Se acabó. El sueño del Cádiz CF en Primera División ha durado cuatro temporadas, a falta sólo del epílogo que tendrá lugar el próximo sábado en Almería. Culmina el conjunto amarillo así una campaña para olvidar, en la que el milagro fue llegar con vida hasta estas alturas tras batir récords negativos como el de 23 encuentros sin ganar, la peor racha de la historia del club en la máxima categoría.
El Cádiz se despide de Primera por deméritos propios, lastrado principalmente por una acuciante falta de gol que ha otorgado a los amarillos el dudoso honor de ser el equipo menos anotador de las principales ligas europeas. Con apenas 25 tantos en 37 partidos poco se puede hacer para lograr la permanencia.
Las dos victorias consecutivas de las últimas jornadas, ante Getafe y Sevilla, habían alimentado levemente la esperanza de los cadistas. Pero el empate sin goles –cómo no– frente a Las Palmas de esta penúltima jornada del campeonato ha acabado por terminar con todas sus opciones, confirmando el descenso a Segunda División cuatro temporadas después.
Si hay algo que lamentar en estos cuatro años en la élite, es que han sido muy pocos los momentos en los que el equipo y su afición han podido disfrutar de verdad de la máxima categoría. Siempre al filo de la navaja, siempre con una sensación de inferioridad respecto a otros proyectos económicamente más poderosos, siempre –menos este año, claro– salvando en enero lo que no se hizo bien en verano. Un mensaje que, desde una perspectiva muy distinta, es compartido también por la dirección del club.
La mejor temporada fue la primera tras el regreso a la élite, con Álvaro Cervera en el banquillo. Los cadistas lograron igualar su mejor clasificación histórica en una campaña con victorias para el recuerdo en San Mamés, en Valdebebas frente al Real Madrid o en casa ante el Barcelona. Un Cádiz que recordó, salvando las distancias, a ese mítico equipo matagigantes de finales de los 80 y principios de los 90.
La siguiente temporada, la 21/22, fue la de la ruptura con Cervera y la salvación milagrosa en Vitoria, favorecida por el pinchazo del Granada en casa con todo a favor. Ya con Sergio González asentado en el banquillo, el conjunto amarillo comenzó la 22/23 de la peor manera, con cinco derrotas consecutivas en las cinco primeras jornadas de Liga.
Pese a ello, el equipo acabó el curso logrando la permanencia con relativa comodidad, gracias a la revolución que supuso el mercado de invierno y las victorias decisivas en partidos señalados como finales frente a Valencia, Valladolid y Celta. Un punto en Elche en la última jornada bastó para sellar la salvación.
Radiografía de un descenso
Hay que reconocer que el inicio de temporada del Cádiz en esta 23/24 no hacía presagiar tal debacle. El club logró mantener a jugadores importantes como Conan Ledesma, Víctor Chust o Escalante e incorporó entre otros a un delantero contrastado como Maxi Gómez. Los primeros partidos, con siete puntos en las cuatro primeras jornadas, apuntaban a que esta sería por fin la campaña de la consolidación de los amarillos en la élite.
Pero, tras la victoria en el Nuevo Mirandilla ante el Villarreal (3-1), allá por la cuarta jornada del campeonato, todo se torció. El equipo entró en una peligrosa dinámica, a veces por errores propios y otras veces por fallos ajenos –los arbitrajes merecen un capítulo aparte– que se alargó durante más de media vuelta. La racha de 23 partidos sin ganar, 25 contando los dos de Copa del Rey, se llevó por delante a Sergio González y propició la llegada al banquillo de Mauricio Pellegrino, que ha mejorado levemente los números del catalán pero no ha podido evitar el descenso.
En cualquier otra temporada, tras esos 23 encuentros sin ganar en Liga, el Cádiz habría estado más que sentenciado. Pero es que rivales como Celta o Mallorca parecían empeñados en dar vida a los amarillos con sus continuos pinchazos. Gracias a ello se pudo llegar al tramo final de temporada con ciertas opciones.
Sin embargo, el conjunto amarillo no supo aprovechar estas facilidades, fallando cuando no debía hacerlo. Las cuatro finales frente a otros tantos rivales por evitar el descenso acabaron en tablas, un resultado insuficiente ante las urgencias de los cadistas. Un golazo en el descuento de Machís salvó un punto en la visita del Celta al Nuevo Mirandilla (2-2), Javi Hernández hizo lo propio ante el Rayo en Vallecas (1-1) y también acabó en igualada la visita del Mallorca (1-1). Este domingo tampoco pudo pasar del empate sin goles ante Las Palmas.
En todos estos partidos el Cádiz tuvo opciones de sobra para ganar y quizás mereció hacerlo, pero la falta de gol fue decisiva. Con esos ocho puntos que se escaparon frente a rivales directos, hoy los gaditanos estarían en una situación muy diferente. Puede que no salvados, pero sí compitiendo hasta el final.
El conjunto de Pellegrino rompió su nefasta racha de partidos sin ganar frente al Atlético de Madrid gracias a un doblete de Juanmi, prácticamente el único fichaje de invierno que ha aportado algunas soluciones al cuadro cadista. No ha desentonado en lo poco que ha jugado el central sirio Aiham Ousou, apartado en las últimas semanas por una lesión de tobillo, mientras que la presencia de Sammasékou ha sido meramente testimonial. Nada que ver con el impulso que dieron al equipo los fichajes invernales en campañas anteriores: en esta ocasión se actuó tarde y mal, dejando incluso una ficha libre pese a las lesiones de larga duración de varios futbolistas.
Las dificultades para puntuar fuera de casa también han sido una losa para el equipo amarillo. El pasado miércoles en el Sánchez Pizjuán el Cádiz logró su primer triunfo a domicilio del curso, donde apenas si ha sumado nueve de 51 puntos en juego hasta la fecha.
Los gaditanos lo fiaron todo al Nuevo Mirandilla, pero no fue suficiente. El empate sin goles ante Las Palmas en casa fue la puntilla para los cadistas. En Almería, este sábado a las 18.30 horas y ya sin nada en juego para ambos equipos, acabará oficialmente una trayectoria de cuatro años en Primera División.
Lo sucedido este curso ha puesto de manifiesto que en cuatro años el Cádiz no ha llegado a consolidarse en Primera División. O, al menos, en el césped no ha quedado reflejado ese crecimiento del que hablaban constantemente en el club. Una plantilla construida cada año a base de cedidos, jugadores llamados a ser importantes que defraudan, otros en claro declive que siguen ocupando una ficha aún sin aportar, un mercado de invierno que en esta ocasión no ha cambiado prácticamente nada… Cada año la entidad ha optado por caminar sobre el alambre y este 2024 ha tocado caer. Y decía el presidente, Manuel Vizcaíno, que las permanencias no había que celebrarlas…
La afición dicta sentencia
Para un equipo como el Cádiz, el descenso siempre es una posibilidad y no hay que dramatizar en exceso. Segunda División es una categoría apasionante y no es una tragedia formar parte de ella siempre que sea con la aspiración de volver de nuevo a la élite. Sin embargo, un descenso siempre es doloroso y la afición cadista ya ha dictado sentencia, señalando a los culpables del mismo.
La manifestación que se produjo antes del partido frente al Getafe puso en la diana al presidente, Manuel Vizcaíno, y al vicepresidente, Rafael Contreras, por su labor al frente del club. Al margen de los evidentes errores en la parcela deportiva, muchos seguidores cadistas no están nada conformes con la deriva que ha tomado la entidad, más preocupada del proyecto de Sportech, los cursos de IA o de promocionar las tesis de su vicepresidente que de lo que ocurra en el césped.
Debe corregir el rumbo la entidad cadista para evitar esa desafección que está provocando en buena parte de la afición amarilla. Cualquier síntoma de crecimiento institucional es positivo, pero lo primero en un club de fútbol debe ser –valga la redundancia– el fútbol. Ya habrá tiempo luego para todo lo demás. Si lo relativo al juego no va bien, todo lo accesorio sobra.
Ya en el plano puramente deportivo, las responsabilidades también se reparten entre el banquillo y la plantilla. Ni Sergio ni Pellegrino lograron dar con la tecla para hacer del Cádiz un equipo sólido y consistente a lo largo de las jornadas. Se echa en falta esa identidad que el conjunto amarillo tuvo, salieran las cosas mejor o peor, en los primeros partidos desde el regreso a la élite. Cuando la lucha no se negociaba.
Un quiero y no puedo
En cuanto a los jugadores, en muchos casos ha sido un quiero y no puedo. No se ha visto falta de compromiso, pero sí falta de acierto y de calidad para jugar en Primera División. Un caso muy evidente es el de Chris Ramos, máximo goleador del equipo con cinco tantos. Un jugador que lo pone todo sobre el césped, que ama al club y al escudo, pero que –siendo sinceros– no está aún preparado para cargar sobre sus hombros con la responsabilidad del gol en un equipo de la máxima categoría.
El ejemplo perfecto de lo que ha sido la temporada del Cádiz es el de Máxi Gómez, un jugador que llegó con la vitola de estrella y que puede acabar el curso sin estrenarse siquiera como anotador con la camiseta amarilla. Tampoco han estado a la altura jugadores en declive como Fali, Iza, Escalante o Álex Fernández. Mientras que se ha visto muy poco de otros como Machís, Guardiola u Ocampo.
El agotamiento del proyecto desarrollado en los últimos años quedó también reflejado en el adiós de Negredo, que se marchó en enero por la puerta de atrás tras convertirse en irrelevante para los técnicos. También se despidió José Mari, antaño capitán e intrascendente a causa de las reiteradas lesiones que ha padecido.
Por si fuera poco, las lesiones tampoco han ayudado precisamente a encontrar esa necesaria regularidad, con bajas de larga duración a lo largo del curso de jugadores muy importantes como San Emeterio, Luis Hernández, Roger Martí, Kouamé (justo cuando vivía su mejor momento) o Jorge Meré.
Víctor Chust, Rubén Alcaraz y especialmente Robert Navarro han destacado como lo mejor de la temporada, siendo vitales para que el equipo llegara al menos con vida a esta penúltima jornada. Da qué pensar qué habría sido de este Cádiz si Sergio González le hubiera dado al atacante cedido por la Real Sociedad los minutos y la confianza que sí ha encontrado con Pellegrino, pues en este tramo final de temporada se ha destapado como un jugador diferencial, de largo el más talentoso de la plantilla cadista. Es algo que nunca sabremos.
El calvario arbitral
La afición cadista no guardará un buen recuerdo de los árbitros durante el paso de su equipo por la Primera División. Han sido muchas y muy graves las decisiones arbitrales que han afectado a los amarillos a lo largo de estas cuatro campañas, con nombres como los de Alberola Rojas o Del Cerro Grande convertidos en enemigos declarados de la grada del Nuevo Mirandilla.
Desde aquel flagrante penalti a Perea frente al Granada al reciente gol anulado en Sevilla por presunta falta de Chris Ramos, pasando por el surrealista penalti por la salida de Ledesma en Mallorca, el gol del Elche en fuera de juego, el absurdo penalti por manos de Momo ante Osasuna, la injusta expulsión de Chust en Vigo… La lista de agravios es casi interminable.
Dos jugadores cadistas tienen además el dudoso honor de ser los más amonestados del campeonato. Iván Alejo lidera la clasificación con 17 amarillas, seguido por su compañero Rubén Alcaraz (14). Fali también está entre los primeros puestos con 11 amonestaciones a lo largo de la temporada.
Y no, la incidencia del arbitraje no puede servir para justificar el descenso, pero sí que es uno de los grandes motivos que han propiciado la caída del Cádiz a Segunda. Y las ocasionales quejas del club jamás han sido tomadas en cuenta por los organismos competentes, que prefieren censurar a base de sanciones al que opine sobre los árbitros o el VAR antes que arreglar uno de los grandes problemas que sufre actualmente el fútbol español.
Reencontrarse en Segunda
Como se comentaba al principio de esta información, da la impresión de que la afición cadista no ha terminado de disfrutar del paso de su equipo por la máxima categoría por diferentes factores y es una pena, pues no se sabe cuándo se podrá regresar a la élite.
El descenso a Segunda también debe servir para resetear este sentimiento e intentar disfrutar del fútbol, que no deja de ser un espectáculo y un juego. Si el Cádiz aprovecha su nueva situación y es capaz de empezar de cero con un proyecto atractivo en la categoría de plata, la afición volverá a disfrutar con los suyos.
Una afición que ni en los peores momentos ha dado la espalda a su equipo, protagonizando recibimientos espectaculares incluso cuando el descenso estaba ya prácticamente cantado. Por ellos merece la pena rearmarse para intentar volver a Primera.
Y será, además, en una categoría que promete emociones fuertes. A falta de dos jornadas once equipos siguen implicados en la lucha por el ascenso, entre ellos históricos como el Valladolid, el Racing, el Espanyol o el Oviedo.
Además, se ha confirmado ya que Castellón y Deportivo de la Coruña formarán parte la próxima temporada de una categoría que volverá a contar con una importante representación andaluza, pues a Almería, Granada y Cádiz podrían sumarse Córdoba y Málaga. Ingredientes más que suficientes para disfrutar de una temporada apasionante.
La resiliencia es un concepto muy ligado al gaditano y ahora toca enjugarse las lágrimas y mirar con ilusión el futuro en Segunda División. Y es que para los cadistas, al final, no hay en el mundo una liga más importante que en la que juegue su Cádiz.