme y el sueño es sustituido por un silencio que parte el alma o por el estallido emocional de un viva a la Esperanza, es la Madrugá de Sevilla, aunque aquella noche maldita, aquella Madrugá del 2.000, sería recordada, eternamente ya, como La Madrugá del Pánico.
Sucedió al filo de las cinco y cuarto de la mañana, las hermandades que realizaban su estación de penitencia a la santa iglesia Catedral se encontraban, como se dice, “en la calle” o de regreso a sus capillas e iglesias, todas ellas según un itinerario diseñado y previsto.
De repente un grupo de personas comienza una carrera desesperada sin rumbo fijo y sin ninguna explicación que la motivara, comenzó en la Plaza del Duque. Aquella primera carrerita no tuvo mayor incidencia pero si dejó a las personas que se encontraban en sus proximidades lo suficientemente alertadas como para mantener alta la atención aquella noche. Al poco tiempo una segunda estampida de personas que comienzan a correr, cada vez hay más personas que huyen sin saber bien de qué, el pánico estalla en La Campana, en pleno corazón de Sevilla y el terror se apodera de todos por igual, bien fuera público o penitentes cumpliendo su promesa en su hermandad. Todos corren, personas, agentes, nazarenos…, gritos, pánico, histeria… Un rosario de sillas colocadas en la carrera oficial de las hermandades (el itinerario que suelen realizar desde sus templos hasta la carrera oficial –La Campana, calle Sierpes, Plaza de San Francisco, avenida de la Constitución y Catedral-) dificultan la huida de los espectadores e integrantes de los cortejos y cofradías, en ese momento el caos y el desconcierto se ha apoderado de todos los asistentes, pero una pregunta flotaba en este tenso ambiente: ¿qué es lo que sucede para que todo el mundo corra? ¿De qué se huye la gente?
Entre tanto, ¿qué sucedía con las hermandades que fueron asaltadas por esta marea de personas huyendo despavoridas sin saber de qué? La popular hermandad de La Macarena estaba Cuna, el miedo fue tal que los costaleros del paso de la Sentencia salieron del mismo del paso para cobijar en su interior a los niños que estaban alrededor y que así no fueran arrastrados por aquella muchedumbre víctima del pánico. Además esta hermandad vio su banderín de la Juventud se rompía fruto de aquel desaguisado.
La Hermandad del Silencio estaba entrado en su iglesia sobre las cinco y media, su palio se vio “zarandeado” casi en la puerta de la iglesia de San Antonio Abad en la calle Alfonso XII a escasos metros de La Campana.
El Señor de la Salud de la hermandad de Los Gitanos se quedó solo en la calle Orfila e incluso existen imágenes de un nazareno de esta misma huyendo con un guión para alertar a su cruz de guía del incidente que estaban viviendo metros atrás. Su palio vivía tensos momentos en la siempre angosta calle de Santa Ángela de la Cruz cuando la muchedumbre huía en sentido contrario a la marcha de la hermandad.
La hermandad del Gran Poder se la podía encontrar en la calle Gravina lejos del palio de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso que se encontraba en la calle Zaragoza. Dicen que los nazarenos sitieron como aquella estampida humana hizo temblar el suelo bajo sus pies y cuando todo pasó sólo hubo silencio…
La hermandad más afectada, sin dudas, fue la de la Esperanza de Triana cuyas imágenes de su Cristo de las Tres Caídas aún se guardan en la retina del recuerdo del sevillano entrando en La Campana y quedando arriado el paso ante el desorden que se estaba viviendo. La Banda se música corría, los nazarenos huía igualmente y el paso quedaba inmóvil en el nacimiento de la calle Sierpes.
La policía no sabía a ciencia cierta lo que estaba sucediendo, aquel acontecimiento inesperado simplemente los sobrepasaba –lógicamente-. El espectáculo era dantesco: personas que lloraban, contusionados, chaquetas, bolsos, zapatos ,capirotes de nazarenos, cirios, sillas rotas, vallas destrozadas, máquinas de refrescos volcadas, teléfonos móviles tirados por los suelos en medio de la más absoluta desolación, y lo más grave es que sucedía al unísono en diferentes puntos de Sevilla como Plaza del Duque, Campana, San Eloy, Plaza de la Magdalena, Rioja, Imagen Orfila, El Salvador o Santa Ángela de la Cruz. Había todo sucedido en apenas 45 minutos.
Nadie sabía lo que había sucedido y así, con nula información, el Delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla comentaba a diferentes medios de comunicación sevillanos que todo se había debido a la explosión de una tubería de agua en la calle Jesús de la Vera Cruz, con posterioridad la misma Empresa Municipal de Aguas (Emasesa) desmintiño categóricamente tal noticia. Aquella noche la policía sevillana se vio impotente ante lo que estaba sucediendo en las calles de Sevilla, nadie se había preparado para algo así.
Las tradicionales y bien manejadas bullas sevillanas se habían convertido en esta ocasión en un ratonera de la que Sevilla no supo salir…
Se comienzan a buscar responsables para aquella noche de locura en las febriles calles hispalenses y el primer señalado sería un joven delincuente habitual llamado David Sánchez, alias “El Avispa”, según su propia declaración a distintos medios de comunicación (Diario “El Mundo”) trataba de exculparse de la gravedad de los incidentes de aquella noche narrando lo sucedido: ”Una avalancha de gente muy asustada entró en el bar donde yo tomaba una copa; fue entonces cuando salí a la calle y me engancharon dos policías. Me metieron en un coche, me llevaron a un callejón y, tras sacarme un cuchillo que llevaba guardado, me pegaron un paliza de muerte, sólo soy un cabeza de turco. Yo no corrí, yo no asusté y no pude estar en seis sitios a la vez”. David Sánchez, acudía con la cara con evidencias de haber sido golpeado denunciando en el Juzgado de Instrucción 10 de Sevilla a la Policía Local de Sevilla “por la brutal paliza que me propinaron sin ningún motivo”.
Sin embargo algo que parece incontestable es que este joven delincuente portaba un cuchillo de grandes dimensiones la noche de las ya famosas “carreritas” aunque el trataba de justificarlo así: “El cuchillo lo llevaba porque he recibido una puñalada de 20 centímetros en el estómago por asuntos de drogas y tengo que protegerme, pero no lo enseñé en ningún momento. En el callejón, me pusieron las esposas y, entonces, me preguntaron si llevaba navaja. La cogieron ellos de la parte de atrás de mi pantalón y, entonces, comenzaron a darme el curro sin piedad; me cubría la cara para que no me pegaran patadas. Aún tengo grabada la cara de los dos policías que casi me matan”.
La jueza, Inmaculada Jurado, ponía en libertad al joven tras no encontrar las suficientes pruebas que lo relacionaran con los graves incidentes de aquella noche que se cobró 53 heridos en las calles de una ciudad sitiado por el pánico y es que aquella noche entró en juego la denominada “psicología del miedo”. Entre tanto David Sánchez declaraba no sin razón: “ Yo no pude estar en seis sitios al mismo tiempo; no soy Jesucristo… Yo estaba esperando a que pasase el Cristo de los Gitanos y, entonces, entró gente muy nerviosa diciendo que había tiros. Salí corriendo en dirección contraria sin saber muy bien por qué ni hacia dónde, y me topé con la policía. Yo no estaba bebido, como dice la policía, sólo tomé dos whiskys, como todo el mundo en la Semana Santa”. Y así nuestro autoproclamado “cabeza de turco” logró evitar las culpas de una noche de infarto.
Nuevamente entra en escena el Delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla y, afirma que el suceso de la Madrugá sevillana lo provocaron “70 o 80 jóvenes en cinco o seis grupos organizados”, esta declaración chocaba frontalmente con la Subdelegada del Gobierno, Rocío Roche, quién, también dando palos de ciego, ratificaba que todo fue originado por un delincuente causó el caos con un cuchillo. Ayuntamiento y Delegación del Gobierno entraron así en una agria polémica sin ni siquiera saber argumentar lo que estaban declarando.
Un comentario si era común en la calle tras aquel incidente. Si le preguntabas a un sevillano: “¿y tu por que corrías?” Te contestaban: “Vi que la masa venía corriendo hacia mí y yo también empecé a correr”. Y es que se calcula que en una superficie de 600 por 800 metros en Sevilla aquella noche se concentraban alrededor de 700.000 personas prestar a disfrutar de la Semana Santa en la noche sevillana. En ese trayecto habían 31000 obstáculos en forma de sillas más otras tantas vallas… Todo el recorrido oficial que lleva a las hermandades hasta la Catedral.
El Delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla, José Gallardo añadía a sus primeras declaraciones que se había tratado todo de: “70 u 80 jóvenes sevillanos en cinco o seis grupos organizados que provocaban carreras de fuera hacia adentro de la carrera oficial con el objetivo de enturbiar un poco la paz de nuestra Semana Santa. No entro en que fuera un juego de rol ni la película de marras”, y es que se habló mucho de la irreverente “Nadie conoce a nadie” en la que las calles de esta ciudad se convierten en un juego de rol creando un pánico colectivo similar al vivido aquella noche.
En estas también quiso opinar el primero de los sevillanos, el Excmo. Sr. Alcalde de Sevilla -en la época-, Alfredo Sánchez Monteseirín declaraba que la versión dada por la Delegación del Gobierno en Andalucía sobre un único individuo como causante de todos los males de aquella noche: “no se tiene en pie” y proseguía que: “tampoco en estos momentos, que hayan sido organizados por un grupo, porque no tenemos todos los datos, aunque nos llega información de que es imposible que simultáneamente ocurran estas avalanchas humanas en varios puntos a la vez. La detención del delincuente no se corresponde en absoluto con la realidad. Nadie cree en Sevilla que, como consecuencia de una detención de un delincuente en un punto concreto de la ciudad, se produjeran esas avalanchas humanas, la falsa alarma y la gente corriendo”.
Las pesquisas policiales y su buen hacer continuaba lejos de las declaraciones del mundo de la prensa, silenciosamente la policía nacional barajaba la hipótesis del juego de rol en Sevilla inspirados por la película citada, sobre todo debido ello a las informaciones de un particular identificado también denunció haber oído cómo se planeaba algo así en la Facultad de Matemáticas tres semanas antes de aquella noche.
Consultado José Gallardo de la primera explicación facilitada a los medios de comunicación aquella famosa y tristemente recordada Madrugá del 2.000 la explicación había variado diametralmente, de aquella seguridad inicial sólo quedaba el recuerdo y el delegado afirmaba que así lo dijo por la radio para “transmitir un mensaje de tranquilidad y negar que hubiera disparos”, tan sólo 24 horas después.
Lo que nadie sabe explicar es como simultáneamente se produjeron las avalanchas de público en sitios tan distantes e incomunicados como la esquina de Zaragoza con Reyes Católicos o la calle Cuna y el Salvador, afectando a hermandades tan emblemáticas como el Gran Poder, La Macarena o Los Gitanos.
Con el discurrir del tiempo se comienzan a concretar datos y parece que todo surge en la Plaza del Duque, la gente entonces corre hacía la calle Javier Lasso de la Vega en dirección a la Campana y los abonados de las sillas dispuestas en la plaza del Duque salten unos sobre otros huyendo, derribando vallas y todo lo que se encontraba a su alcance creando las primeras escenas de pánico colectivo. Se desmiente que se hubieran escuchado disparos e incluso una explosión de gas o agua, todo ello apoyándose en las declaraciones y testimonios de los agentes de policía y voluntarios de Protección Civil.
El mentidero sevillano comienza a funcionar y se escuchan todo tipo de especulaciones aquella noche, nadie sabe lo que sucede y lo que vino a continuación ya lo hemos narrado a nuestro amigo lector que sin dudas estará tan intrigado como nosotros ante esta sorprendente historia de miedos y religiosidad en pleno siglo XX. A las seis y media todo había finalizado, deambular de ciudadanos estupefactos ante lo ocurrido, cofradías reorganizadas y de miles de personas que salían del centro de la ciudad para tratar de olvidar una noche ya histórica del recuerdo de Sevilla teniendo como principal protagonista a la más intocable de sus fiestas: la Semana Santa.
¿Pero que ocurrió realmente aquella madrugada del 2000, aquella “Madrugá del Pánico”?
Todo son preguntas aunque las respuestas son difíciles. Antes de entrar con las posibles explicaciones unas preguntas que se harán mientras leen esta intrigante historia entre aroma a azahar e incienso. Quienes mejor las concretaron fueron los periodistas J. Rubio y A. Salvador. del Diario “El Mundo” y lo exponían así: ”Tres días después de que se produjeran los incidentes, todavía quedan demasiadas interrogantes que nadie ha despejado. Estas son algunas de ellas:
¿Disparó su arma el policía? El agente que detuvo al borracho con el cuchillo -supuesto causante de las avalanchas, según una versión de los hechos- ha hablado de que se lanzó sobre él, pero el concejal de Seguridad Ciudadana admitió que había hecho uso de su arma reglamentaria. ¿Sólo la blandió?
¿Disparó al aire? Nadie quiere entrar en una cuestión tan espinosa. Los policías saben que hay ocasiones en que el uso del arma causa mayor mal del que se quiere evitar: por ejemplo, una bulla de Semana Santa. Muchos testigos hablan de detonaciones, pero nadie confirma ni desmiente esta versión.
¿Había suficiente policía? Si bien es cierto que una estampida como la que se produjo es imposible de controlar, una mayor presencia de efectivos policiales en la calle hubiera servido para calmar ánimos y evitar tumultos. Un comunicante de Canal Sur lanzó al aire la cuestión: ¿por qué no han venido las compañías de refuerzo de la Policía Nacional de Córdoba y Badajoz que solían venir? Lo cierto es que otros años había más dotaciones en sitios neurálgicos como el Duque, la Alameda, la plaza Nueva, la Gavidia o el Salvador. También es cierto que la Policía Local ha ido ganando terreno en detrimento de la Nacional en el plan de este año.
¿Estaban coordinados? De nada serviría que hubiera muchos agentes si no estuvieran bien coordinados. Da la impresión de que no lo estaban. La Policía Local había requerido más efectivos de la Nacional en la Gavidia ante el temor de incidentes y el comisario al mando contestó que no disponía de más hombres, según el concejal Gallardo. ¿No se había previsto ese punto negro en el plan conjunto o se dejaba a la improvisación?
¿Había plan de evacuación? En las sillas y palcos de la carrera oficial se sientan más de 30.000 personas. Nadie, hasta la fecha, ha podido explicar cómo se saca de allí a toda esa gente y en cuánto tiempo por si hay una emergencia como sucede con los estadios de fútbol. Las competencias sobre la carrera oficial las tiene la Concejalía de Fiestas Mayores en lugar de la de Seguridad Ciudadana.
¿Se habían adoptado medidas especiales? En círculos relacionados con los juegos de rol se había extendido el rumor de que iba a pasar algo en la madrugada de 2000 como en película Nadie conoce a nadie. El concejal de Seguridad Ciudadana arremetió el Viernes Santo contra el servicio de información de la Policía Nacional por no haber detectado estas intenciones. Nadie ha desmentido aún que circularan estos rumores ni ha explicado si se investigaron.
¿Cómo se pueden organizar 80 personas a la vez? Gallardo habló de medios sofisticados de los saboteadores para provocar los saltos de manera sincronizada. Se supone que se refería a teléfonos móviles o sistemas de teletrunking (walkie-talkies) y a mensajes por Internet para concertarse”. Concluían ambos periodistas.
Y tras estas incómodas preguntas algunas respuestas que se barajaron como posibles explicaciones a los desórdenes vivido en aquella noche inolvidable, tristemente inolvidable, de Sevilla. Y es que las que a continuación exponemos son todas las hipótesis que se barajaron sobre lo que pudo haber ocasionado aquel miedo colectivo en Sevilla, la primera de ellas nos hablaría de un individuo solitario que creó el pánico en varias calles, a la misma hora y a la vez individuo detenido…, individuo que como hemos repasado tuvo argumentos como para que el peso de la Justicia no cayera sobre él sobre un incidente del que seguramente él no fue responsable.
La segunda nos habla de jóvenes pertenecientes a familias notables de Sevilla inspirados en la película «Nadie Conoce a Nadie» que hicieron esa noche un tablero de Rol con las calles de Sevilla y se dispusieron a jugar. El resultado fue el apetecido y el que esperaban: desorden y caos. Sin embargo se antoja muy difícil llevar a la práctica tal puesta en escena por las calle de una ciudad con amplio dispositivo policial en las calles.
La tercera de ellas nos cuenta que todo sería fruto de las golferías de jóvenes con ganas de reventar la semana santa. Un acto de irreverencia con poca base.
La cuarta hipótesis, sólo hipótesis, habla que todo pudo ser debido a un acto de sabotaje escapado de las manos y del control como reivindicación policial a negociaciones no atendidas de ampliación de plantilla y mejoras en convenios y otros sectores de negociación que afectaba a este mismo colectivo tan importante para cualquier ciudad. Desde luego se antoja descabellada pero como también se habló de ello es justo recogerlo.
No menos descabellada es la quinta hipótesis, que nos habla que un toro se escapó de la Plaza de Toros de Sevilla, de la Maestranza, y campando libremente por las calles creó el miedo, el horror, el caos y el desorden aquella noche. Aquella noche ningún toro de escapo de sus toriles.
La sexta hipótesis contaba como un individuo con una pistola en la mano realiza varios disparo creando una estampida de horror, aquella noche parece que no hubo nadie armado y amenazante en las calles pero de haberlo habido el resultado hubiera sido muy similar al vivido en las calles de Sevilla.
Nos acercamos al final, sólo quedan dos hipótesis más, una ya la hemos visto, nos trata de convencer de cómo se produce una explosión de gas o de agua entre las calles Jesús del Gran poder y Jesús de la Vera Cruz aproximadamente, a cien metros de La Campana. Esto fue categóricamente negado y desmentido por la Empresa Municipal de Aguas de Sevilla.
Y la última es la más temida, hablaba de un atentado terrorista, algo que sería una barbarie, algo impensable para gente de bien y de paz pero que su sólo rumor podría hacer volverse loca a toda una ciudad ciertamente. No, no hubo ningún atentado en Sevilla aquella noche y sólo pensarlo da miedo.
Fue una noche de miedos y carreras, una noche de pánico y confusión, una noche en la que entró en juego, y de que manera, la “psicología del miedo”, una noche tan particular como frustrada en las que muchos corrieron sin saber bien de qué o de quién. Correr por correr, por no ser atrapado por algo que se desconoce y que no se ve, correr por intuición, por instinto de supervivencia, correr por correr, por salvar la vida o por ponerse a salvo. Correr por no frustrar una noche particular sin importar la colectiva. Correr por miedo en una noche que se ganó a pulso ser conocida como La Madrugá del Pánico.
*Información perteneciente al archivo personal del autor; imágenes Giralda Tv (desaparecida).