Tecnología y comunicación con el más allá, ¿realidad o fraude?

Actualizado:

Su nombre resonó con fuerza en determinados ambientes de la investigación paranormal, era un aparato que servía, en teoría, para poder comunicarse con el mundo de los espíritus, con los seres fallecidos, en plena efervescencia de la investigación paranormal y del capítulo de las psicofonías, es el “Spiricom”.

Fue la Metascience Foundation la que en los años 70 del pasado siglo XX ideó y diseño un aparato que supusiera una clara ayuda en el terreno de la investigación parapsicológica. Dentro de la fundación había personas con la suficiente cualificación técnica y científica para poder desarrollar un artefacto que supusiera un avance. Así, transcurridos unos años fue el técnico en electrónica William O’Neill, ya en la década de los 80, el que se encargó del área de desarrollo y en colaboración con George Meek crearon el «Mark IV».

El polémico «Spiricom»

Así, avanzaron un mejoraron aquel aparato y en pocos años desarrollaron el que decían era “el comunicador con el más allá, con los seres de otros planos” ofreciendo de forma libre el acceso a la patente del “Spiricom”.

En aquellas primeras comunicaciones se entró en contacto, usando la “Spiricom” con una voz que decía ser el “Doctor Miller”, un ingeniero de la NASA que murió en 1967. Así fue como el “Doctor Muller” se convirtió en un asiduo del contacto desde el “otro lado” y les dio indicaciones precisas de cómo mejorar, técnicamente, la “Spiricom” a la vez que les apremiaba a darse prisa con el desarrollo pues estaba a punto de pasar a otro plano de existencia.

Se mantuvieron largas conversaciones con el “Doctor Muller” (?), conversaciones que distaban mucho de las habituales psicofonías que no dejan de ser palabras cortas o pequeñas frases, un claro ejemplo de evolución dentro de la transcomunicación instrumental.

Pero, ¿qué es la “Spiricom”? Se trataba de una máquina, un generador de trece tonos a distintas frecuencias, también de un modulador, un emisor de radio y un receptor.

Con todo ello sus creadores afirmaban que el aparato emitía los tonos seleccionados en una determinada frecuencia de radio, la recibía, modulaba, y comprobar si los tonos que habían sido emitidos sufrían modificación.

Todo ello entraba en conflicto con los estudios de parapsicología de la época donde se afirmaba que una gran parte de los fenómenos parapsicológicos eran producidos por la psique humana, por la propia mente del individuo siguiendo las corrientes de los teóricos de la Parapsicología más tradicional –obviamente la investigación parapsicológica aboga por ponderar experiencias de psique con implementación de nuevas tecnologías que registren los fenómenos presuntamente paranormales descritos-.

La “Spiricom” suponía todo un desafío y una revolución en el concepto tradicional de la parapsicología.

Las dudas

La comunicación con el “Doctor Muller” se interrumpieron cuando este dijo: «pronto ascenderé a otro plano existencial en el que no podremos comunicarnos nunca más”. Y aunque muchos fueron los que quisieron seguir las sorprendentes investigaciones Bill O’Neill nadie logró igualarlo.

Pero todo lo que estuvo relacionado con la “Spiricom” se puso en tela de juicio, primero por la escasa aportación de la máquina a la investigación paranormal, por no decir ninguna aportación pese a que la probaron ingenieros y técnicos de avalada profesionalidad y conocimientos.

Parecía no funcionar si no era en manos de O’Neill, y segundo la sombra de la duda que se creó en torno al propio O’Neill dada su afición a la ventriloquía y que todo pudo ser una treta para lograr una financiación y una fuente de ingresos. El mismo John G. Fuller lo narra en su obra “The Ghost of 29 Megacycles”.

Una de las mayores dudas que presentaba el aparato, o más bien las grabaciones, o sonido que emitía, eran las oscilaciones acústicamente abrasivas de la Spiricom que recordaban extrañamente a un laringófono modulado “por humanos, glotis y cavidad oral (reproducidos por el Dr. D. Ríos, patólogo oral de la Universidad de Baylor, y, más recientemente, por el productor Tim Loud), asimilándose a los resultados de Bill O’Neil y George Meek de la “Metascience Foundation”, que por su propia admisión estaban en posesión de “una laringe artificial” ya en 1978?” (Meek, 1981, p 30).

En pleno siglo XXI fabricar un “Spiricom” no es demasiado complicado y resulta económico, incluso se pueden encontrar en el mercado pero todas las experiencias realizadas con él, calibrado a diferentes niveles, resultan decepcionantes. Mis experiencias a la hora de practicar y analizar este aparato han resultado igualmente poco reveladoras y trascendentes.