Como el puñetero niño que el domingo a las nueve de la noche se acuerda del trabajo de Inglés que tiene que entregar el lunes a primera hora. Así estamos. Haciendo la tarea a última hora y a la bulla. Dos o tres partidos como el del viernes hubieran hecho falta allá por otoño, cuando volaban puntos ante la desidia y la flojera del personal. Al Cádiz de ahora no se le puede achacar nada, o casi nada. Al de hace unos meses, todo o casi todo.
Con ello, nadie ha apagado la calculadora aún. Sabemos que ya no es tan difícil eso de ganar partidos, y vislumbramos rivales susceptibles de ser despachados. Andamos en el vagón de cola, pero enganchados al penúltimo vagón por una goma elástica que se estira o se encoge según la jornada. Y se mantienen las esperanzas en que esas nuevas asociaciones entre jugadores que se están creando den más resultado de lo que se podía esperar hace semanas. De pronto, mirando números, nos damos cuenta que Robert Navarro o Kouamé han jugado mucho menos minutos de lo normal. Vete tú a saber por qué.
Si observamos el número de minutos que han jugado cada uno de los dos que te dije, mientras que Navarro ocupa el décimo puesto de la plantilla, Kouamé, erigido como faro entre las tinieblas (que conste que no es cachondeíto lo de ”faro”, que os conozco), la luz entre tanta ceguera a la hora de darle salida a la pelotita… es el decimosexto. Y sin lesiones chungas de por medio, que yo recuerde. Quizás junto con Juanmi, los futbolistas que pueden decidir más en los próximos partidos. Y los hemos tenido medio guardados en el trastero, seguramente por que alguien que tenía que hacerlo, no leyó el manual de instrucciones que traen al adquirirlos. Ahora parece que ya saben como funcionan. Hay que aprovecharlos, y ojalá que no sea tarde.
Alejo mantiene el liderato como el gachón con más tarjetas amarillas de Europa. ¿Y habrá en Europa centrales búlgaros con bigote que darán tragantás a tutiplén?
Por encima de estos dos, Alejo lleva más minutos jugados. Pero lo que sorprende no es eso. Lo que rompe las estadísticas, las matemáticas, y los archivos desclasificados de la NASA, es el número de tarjetas del chavea. Al parecer, mantiene el liderato como el gachón con más tarjetas amarillas de Europa. ¿Y habrá en Europa centrales búlgaros con bigote que darán tragantás a tutiplén? Igual que aquella mítica película propia de las sobremesas de Antena3 titulada No sin mi hija, los partidos de Alejo se podrían titular No sin mi tarjeta.
Cuando sale al campo como alma que huye del diablo, parece como si su primer objetivo consiste en que le enseñen la amarilla. Una vez mostrada la cartulina, baja las revoluciones. Pero la tarjeta es el certificado de su presencia en el campo, el fichaje mañanero de todo currito que se precie. Si no hay tarjeta, no hay Alejo. El poco disimulo del agarrón, del codito suelto, o el tackling a ras de suelo con el objetivo del tobillo rival, siempre dentro de la buena intención de no lesionar, pero sí de la tarjeta.
Hay futbolistas que reservan habitaciones de sus casas para guardar cientos de camisetas recopiladas en los típicos intercambios de los finales de partidos. Alejo colecciona tarjetas amarillas minuciosamente archivadas en orden cronológico dentro de álbumes de fotos de suntuosas pastas. Y esos mismos álbumes ocupan estanterías y estanterías, creando un museo tarjetero como no hay ninguno en el mundo. Ni Andoni Goikoetxea, ni Vinnie Jones, ni Chiellini, ni otros muchísimos carniceros históricos del deporte del balompié, llegan a los registros del vallisoletano. Con la salvedad de que Iván, nunca ha hecho daño a ningún rival, detalle a su favor. Con sus tarjetas sólo hace daño a su equipo. Que ya es mucho.
A falta de Resucitado con cervecita al sol, todo Cádiz a las dos de la tarde pendiente del Celta-Rayo. Las cábalas eran de todo tipo. Quizás mejor una victoria del Rayo para dejar al Celta a tiro de piedra. Quizás mejor la del Celta, en vista de que los de Vallecas pueden acusar más el bajonazo…Y al final ,empate, que fríamente lo mismo era lo mejor. El fastidio mutuo permite que en esta jornada le hayamos comido terreno a todos, menos al Sevilla, que aún sigue ahí. No olviden que le debemos la visita.
Tenemos ahora segundo parón consecutivo, y visita culé. Partido que hay que encarar sin complejos, y con la misma renovada hambre de victoria que sacamos ante rivales de nuestro piso. No nos podía venir en mejor momento de la temporada la visita de los azulgrana. Entre los dos partidos de Champions y olé. Siempre mejor tenerlos así para al menos, convencernos de que es factible meterles mano. Recuerden que en el autobús de línea, los cadistas íbamos al partido del Atlético de Madrid con cara de corderitos yendo al matadero, y luego nos volvimos por la Avenida como los que estaban en un Sambódromo. Así que ya que hemos llegado hasta aquí, que menos que seguir palante ¿No?