La crónica del Cádiz CF-CD Tenerife de Vera Luque: Salvando la papeleta. Capítulo 2

Setenta minutos de naufragio y veinte de resurrección: Vera Luque describe cómo el Cádiz sobrevivió en una noche de locura final

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Ontiveros y Chris Ramos felicitan a Paquito Mwepu tras su gol. Foto: Cádiz CF.

Setenta minutos de desastre y veinte de bendita anarquía. La pajarraca táctica trajo las buenas vibras a la grada en forma de festejo y ronquera posterior, pero poco más en el apartado de las sonrisas. Sin embargo en la sección de lágrimas presenciamos durante tres cuartas partes de partido a un equipo que parecía un circo en decadencia, de esos en los que el taquillero se disfraza de león, el payaso lleva una petaca de whisky en el bolsillo, y al mago se le mueren los palomos por inanición.

La tarde-noche del Zaragoza parecía repetirse si no hubiera sido por dos cambios en la sala de máquinas que en principio no despertaron mucha ilusión en la platea, y otra nueva fracción de segundo de adelanto de Chris Ramos sobre el defensa. El delantero no marca, pero es de momento, nuestro pichichi pasivo, provocando dos penales en tres partidos, simplemente por estirar la pierna dos centímetros más y un nanosegundo antes que el central de marras, La impuntualidad del rival a la hora de llegar a la pelota nos ha salvado de momento de ir colistas y con las cuentas en cero patatero.

Capítulo aparte tenemos a Paquito. El partido empezó con un recuerdo al entrenador asturiano del mismo nombre, el primero que fue capaz de mantener al Cádiz en Primera División, y terminó con el delantero centro al que cariñosamente se le ha bautizado así, marcando el gol del empate con aires épicos de delantero de pañolón en la frente y calzonas amarradas por encima del ombligo.

Mwepu corrió tanto para festejar el gol, que llegó el primero al círculo central. A ilusión no le ganan. Si acaso le empatan tanto Alarcón como Ontiveros, que pedían la pelota y la conducían en esos momentos de fútbol de patio de colegio

Mwepu corrió tanto para festejar el gol, que llegó el primero al círculo central. A ilusión no le ganan. Si acaso le empatan tanto Alarcón como Ontiveros, que pedían la pelota y la conducían en esos momentos de fútbol de patio de colegio en los que se convirtió el último cuarto de partido. No se cortaron, y en ningún momento sufrieron tembleque en las piernas cuando el balón se les acercaba. De las poquitas lecturas positivas que se le puede extraer al sabadito. Por lo menos sabemos que hay sangre corriendo por las venas de algunos jugadores. Por las de otros, lo pongo en duda. Lo mismo alguno, más que una charla táctica necesita una transfusión.

Por otro lado, en el aspecto defensivo, se nos derrumba la muralla. De la obra maestra de Cervera desde que se plantó aquí, que tuvo su momento álgido aquel día que le mangamos los tres puntos al Madrid en su propia keli haciendo sólo cuatro faltas en todo el partido, y aguantando los embistes de Benzema y compañía, ya no queda nada o casi nada. Con el paso de los años, los ladrillos han ido desmoronándose poco a poco, y hoy sólo quedan vestigios de lo que fue aquello.

Se tiende a recordar a los equipos bailongos con la pelota, virgueros y efectivos, que dejan en los libros de historia marcadores escandalosos, baños a rivales, partidos dominados como propietarios del esférico. En nuestro caso, las páginas más brillantes de los últimos años fueron con la marca indeleble del uno a cero a nuestro favor: el ascenso a Segunda, las victorias en Madrid, Barcelona, Bilbao… todo ello a partir del común denominador: latigazo en forma de gol a favor y defensa de impecable organización desde el portero al delantero centro para desespero del equipo rival que se topaba con una barbacana imposible de derribar, y un Cádiz que no concedía ni faltas pamplinosas al borde del área, ni huecos por donde se filtraran habilidosos peloteros. Como decía la canción, cómo hemos cambiado.

En los tres partidos que llevamos, ni Pedro por su casa va tan cómodo como los delanteros rivales por nuestro área. Se les despliega una alfombra roja y da la sensación que filigraneros como Luismi Cruz, portuense cortete y con coleta, van gambeteando y cruzando nuestra línea defensiva con una copa de balón en una mano, y un cigarrito en la otra. Metió el gol que marca el de Sexto de Primaria cuando juega contra los de Tercero en el recreo.

Algo ocurre para que llevemos siete goles en contra en tres partidos, sin contar con los cuatro o cinco mano a mano que salvó David Gil la semana pasada. Para que luego digan que el equipo no se identifica con la ciudad: en el mes de agosto entra hasta el Tato. Masificación de turistas en las calles y de delanteros rivales en nuestro área. Llega Septiembre y Cádiz se empieza a vaciar de visitantes. Esperemos que las inmediaciones de la portería de David Gil, también. Por que si no, no vea la que nos quea, titi.