La crónica de Vera Luque del Real Sociedad-Cádiz CF (2-0): Viernes de Dolores adelantado

En la oficina donde curro todavía andan huérfanos tres o cuatro polvorones de esos que siempre quedan de las cajas surtidas que algún o algun compi lleva en Navidad. En la defensa del Cádiz parece que también hay excedentes de productos de la Estepa

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Víctor Chust en agarrado por Zubeldía en un saque de esquina.

Muchas veces, los fervorosos cadistas, yo incluido, nos creamos unos paraísos artificiales que no se lo cree ni Janis Joplin. Tras la victoria ante el Atleti, íbamos a Anoeta, o como se llame aquello ahora, como el que va al campo del Amurrio. Que si ellos estaban regular… (Como si nosotros después de respirar tras 24 partidos sin ganar estuviéramos para tirar cohetes)…que si lo cogemos el día tonto nos traemos los tres puntos… y nada, que no aprendemos.

Es que íbamos a Donosti, muchachos. Contra un equipo Champions, cuajado de internacionales oiga. Y que para colmo, no sacamos puntos de allí desde que los partidos se jugaban en Atocha, donde ahora hay bloques de pisos. Y si no, recuerden las imágenes de aquellos míticos resúmenes de Estudio Estadio, en las que Carmelo abandonaba el campo abrazando a David Vidal, porque en un campo con fango hasta las rodillas y la primera fila del público a medio metro del córner, lográbamos arrancar un punto, un miserable puntito. Frente al equipo realista, teníamos que ser realistas. Toma paradoja.

Eso no quita, para que fuéramos como un pavo escuchando a los niños de San Idelfonso. Pero sí al menos concentrados en el rollo. Y ahí se nos fue el partido. Vale que nunca hayamos puntuado desde que la Real se mudó de campo, pero tampoco vayamos regalando goles. Me refiero claro está a lo del córner, que vino para colmo de una jugada que no debió acabar en córner, por un despiste de Chust. En la oficina donde curro todavía andan huérfanos tres o cuatro polvorones de esos que siempre quedan de las cajas surtidas que algún o algun compi lleva en Navidad. En la defensa del Cádiz parece que también hay excedentes de productos de la Estepa. Imperdonable el fallo, que condiciona el resto de un partido que momentitos antes de la hecatombe, nos estaba empezando a ilusionar una mijita.

A qué viene un Cádiz vestido de negro y un árbitro vestido de amarillo, pudiendo ir el Cádiz vestido de amarillo y el árbitro de negro

Únele a eso la autopista sin peaje que encontró Brais en la banda derecha durante la jugada del segundo gol. Y todavía escarda más el doble taconcito de Oyárzabal, ese cuarentón de veintipocos años, que aportó en ambas jugadas cierto aire de cachondeíto a costa de la zaga amarilla. Que eso es otra, y disculpen el salto en el discurso… pero a qué viene un Cádiz vestido de negro y un árbitro vestido de amarillo, pudiendo ir el Cádiz vestido de amarillo y el árbitro de negro. Malditos experimentos cromáticos que alejan todavía más al aficionado de este futbol moderno novelero y a expensas de la multinacional de turno. Asco.

Enlazo lo del futbol moderno con ese invento diabólico del VAR, y sus misteriosas aplicaciones en la vida real. Hace cuatro años, en puertas del confinamiento, el Cádiz jugaba su último partido prepandémico en Lugo. Una mala salida de Cifuentes arrollando a un delantero lucense acabó en roja para el entonces portero cadista. En la revisión, se llegó a la conclusión que la jugada no había valido por una mano previa de un futbolista del Lugo. Pero como el acto de Cifuentes fue digno de roja, y si me apuran, de dormir en el calabozo, a pesar de que la jugada quedaba anulada por la mano previa, el portero fue expulsado.

Nos venimos ahora al tiempo presente, con sus vacunas y sus mascarillas ya olvidadas, si no fuera por los chanchullos de la piratería de siempre. Yo creía, yo pensaba, yo entendía…que el VAR en casos como el revoleo que Zubeldía le endiña a Chris,entraba para dirimir si el defensa se va a la calle o no. Resulta que el VAR entra, y la acción violenta del realista, no sólo no le lleva al vestuario, sino que hasta le quita la tarjeta amarilla, como si no hubiera pasado nada, como si la sangre de Ramos fuera tomate frito, como en las películas chungas de vampiros mellaos.

El VAR rearbitró lo que no tenía que rearbitrar. Y ahí quedó la cosa. Sin que pasara más nada, y a otra thing, butterfly. No entiendo nada. Es más, no sé para qué me esfuerzo en entenderlo. A este paso, me resultará más familiar el deporte ese en el que dos gachones con una escoba rascan el hielo para que un artilugio resbaladizo se acerque a otro, cual petanca groenlandesa. Anda home.

Del resto de la jornada, mejor ni hablamos. La conexión hispalense falló y de buenas a primeras nos vemos haciendo la goma. Acercándonos a alguno de los que tenemos en el piso de arriba ahora que viene el Granada y que Rayo y Celta se enfrentan, pero alejándonos en el momento que nos pille un Girona o un Barcelona. Un continuo vaivén de ilusionarnos y desilusionarnos según si la jornada es pare o es none. Si hace una semana, la misión no parecía fuera de lo normal, lo de ahora ya va tomando tintes milagrosos, expedición a Fátima incluida.

Te diría incluso que en vista del devenir de los acontecimientos y de la tendencia de los últimos partidos, lo mismo al rival que habría que mirar en un más que hipotético proceso de salvación es el Sevilla, mire usté. Tienen la flechita para abajo, hay quilombo en el banquillo, la grada está a pique del repique, y encima los visitamos a falta de tres jornadas en un duelo que en algún que otro despacho de la Plaza de Madrid provocaría la bipolaridad absoluta, la eterna guerra entre cartera y corazón. Pero eso que te cuento, colega, es una versión de Imagine que no se le hubiera ocurrido ni a John Lennon harto yamentiende.