La crónica del Sporting de Gijón-Cádiz CF (2-0) de Vera Luque: Por no llorar

El autor ironiza con la absoluta inoperancia ofensiva del Cádiz CF y con lo que supone de extraña adicción ver un encuentro de los amarillos

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El delantero del Cádiz CF, Chris Ramos, intenta controlar el esférico en el transcurso del choque ante el Sporting. Foto: Cádiz CF.

Nueva derrota del Real Madrid o del Barcelona de Segunda División (escojan el que prefieran). Fue bonito mientras duró esa mini-racha, que como un amor de verano, ha durado sólo unos días: los que pasaron entre las victorias ante Oviedo y Jaén.

Porque tan huérfanos andamos de alegrías que ya celebramos hasta el trámite de eliminar de la Copa a un tercera división que jugó con medio equipo suplente como si hubiéramos eliminado al Everton o al Kaiserlautern en la extinta y nostálgica Recopa.

Hago números con los dedos de la mano, como un parvulito, y por más que rebobino la cuenta y la vuelvo a hacer, no me sale, oiga. El próximo finde se habrá cumplido un tercio de la temporada, y aún ganando en Miranda de Ebro, la media nos dejaría por debajo de los míticos 50 puntos. Alguien del club debería avisar a Paco López que aquello de tener como objetivo acabar la temporada en Primera, era por la Primera División, y no por la Primera RFEF.

Sufres y peleas con tus demonios interiores, mientras te estallan en la cara luces psicodélicas que emiten burofaxes, imágenes espectrales de Ramón de Carranza con unas espinilleras inteligentes puestas, y un magiquito con voz de ultratumba diciéndote al oído una y otra vez “Del Nido es mi pastor y nosotros su rebaño”

Y lo peor es que la tristeza comienza a ser un estado de ánimo (o mejor dicho, desánimo) tan natural en la afición cadista, que lo tenemos normalizado. Ver cada semana los partidos del Cádiz es un chute de una droga cuyo efecto es introducirte en una burbuja al margen del resto del mundo, dentro de la cual no disfrutas, sino que sufres y peleas con tus demonios interiores, mientras te estallan en la cara luces psicodélicas que emiten burofaxes, imágenes espectrales de Ramón de Carranza con unas espinilleras inteligentes puestas, y un magiquito con voz de ultratumba diciéndote al oído una y otra vez “Del Nido es mi pastor y nosotros su rebaño”. Cuando pasan 90 minutos, la droga deja de hacer efecto, vuelves a la vida normal. Y hala, a seguir la semanita.

No vi el partido en mis aposentos, tumbado en el sofá como exigía la sobremesa. Menos mal, porque de haber sido así, o acabo en los brazos de Morfeo, o cambiando de canal para ver, yo que sé, un episodio del programa ese donde dos guiris fabrican espadas, mismo. El show de los Teleñecos lo vi en un bareto de por ahí fuera, donde emigré por un par de días. El amable camarero tuvo a bien ponerme el partido, y cuando nos marcaron, el hombre llevado bien por su innata cordialidad, o bien por tenerme contento a ver si caían dos o tres vasos más, me quiso animar y me soltó que íbamos a empatar. Parafraseando a Reguera… envidié su ingenuidad.

Sobre el minuto ochenta y poco volvió a soltar lo de que empataríamos al final. Ahí ya no me pude contener y le solté… ”Ni jugando hasta el jueves”. Me atrevería a completar la frase añadiendo que ni hasta el Jueves Santo del 2035. La selección de Malta disparó al menos una vez a puerta en el doce a uno histórico aquel (sí, vale, de rebote… pero fue a puerta). Nosotros, con una hora por delante para al menos intentar empatar… cero tiros a puerta.

De hecho, el unico disparo que hicimos entre los tres palos fue a nuestra portería. Y yo entiendo a Chris Ramos en esa jugada. Para un centro bueno que le llegó en todo el partido no lo iba a despejar para fuera. Lógico.

El portero de Sporting, por cierto viejo huésped del banquillo mirandillero cuando Cifuentes era nuestro guardameta titularísimo, pudo ir a por café a mitad del segundo tiempo, que no hubiera pasado nada. Cuenta la leyenda que ni se duchó al acabar el partido: los vaqueros encima de las calzonas y pa casa. De hecho, el unico disparo que hicimos entre los tres palos fue a nuestra portería. Y yo entiendo a Chris Ramos en esa jugada. Para un centro bueno que le llegó en todo el partido no lo iba a despejar para fuera. Lógico.

De hecho, no sé que hacía el país jugando a la pelota este fin de semana

Disculpen si hoy la carga supera a la pena con más holgura que nunca. Asomando la cabeza fuera del planeta fútbol, no queda otro remedio que tomarse estas cosas con filosofía. De hecho, no sé que hacía el país jugando a la pelota este fin de semana. La situación merecía una jornadita en blanco. La atención está puesta en otra parte, y no hubiera pasado nada por aplazar el efecto placebo de la pelotita por un fin de semana.

Viendo el panorama, casi que no queda más remedio que aplicar aquello de que el fútbol es lo más importante de las cosas que no lo son, y esta vez tampoco lo era mucho. El opio balompédico es necesario, pero lo mismo no era oportuno en estos momentos, por mucho homenaje que se hayan visto en los campos de esta Españita que cada vez se parece más a una película de Berlanga elevada al cuadrado. Pero ya saben, en este mundo de marras, tanto en la tragedia, como en el cachondeo, tanto a la hora de llorar como a la hora de reir, lo que manda es lo mismo que en la dieta de un maratoniano: la pasta. Y eso es lo que hay.