El término biscotto se puso de moda durante la Eurocopa de 2004 que se disputó en Portugal. Lo popularizó la afición italiana para referirse al más que previsible empate entre Dinamarca y Suecia en la última jornada del grupo C, un resultado que dejaba fuera a la azzurra pese a vencer su partido frente a Bulgaria.
Como era de esperar, los dos conjuntos nórdicos firmaron una igualada que beneficiaba a ambos, convirtiendo dicha expresión (que en italiano significa galleta) en una manera de referirse a un acuerdo tácito entre dos equipos para obtener un resultado que, de una forma u otra, beneficie a ambos.
La sombra del biscotto sobrevoló ayer dos campos de Primera División, ambos con la participación de equipos implicados en la lucha por evitar el descenso a Segunda División. Y, en ambos casos, el que más lo necesitaba ganó el partido encontrando una, digamos, débil oposición por parte de su rival.
En el Sánchez Pizjuán, algunos aficionados del Sevilla salieron del campo bastante molestos con la actitud de su equipo, aunque muchos de ellos incluso celebraron un resultado que acerca a un vecino andaluz, el Cádiz, a la permanencia. “Soy sevillista hasta la médula, pero me alegro mucho de que el Cádiz gane este partido”, reconocía un seguidor hispalense ante las cámaras de El Chiringuito.
Otro seguidor sevilista, mucho más crítico con el desempeño de los de Quique Sánchez Flores, aseguró que el partido había sido “una vergüenza”, pues “hacía años que no veía lo que he visto hoy aquí”. Unas quejas que también se trasladaron a las redes sociales.
La buena sintonía entre los jugadores del Cádiz y del Sevilla la resumió en zona mixta Sergio Ramos, que señaló que el conjunto amarillo “es un equipo vecino. Yo le tengo un especial cariño a lo que es el sur y Andalucía”.
Un mensaje que para algunos puede suponer algo parecido a una adulteración de la competición, pero que al final responde a una situación de lo más habitual cada final de temporada: no compite igual un equipo sin nada en disputa que el que se juega la vida. Y la cercanía también hace mucho.
Hay sevillistas en el Cádiz y cadistas –como es el caso de Suso, por ejemplo– en el Sevilla. Por lo que, lógicamente, los hispalenses no deberían tener un especial interés en mandar al conjunto cadista a Segunda División. Algo que ha ocurrido durante toda la vida con los equipos vascos, por ejemplo, y de lo que nunca nadie se ha quejado.
Algo muy parecido a lo del Sánchez Pizjuán se vivió en el estadio de Balaídos, donde el Celta recibía a un Athletic Club ya sin nada en juego. Aunque los leones lograron adelantarse en el marcador gracias a un espectacular gol olímpico de Berenguer, el cuadro celeste logró remontar en apenas tres minutos, gracias a los tantos de Swedberg y Hugo Álvarez.
Curiosamente, los goles llegaron justo tras la sustitución del meta Unai Simón a los 62 minutos, protegido por Valverde para consolidar su Trofeo Zamora. La lucha en este caso por un premio individual condicionó el resto del encuentro, facilitando la remontada local. Una situación extraña que muy probablemente no se habría dado en otra jornada o si el Athletic hubiera llegado necesitado de puntos. Y todo teniendo en cuenta que la permanencia del Celta puede regar de millones al equipo vasco por la opción de compra obligatoria de Unai Núñez… Así es el fútbol y así son los caprichos del calendario.
Con o sin biscotto, la lógica de la competición dice que habitualmente en este tipo de partidos siempre gana el que más lo necesita. Y el Cádiz, más allá de las bajas prestaciones del Sevilla, hizo méritos más que de sobra para llevarse por primera vez en su historia los tres puntos del Sánchez Pizjuán. No les queda otra a los amarillos que confiar en que otro sevillano, el Betis, se sume a la causa y eche un cable en su visita de este jueves a la UD Las Palmas, también candidato al descenso y próximo rival del conjunto amarillo en un partido que puede ser dramático.