El 29 de marzo de 2021, Lunes Santo por cierto, el Cádiz CF anunciaba alegremente que Rafael Contreras se incorporaba al organigrama del club. Corrían buenos tiempos en Primera, con un Cádiz igualando la mejor temporada de su historia y una afición que deseaba volver a pisar el Estadio una vez que la pandemia lo permitiera. El primer partido de la era Contreras trajo el primer gran mamoneo del Cádiz contemporáneo: la movida de Cala y Diakhaby.
De esta manera, Faé certificaba su fama de sangui, célebre desde las grandes debacles de las motitos de alquiler (extraño fracaso de una buena idea para la ciudad de los aparcamientos imposibles) o de la cápsula esa que iba a llevar a la gente de Cádiz a Barcelona en el mismo tiempo que tarda el 2 en llegar de la Plaza España a Loreto.
Lo mejor que le puede pasar a Faé es que le llamen gafe.Teniendo en cuenta el excelente rendimiento económico que al parecer obtiene de proyectos vacíos y espinilleras mágicas que no se pone nadie ni pa ir disfrazado de romano chungo, podrían decirle otras cosas mas feas. Pero el pueblo gaditano, sabio y experto, lo deja en sangui, que seguramente no tenga consecuencias penales.
Tres años y medio después de la entrada triunfal de Faé, el club es el coño de la Bernarda. Se derrumba poco a poco entre inútiles magiquitos de dibujos animados, entradas a precios de conciertos de Coldplay y Gestapo al servicio del club, espiando a la grada para endiñarte un burofax a la más mínima que te columpies. Por primera vez en treinta y tantos años de socio, este que les escribe se ha planteado si su cuota de dignidad furbolera es mayor manteniéndose en la grada, o quedándose en casa. Al final, ocupé mi localidad un año más, pero hastiado y al borde de abandonar el cortijo, y no por la escasez de éxitos deportivos (que siempre la hubo), sino por la deriva de dictadura bananera que está tomando esta institución más que centenaria en la que Faé, con el beneplácito de Vizcaíno, se está meando en lo alto.
Porque mientras que el empresario gaditano (ojo, gaditano) se la saca, y con la pava del Winston en la boca, mea haciendo dibujitos en lo alto del escudo de Hércules y los dos leones, el sevillano le ríe la ocurrencia, como dos borrachos llegando a casa al amanecer después de la juerga. Así estamos.
La esperanza en la grada nos llevaba a pensar que lo mismo se producía el efecto Orúe. Volver a aquel año 2000 de vestuario unido a base de colchones en el suelo y comida a domicilio, cuando no ascendimos por un gol. Pero aquella plantilla canterana, autóctona y con hambre, no es este plantel viciado, quemado, sin juego. Plantel que necesitaba, y necesita (que estamos en agosto aún, oiga) una reforma integral de arriba abajo. Pero que la pésima planificación deportiva desde los tiempos de Haroyan, ha decidido mantener alegremente, festejando renovaciones de futbolistas a los que gentilmente hay que darles las gracias por los servicios prestados, regalarles un reloj con el escudito dentro, y dejarles 10 minutitos de sala de prensa para que echen el pucherito reglamentario. Buena suerte y cierre al salir. Eso sí, el catastro en Zahara de los Atunes echando humo.
La respuesta al ridiculazo del viernes por parte del club ha sido felicitarle el cumpleaños a Dani Güiza por las redes sociales. El nivel de chufleo hacia la afición, incluso diría hacia la ciudad entera con esos arrebatos raboneros el día del pregón del Trofeo, alcanzan cotas de Récord Guiness. Nadie sabe cómo acabará ésto, pero tanto Vizcaíno, como Faé, como todos aquellos que le siguen riendo las gracias, y ejerciendo de palmeros oficiales y oficiosos son redactores y firmantes de las páginas más oscuras de una entidad con 114 años de antigüedad.
Ese es el recuerdo que se quedará aquí de estos señores, por más que usen el argumento de que nos sacaron de la Segunda B para llevarnos a Primera. De qué vale, si nos van a dejar peor que nunca. Terminen con ésto ya, vendan el club, disfruten del patrimonio personal obtenido a costa del club y la ciudad, y váyanse por donde vinieron por favor, Que ya está bueno lo bueno, coñe.