Una mariposa aletea en Brasil y origina un tornado en Texas. Un futbolista resbala y derriba a un contrario y ve la segunda amarilla y es expulsado. Lo primero es una de las definiciones del Efecto Mariposa. Lo segunda es la enésima representación del efecto Contreras.
Porque es inexplicable en lo futbolístico, en lo técnico… en todo lo que tenga que ver con el balón que a este Cádiz CF le esté pasando todo lo que le está pasando. Pero en el fútbol hay intangibles, dinámicas, que acaban metiendo a un equipo y a un club en una senda de autodestrucción. Hoy en Elche, el cadismo ha vivido de nuevo una prueba.
Algunos lo definirían como sangangui. Otros como mala suerte. En Parque Jurásico el Efecto Mariposa lo definían con otras palabras, pero los guionistas igual pueden tirar de lo que ha ocurrido en este Cádiz CF, porque lo cierto es que del Cádiz que hacía las cosas bien en Primera a este Cádiz que ha enfilado hacia Segunda B (ahora Primera RFEF) solo hay dos diferencias: su vicepresidente, Rafael Contreras, y sus apuestas megalómanas y estentóreas. Véase Sportech o llevarse al Cádiz CF fuera de Cádiz.
El fútbol no tiene lógica. A veces el balón es cuadrado y a los futbolistas les bota en las aristas. Pero tiene esos inexplicables que siempre pasan. Espárrago sentó a Armando porque “tenía malas sensaciones con él“ y le dio la portería a Limia (que paró un penalti en el Camp Nou inclusive). Luis Aragonés sacó de la selección a Raúl y La Roja lo ganó todo en ocho años. Inexplicable, pero es así.
Cuando las cosas se dejan de hacer bien, cuando se distrae el foco, el fútbol castiga. Es como el mus, si con una buena baza la juegas mal y pierdes un órdago no te vuelve a entrar buenas cartas. Dicen que en el póker pasan esas cosas también. O en la ruleta. No he llegado a tanto, otras voces pondrán comentarlo. Pero Manuel Vizcaíno, presidente del Cádiz, empezó a atender a cantos de sirena y el equipo va en caída libre.
Porque no encuentro otra forma de explicar lo de hoy. Lo de esta campaña en general. Con lo meratemente futbolístico no me llega para encontrar las causas. Por trabajo, currículum, calidad, juego… tampoco. Lo cierto es que este Cádiz CF se ha cargado al que parecía uno de los mejores entrenadores de España. Ya no sé si es la plantilla o el cenizo que tiene el equipo encima hace tiempo.
Y eso que, hoy en Elche, Paco López, está vez, alineó al once que se esperaba. Pero parece que siempre tiene que dejar ese toque de entrenador y, de inicio, cambio de bandas a Ontiveros y Ocampo. El uruguayo apenas apareció hasta su expulsión, pero lo del marbellí es otro nivel.
Más allá de saganguis, gafes o inercias, cada vez parece más claro que Ontiveros está de paso en este Cádiz. No que pase, si no que a este nivel no es posible mantenerlo. El equipo le dió su última oportunidad de reengancharse en la élite y no la está aprovechando. De hecho, seguramente, es el que ha mantenido enganchado al equipo en la tabla y a Paco López en su banquillo.
Esta tarde, once contra once, los amarillos no han sido inferiores al cuadro ilicitado. Como toda la campaña, pocos equipos han sido superiores a los amarillos. Los números así lo confirman, que, por delante dos terceras partes de choque, los amarillos han merecido más. Pero, perdón por la repetición, los intangibles del fútbol pueden con el fútbol en sí.
Ante el Elche, los amarillos salieron como acostumbran, con presión alta y tratando de aguantar así el arreón inicial del rival. Y como siempre suele hacer, recuperó un balón muy arriba en la salida del rival. La diferencia es que esta vez le llegó a Ontiveros, que en el área, le dio una pequeña pausa, amagó al portero con disparo y le hizo gol con otro. Era el minuto 7, todo de cara pero mucho tiempo para aguantar, como quedó claro después.
Y eso que el VAR favoreció a los cadistas, que se debieron quedar con uno más mucho antes por un plantillazo de roja de un Roger que no termina de estar. Su expulsión en el 15 parecía tan clara como injusta la de Brian en el arranque del segundo acto. Incluso sus compañeros transmitían esa sensación. Puede incluso que, con el nivelito arbitral, la expulsión del uruguayo se deba a esta no expulsión.
El equipo amarillo tras adelantarse solo tenía que pensar en aguantar la ventaja y, si había suerte, cazar una contra para sentenciar. Las tuvo, pero Roger (y eso sí que es exclusiva responsabilidad de Paco López) no está para ser el 9 de referencia de un equipo en Segunda. Al menos por ahora. Tuvo dos y las resolvió mal, sin colmillo y sin chispa. Para ser el delantero titular del Cádiz hace falta mucho más y a Roger no le llega en este momento.
El Cádiz CF aguantó con orden en el primero tiempo y en el tramo de la segunda parte que estuvo con once hombres. David Gil paraba lo que podía, Kovacevic sigue cogiendo galones y Álex demuestra que el que le abrió la puerta de salida es un visionario del fútbol. Otro más en la cúpula cadista.
El choque parecía más o menos controlado, con arreones y acercamientos locales y el Cádiz asustando pero sin cerrar el choque en la contra. Así pasaban los minutos, a favor del Cádiz, hasta que llegó otro ejemplo del nivelito del arbitraje español y del gaferío cadista. En el 54, Brian Ocampo va a una presión, ante el quiebro rival resbala y se lleva puesto al contrario. Ni va por él ni entra con exceso de fuerza.
La injusticia de no expulsar a Roger la convierte en doble injusticia Sesma Espinosa al mostrarle la segunda amarilla al uruguayo (una segunda amarilla debe ser por mucho más que la primera, dice más o menos la circular para los árbitros.). El VAR, en Madrid, estaría sirviéndose otro café como en la expulsión de Roger. Con esos bueyes aramos, que diría Fernando Santiago en su blog.
Al Cádiz CF no le quedaba otra que tirar de resistencia. De heroica casi. Los numeros del choque reflejan la absoluta superioridad del Elche en todas las facetas. Hay que leer más allá de jugar con 9 ese tramo final y de los gafes. Los amarillos fueron muy pequeños ante el equipo del Martínez Valero.
Los amarillos dieron a la hora de defender lo que tenían con lo que tenían. Esta vez sí llevaría razón Paco López si dice que no puede exigirles nada más. Con lo que había, poco más parecía poder hacer el equipo. El Elche se lanzó con todo a por el empate como primer paso. El Cádiz se encomendó a sobrevivir, defendiendo incluso con seis o 5+1 por momentos. O 5+3 o incluso 5+3+1, no quedaba otra.
David Gil y la defensa iban salvando ocasiones, pero parecía claro que los franjiverdes acabarían, por lo menos, empatando. Y si lo hacían con minutos por delante podían darle la vuelta al marcador. No hacía falta ser un visionario (pon el nombre del visionario que primero te venga a la cabeza seguramente coincidamos) para temer que, cuando marcó Josan en el 82 el Elche iba a ganar.
Sin un lateral derecho puro (buen parrtido de Alejo en esa demarcación) parecía que, como el primero, el gol podía llegar por esa zona. Y así fue. De nuevo falta de contundencia en un despeje en el área y Yago Santiago se llevó el balón ante Sobrino antes de fusilar a David Gil.
Apenas hubo tiempo de más. El Cádiz CF, otra vez, no supo meter el balón a la olla en los instantes finales y el partido expiró sin esa llamada a la suerte en forma de balón colgado. Ni en eso está enchufado este Cádiz. Y eso sí es culpa de Paco López.
Un Paco López al que seguramente le prometiera el club más de lo que le ha dado. Que seguramente se encontró en el vestuario cuestiones que no esperaba, pero que no ha sabido o podido sacar el mínimo rendimiento a un plantilla que no es para estar al borde del descenso. Un Paco López que, a falta de confirmación oficial, va a ser destruido. Igual hay que llamarlo Efecto Contreras...