Ser del Cádiz es un viaje al manicomio de la vida, una montaña rusa que a veces se convierte en la tortura lenta y cruel del que no lo merece, aquél que en un thriller policial es sacudido por los malos, que se equivocan y llevan hasta la muerte al tipo que, realmente, no conoce la combinación secreta que abre la caja.
Otras veces la locura es maravillosa, un desparrame de serotonina como el que hemos vivido con ascensos de ensueño, permanencias heroicas o derrotando a los grandes elefantes ibéricos entre las cuatro paredes de cemento a las que dan de nombre, por ahora, Mirandilla.
Esta montaña rusa de emociones, bonita para los cronistas más románticos y desastrosa para los que padecen de la arteria aorta, nos ha llevado de nuevo al hoyo. Otra derrota en casa, otra imagen penosa de un equipo que no sabe jugar a ganar tras cuatro años saliendo a no perder. Este fin de semana vivimos la enésima cruz de un equipo que puede que sí, sale temblando al campo por la presión o qué sé yo, pero que no es excusa para no dar la talla ante equipos que sobre el papel son infinitamente inferiores. Porque más de uno está a puntito de echarnos la culpa de las derrotas a los quince mil que llenamos cada dos semanas el Estadio. Y mira, por ahí no paso. El escudo del Cádiz pesa mucho y si no lo pueden soportar, que se echen a un lado y vengan otros.
Más de uno está a puntito de echarnos la culpa de las derrotas a los quince mil que llenamos cada dos semanas el Estadio
Cuando se culminó el descenso a Segunda muchos esperábamos que la dirección deportiva empezara a trabajar en un proyecto para ascender cuanto antes: sacar a los jugadores que eran responsables del descenso y que tenían sueldos altos, darles puerta a los jugadores fichados para no perder en Primera y traer a otros con piernas y cabeza para ganar partidos en Segunda, proponer y generar ocasiones. Cuando el Cádiz fichó a Paco López, pensábamos que íbamos en el buen camino: Paco es un entrenador que presume de salir a ganar, de buscar la victoria acumulando jugadores arriba, construyendo jugadas con fútbol ofensivo.
El Cádiz de Primera era un equipo basado en destruir, no en construir, y su poco ataque consistía básicamente en balones largos a Chris Ramos y rezar dos avemarías a la Virgen del Rosario
La sorpresa vino luego, cuando llegó el uno de septiembre y se confirmó que la plantilla se cerraba y el equipo era básicamente el mismo del descenso. Se presupone (y ya es presuponer) que una plantilla que viene de Primera debe ser capaz de ganar muchos partidos en Segunda. El problema es que el Cádiz acabó su andadura en la élite con la mísera cantidad de 27 goles anotados, incapaz de ganar partidos.
El Cádiz de Primera era un equipo basado en destruir, no en construir, y su poco ataque consistía básicamente en balones largos a Chris Ramos y rezar dos avemarías a la Virgen del Rosario. Uno esperaba que, para Segunda, el equipo se rehiciera con jugadores creativos, más capaces de enarbolar jugadas, juntar cuatro pases y hacer un gol. Lo cierto es que el centro del campo del Cádiz, muy poblado, tiene poco de constructivo.
Porque me tienen que responder ustedes: ¿Alcáraz se dedica a construir o a destruir? ¿Cuál es su papel en el campo? ¿Cómo va a resolver Paco la baja de San Emeterio? ¿Por qué una dirección deportiva renueva a San Emeterio viendo su historial de lesiones? ¿Y por qué renuevan a un extremo como Sobrino cuyo papel es presionar y luchar pero que no tiene ni gol, ni regate ni buen pase? ¿Qué más tiene que no-hacer Escalante para que deje de jugar en el Cádiz? Y, sobre todo, ¿qué fiabilidad da una dirección deportiva que a 30 de septiembre anuncia la salida de Coke Andújar sólo 3 meses después de su llegada?
El Cádiz tiene ahora que achicar agua sin demora, porque los puntos que se marchan no regresan nunca
Lo cierto es que el Cádiz se ha convertido en un barco de difícil timón. A estas alturas espero que Paco López no se desespere y nos abandone a la deriva. Tampoco querría que la Directiva se cansara de las críticas y buscara calmar los ánimos sustituyendo al capitán. El Cádiz tiene ahora que achicar agua sin demora, porque los puntos que se marchan no regresan nunca. A la baja de San Emeterio y la lesión contractual de Fali se unen los fichajes de lesionados como Melendo o Carlos, que pudo jugar unos cuantos minutos. Porque sí, en Cádiz amamos tanto las lesiones que nos lo traemos de fuera ya fastidiados, que no se diga que en la provincia no luchamos contra el desempleo del personal sanitario.
Terminando con los médicos, la receta para el equipo es clara: Ontiveros, siendo de lo más salvable, tiene que mejorar la forma. Paco debe encontrar también solución a los problemas defensivos, a la vez que resuelve la cuestión de las bandas que no terminan de funcionar. Conseguir que los extremos pongan buenos centros y, de paso, centrar también a Kouamé, porque si está a lo que hay que estar es el mejor del equipo.
Demasiadas tareas para el mes de octubre, pues estos asuntos se debían trabajar en julio, pero mejor en octubre que en marzo, mejor siendo el 15 que el 21 y mejor a 3 puntos del playoff que a 12. Aún no es tarde para que la Directiva fije una dirección deportiva más eficaz, se busquen remedios para todos los males y, de una vez, dejemos de llenar los bolsillos de los que venden desfibriladores en el Puerta del Mar.