La crónica de Vera Luque del Almería-Cádiz CF: Estafadores CF

Desde hace unos cuantos meses, años diría yo. Desde la famosa juerga de Vallecas, pende sobre vuestras cabezas la espada del sudapollismo. Se ha demostrado a lo largo de estas temporadas de salvaciones agónicas, hasta que llegó el momento de que se hiciera patente: Almería

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Once inicial Cádiz en Almería, donde perdió 6-1. Foto: Cádiz CF.

Gracias a la industria que el fútbol ha generado durante décadas, un futbolista de primera división se asegura por convenio un mínimo de 155.000 euros al año, que viene a ser un poquitito menos de lo que cobra el alcalde de Cádiz y Pedro Sánchez juntos. Hablamos del mínimo. En realidad, cualquiera de los once que el sábado salieron vestidos de amarillo a corretear por la verde pradera almeriense están en torno a los cuatrocien al año.

Por lo visto se cobra en función de lo que se genera, según el mantra que se repite y se repite cada vez que se debate acerca de los sueldos de los futbolistas. También, dicen, es una profesión que dura pocos años, y hay que amortizarlos. No verán ningún futbolista jugando hasta los 65. Como tampoco se ven en el Pull and Bear dependientas y dependientes con 50 y pico, y eso no quita que cobren salarios al uso. Pero bueno, no seré yo el que maldiga en arameo el sueldo de un currante del gremio que sea, en este caso del gremio de pateadores de pelota en pantalón corto. Si el sistema funciona así, y desde chiquitito destacaste en la aleatoria habilidad de manejar una pelota con los pies, y desde hace un porrón de años eso te puede hacer ganar mucha más pasta que un señor que extrae tumores, pues ole tú. Nada que rechistarte.

Es la industria del ocio, y tu misión es hacernos la vida más llevadera, evadirnos de los problemas, como un músico, como un actor… en este caso, viéndote jugar, reflejamos en tí ese sentimiento de tribu, de patria chica, traducido en una camiseta y un escudo representativo del barrio donde crecimos, de los amigos que nos rodean desde niño, de la playa donde aprendimos a nadar, de la calle que cada día cruzamos para ir al currelo. Nada más y nada menos, compi. Te pagan un pastón por ser nuestro soldado de infantería de cada domingo. Y podremos ganar o perder la batalla. Pero cuando el árbitro pega los tres pitidos finales, lo mínimo es que nos hayas transmitido eso, y la hora y media larga haya servido para resetearnos el espíritu, para mantener las ilusiones de lograr el objetivo que sea: en A Coruña ascender a Segunda, en Dortmund ganar la Champions, en Buenos Aires ganarle al vecino, o en Sanlúcar , como nosotros, mantenerse.

Por eso, la pantomima de Almería no duele porque se haya arrastrado la dignidad del club. Al fin y al cabo, los que se habéis arrastrado habéis sido vosotros, el ridículo es patrimonio vuestro y de nadie más. Lo que duele es la sensación de que nos habéis estafado. Desde hace unos cuantos meses, años diría yo. Desde la famosa juerga de Vallecas, pende sobre vuestras cabezas la espada del sudapollismo. Se ha demostrado a lo largo de estas temporadas de salvaciones agónicas, hasta que llegó el momento de que se hiciera patente: Almería.

Era difícil acabar la temporada con más pena aún que hace una semana. Pues lo han conseguido. Bueno… y queda lo de “Mágico”. The show must go on, amiguitos

Si por mí fuera, ninguno de los matracas que este fin de semana estafaron a los 18.000 cadistas que dejan su dinero en un trozo de plástico con un código QR que le permite entrar en el estadio, o en una de esas camisetas de colorines sin alma, sin historia, como el que se compra un traje de chaqueta para una boda… ninguno de ellos pisaría más el vestuario local del Nuevo Mirandilla. A excepción del pibe que el entrerrador Pellegrino hizo debutar en el minuto 88, no sé si para castigarlo por algo porque vaya momento para estrenarse.

No se le puede exigir a un profesional que sienta unos colores, porque el sentimiento no está estipulado en el contrato, pero al menos, si hay que exigirle la máxima entrega, que te estamos viendo titi. Que sólo te vemos 90 minutos a la semana, al menos ten la vergüenza de demostrar que la nómina está justificada, aunque después en el entreno te rasques la entrepierna o te comas dos hamburguesas al día y no seas capaz de bajar los kilos que te trajiste de más. Pero cuando te estemos viendo, haznos sentir que no nos estás estafando picha. Pero ya ni eso. Ya no sólo te tienes que tragar la paliza que te pega el colista, sino también el cate en el banquillo, la risa pava de alumno de Primero de ESO en el fondo del autobús, el cántico del resultado nos da igual, que esta vez no lo cantó la grada sino el vestuario al unísono.

El Cádiz se ha convertido en una estafa desde la C a la Z. Desde el despacho oval al césped: Espinilleras de pata negra, sedes de proyectos megamultimillonarios con la fachada llena de calichas, comunicados oficiales del Sálvame Deluxe, ingeniería financiera de un Todo a Cien, y para colmo, un plantel de futbolistas que pasarán a la historia como los que tuvieron el deshonor de reptar cual salamanquesas en el último partido en Primera División, vete a saber hasta cuándo. Era difícil acabar la temporada con más pena aún que hace una semana. Pues lo han conseguido. Bueno… y queda lo de “Mágico”. The show must go on, amiguitos.