‘Si caminito al Estadio’, por Carlos Natera: Cuando un cadista marcha al cielo

Para el autor, el cadismo se enfrenta a sus fantasmas mientras la esperanza sigue latiendo en el corazón amarillo

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Kouamé conduce el balón en el último Cádiz CF-Málaga CF. Foto: Cádiz CF.

Cuando un cadista marcha al cielo las nubes se tiñen de amarillo –aunque llueva y desde abajo sólo las veamos grises– y suena el Me han dicho que el amarillo por las trompetas de los ángeles –aunque nosotros sólo escuchemos los rayos, aunque sólo percibamos los estruendos– y San Pedro se viste como el Macarthy para recibirlo –aunque no podamos verlo, sabemos que ocurre porque somos capaces de imaginarlo–.

Aunque todas estas cosas sucedan porque así deben suceder, en Cádiz la pena inunda las calles más que los temporales y quienes se quedan aquí sosteniendo el luto y las velas se siguen preguntando cómo, por qué y de qué manera, sin que estas cosas tampoco resuelvan demasiado, pero así son las preguntas en estos casos.

Éstas nos acompañan hasta que poco a poco las gaditanas y gaditanos se resignan a continuar yendo a los trabajos, los mercados y las escuelas, aceptando –porque no queda otra– que las cosas horribles pasan a veces y no hay forma divina o humana de evitar que ocurra. No hay justicia en la tierra de los vivos, así que nos queda esperar que sí la haya donde habitan nuestros muertos, suponemos que con más paz y con más descanso, viendo al Cádiz entre los nubarrones y comentando la moviola.

El cadismo, pese a todo, ha de continuar también. Es difícil en estos casos sentarse a leer o a escribir sobre fútbol, tácticas, rachas de derrotas o mercados de fichajes, pero es preciso hacerlo porque si las cosas malas siguen su curso (como las guerras, las inundaciones, el trabajo asalariado o los disparos de Sobrino desde fuera del área), las buenas han de seguir también, y ser del Cádiz, pese a muchas cosas, es una de las mejores.

No es normal que el pensamiento generalizado cuando tu equipo gana 2-0 en casa sea el de ‘verás que nos empatan’

El cadismo, pese a todo y pese a demasiados personajes, sigue vivo, como siempre. El partido ante el Málaga no fue el mejor ejemplo, la lluvia torrencial nos impidió a muchos desplazarnos hasta el Estadio, y la situación institucional y deportiva hizo que el resto que sí asistió lo viviera con dudas y miedos. No es normal que el pensamiento generalizado cuando tu equipo gana 2-0 en casa sea el de ‘verás que nos empatan’. Todos, los que lo vivísteis in situ y los que lo hicimos desde casa, pensamos lo mismo con el 2-0, y mucho más cuando el primer gol malagueño.

Los fantasmas son así, siempre vuelven aunque uno se esfuerce en espantarlos. Pedía Paco López un psicólogo para la plantilla. En estos casos los psicólogos funcionan al puro estilo Cazafantasmas. Se ponen frente a los jugadores, hacen su trabajo y, si hay esfuerzo, constancia y un poco de disciplina, los maleantes de sábana blanca acaban por desaparecer.

Si dejamos a los fantasmas que convivan con nuestros jugadores, es posible que aparezcan y griten ¡bú! a la hora de tirar un corner o tener que intervenir frente a un contragolpe rival

Si dejamos a los fantasmas que convivan con nuestros jugadores, es posible que aparezcan y griten ¡bú! a la hora de tirar un corner o tener que intervenir frente a un contragolpe rival. El Presi, por lo visto, no ha visto adecuado incluir a un profesional de la salud mental entre la plantilla amarilla, así que Paco tendrá que conformarse con los viejos métodos, a saber: cachetaita en la mejilla y dos grititos en el oído. Vamo’ que nos vamo’.

Vamos a llegar al primer cuarto de Liga sin haber ganado en casa. Este dato no sólo nos aleja de un posible ascenso, sino que nos manda directamente a vigilar el pozo.

Por supuesto, los que más merecen un psicólogo son los cadistas. El aficionado medio, decíamos, acude al templo con dudas y miedos. Si antes lo normal era ganar de vez en cuando, ahora no sé sabe realmente cuándo se va a ganar por fin. Vamos a llegar al primer cuarto de Liga sin haber ganado en casa. Este dato no sólo nos aleja de un posible ascenso, sino que nos manda directamente a vigilar el pozo. Ya no se trata de mirar de reojo, sino que hay que abrir bien las pupilas y vigilar muy de cerca los puestos coloraos.

Ahora mismo sólo un punto nos separa del abismo. Con tantos partidos por delante, no hay que romper la vajilla buena contra el suelo, no hay necesidad hacer aspavientos ni de golpearse la cabeza contra el fantasma de la Torre de Preferencia. Yo sigo pensando que Paco puede darle la vuelta a esto, no quiero ni oír hablar aún de cambios de banquillos ni Pellegrinos varios. Hay que dejarle tiempo al míster a que conozca realmente dónde se ha metido.

Nosotros lo tenemos fácil, muchos años ya como para no verlas venir, pero el tipo aún anda preguntándose qué leches pasa en Cádiz que no es sólo un descenso de categoría sino uno a los infiernos el que ha vivido plantilla, afición e institución. Paco no es un ángel, no le pedimos que lo sea, para eso tenemos a nuestros cadistas en el cielo, deseando volver a tocar las cornetas y arroparnos con su halo amarillo y azul hasta las Puertas de Tierra. Ojalá le dediquemos a todos ellos, a los nuevos y a los antiguos, la mejor de las victorias el domingo.