La metamorfosis cadista continua su curso. El equipo está mutando descaradamente y le pone otra cara al resignado aficionado que llevaba una morterá de meses yendo a la grada con una flamante camisola amarilla que al final sólo servía para secarse los lagrimones que soltaba viendo las tragedias griegas que nos ofrecían en el césped.
Por fin vimos a una panda de cadistas, hacinados en la viejuna grada del campo del Eldense, como en los viejos tiempos de 2ªB, saltando y pasándolo de coco y huevo por cada gol de los nuestros.
En vísperas del Concurso fallero más largo de la historia, y en el cual escucharemos repetidas veces el término “gaditanismo” bien como virtud o bien como demanda, el cadista de grada descubre el Garitanismo, corriente cercana al Cerverismo, proveniente de la misma base o raíz: apuntalar la defensa como si fueran los cimientos de un rascacielos, y a partir de ahí aplicar las habilidades del talentoso de turno.
Y el que no tenga esas habilidades, que se dedique a correr, robar y dársela al bueno. Si en las primeras etapas cerverianas, la magia estaba en la velocidad turbo casi intergaláctica de Salvi y Alvarito, ahora el zafarrancho de combate te lo monta Ontiveros, cuya maldita ausencia se nota tanto como su bendita presencia. No sólo resuelve con goles situaciones que en un principio no deberían ser calificadas ni como oportunidad, como ayer. También su estancia en el verde hace mejores a los que tiene al lado.
Y agradezcamos infinitamente su carácter díscolo (o eso dicen), su propensión al tarjeteo pamplinoso, y hasta su facilidad para caer en las garras de La Teja, porque de no ser así, Ontiveros no estaría jugando en el Cádiz. Me atrevo a decir que no estaría jugando ni en un equipo de Primera de los de la mitad de la tabla para abajo.
El cambio de rumbo es tan patente, que hasta la Diosa Fortuna se pone de nuestro lado, o el sangangui del lado del otro. El guión del partido fue el inverso a lo que estábamos acostumbrado durante el corto periodo del reinado de Paco Lopez I, el Breve. Unos pocos de partidos de la primera vuelta lo comenzábamos de manera esperanzadora, llevando el mando y llegando con cierta soltura… durante quince minutos. A partir del cuarto de hora, la cosa se calmaba, y al final el dominio que imponía el rival resultaba aplastante.
Contra el Eldense, a la historieta se le dio la vuelta como a un calcetín. Un cuartito de hora de sufrimiento, con un David Gil inspiradete, unos minutos de enfríamiento, y el resto del partido cosa nuestra. Otro detallito, que tal vez esté en conexión con esa ausencia de bajona física, es la presencia de Diakité. Por segundo partido consecutivo se erige como la dovela que cierra el arco, que como la quites, el arco va a por tabaco. Soporta la estructura del dibujo del equipo los 90 minutos, y tiene pinta de que si el partido durara 4 horas, también andaría trotando para arriba y para abajo en el minuto 239. Al físico, digno de poder apuntarse en extraescolares a baloncesto, judo y/o voleibol, le acompaña un pragmatismo inusitado a la hora de soltar la pelota. Hace lo que sabe. Y si no sabe hacerlo, no se mete en ná. Pa qué. Gloria.
Entre uno y otro, y el maravilloso estreno de Climent, gracias al cual por fin ya tenemos competencia para Matos en el lateral izquierdo (o no), nos retiramos del precipicio y empezamos a trazar una distancia de seguridad con la zona peligrosísima. Es pronto, y queda mucha liga. Pero por primera vez en mucho tiempo, alguno que otro ha mirado ya cuantos puntos nos separan del sexto puesto.
La tendencia del equipo nos hace pensar que a partir de ahora se irá produciendo una escalada paulatina, seguramente con alguna lógica etapa de parón. De ser así, se verá si el tiempo que hay por delante será suficiente para plantearnos algo ilusionante, o si las esperanzas matemáticas se agotarán antes de que lleguen esos partidos de vida o muerte de final de temporada. En ese caso maldeciremos la primera vuelta y esa extraña decisión de mantener a Paco López hasta las mismas vísperas de la Navidad, cuando venía estando sentenciado desde antes de los Tosantos. Se verá.