Ya iba siendo hora de que el punto de mira del mosqueo en la grada se fijara en otro objetivo. Por primera vez en la temporada, las blasfemias escupidas por las gargantas cadistas no han ido dirección ni al banquillo, ni a los de amarillo. Retomando viejas tradiciones, es el juez de la contienda el que acaparó las conversaciones en los autobuses que llevaban a los aficionados de vuelta a casa.
Se tenía olvidada esa vieja costumbre de asumir actuaciones arbitrales al borde del surrealismo, hasta que los dos últimos partidos nos han hecho regresar de nuevo al fabuloso circo itinerante de los trencillas patrios y sus maravillosos trucos de magia sin parangón. Un penalty que el VAR no demostró cuando el 2024 terminaba, y una expulsión a quien fue la víctima de un patadón de taekwondo, cuando empieza el 2025.
Jugadas que se saltan a la torera las mínimas leyes de la lógica arbitral, y a las que peligrosamente comenzamos a estar acostumbrados en los últimos años. Bien podría la entidad amarilla aprovechar ese carácter de multiusos que se le quiere dar al Estadio, y compaginar los conciertos de Manuel Carrasco, del otro y del de la moto, con macroexposiciones de disparates arbitrales: el penalty-arrollamiento que no se le pitó a Perea aquella tarde con el Granada, la rodilla en alto de Ledesma en Mallorca que casi nos cuesta un descenso, la avería del VAR cuando el Elche nos empató con un gachon metido en fuera de juego, etc, etc… A diez pavos la entrada, hora y media de diversión. Éxito garantizado. Hacerme caso.
En lo referente a lo que ya viene a ser el noble arte de meter la pelota dentro de la portería, es lo que nos queda por hacer para empezar a ver la luz al final del túnel: meterla. Ahorren chistes fáciles, please. Eso sí, Garitano viendo venir la escabechina defensiva que el equipo arrastraba desde agosto, le ha metido mano a este problema, que era sin duda lo primero a lo que había que meterle mano. Uno ve al Cádiz ahora y no vive en esa continua tensión en la que estábamos afincados en la época de Paco López, en la que un balón jugado a menos de treinta metros del marco de David Gil, nos infartaba y nos provocaba sudores fríos, como el que ve a un funambulista tajarina atravesando el alambre sin red protectora abajo suya.
Para que esto ocurra, ayer apareció un fichaje que no es un fichaje, porque ya lo teníamos aquí, pero al que no le dábamos uso, bien por lesiones o bien por falta de confianza. Diakité se plantó como stopper de los de toda la vida, y de buenas a primeras, a poco que todos los partidos los haga a la altura del que hizo ayer, se ha ganado una titularidad como la copa de un pino. Mediocentro defensivo sencillo y sin barroquismos peloteros tanto a la hora de robarla como de dársela a uno que lleve la camiseta del mismo color que la suya. Lo de cortita y al pie llevado a su sentido más literal. Momento pitagorín: hay que irse al mes de enero de hace dos años, para encontrar cuatro partidos seguidos en los que sólo se encajaran dos goles. Y otro dato con el que se te saltan hasta las lágrimas: desde que llegó Garitano, sólo nos marcan de penalty. Cuatro partidos sin recibir un gol de jugada. Lo amarrategui mola. O por lo menos, sirve.
En el debe: marcar. Carlitos Fernández, al igual que lo fue Maxi López el año pasado, se está convirtiendo en carne de cuplé. La diferencia con el uruguayo, es que Carlitos participa mucho más en el juego, y mucho menos en la pizzería de abajo de su casa. Lo salva de la quema en la plaza pública el empeño que le pone a hacer las cosas bien, y que sabemos que el expediente hospitalario que trae es de unos pocos de folios. De momento la afición es condescendiente con el chavea. A ver cuanto dura la paciencia.
La Ontiverosdependencia (qué palabro) es clara. La ausencia del malagueño reduce considerablemente las probabilidades de que la pelotita acabe en el fondo de las mallas visitantes. La misma dificultad que están teniendo los rivales para marcarnos, la acusamos nosotros para meterla (reitero, ahorren chistes fáciles). La manta es corta y hemos decidido taparnos los pies y pasar frío por arriba, ya que mantener la portería a cero siempre nos asegura al menos el puntito de rigor.
Pero puntito a puntito lo único que lograremos es afincarnos en la zona baja, con peligro serio de desprendimiento. Garitano, mi amarrategui temprano, ha pedido fichajes a viva voz en la rueda de prensa. Si queremos ganar partidos, no podemos terminar con los extremos del Mirandilla, antaño Cádiz B. Qué alegría un míster pidiendo material, y no conformándose con lo que le ponen por delante.
Ahora le toca a los del despacho gastarse los jurdeles y traerse a un par de gachones para las bandas, a poder ser, determinantes para nutrir de balones en condiciones a los delanteros, y si es posible y no es mucho pedir, que no vengan lesionados o directamente desde la enfermería de la Casa de Socorro. Es lo suyo. Sería un puntazo, oye.