Brian se ha reconciliado con el Cádiz, con la ciudad y hasta con el fútbol. Tras la grave lesión de hace dos temporadas, el año pasado lo sufrió en el banquillo entre derrota y derrota, acusando la ansiedad por querer demostrar cosas y portando un enfado descomunal por no jugar prácticamente nada en un equipo que era inofensivo de mediocampo hacia arriba.
Eso forma parte del pasado y lo mejor es ver a Brian jugar al fútbol, acercarse a nuestra grada y alentar a la gente. Sin rencor, sin pasar facturitas. Pura clase, puro regate y puro agradecimiento. Porque hay que recordar que a Brian se le pitó el año pasado, casi siempre de forma injusta. No tenía la grada amarilla paciencia con él (y tampoco se le podía pedir al aficionado cadista mucha paciencia en nada) y Ocampo se llevó silbidos inmerecidos a la primera pérdida de balón o mala decisión que tomaba.
Ocampo es la diferencia sustancial que debe haber en un campo de juego cuando los equipos se encierran en tacticismos eternos, en sistemas de bloque bajo, en dobles laterales y todas esas cosas que profesionalizan al fútbol, sí, pero que le quitan a veces demasiada magia e improvisación. En este terreno, Brian es la luz, el regate, la magia y la diferencia. A veces falla, claro está, pero su sola presencia determina el juego defensivo rival, que tiene que estar más atento de la cuenta al uruguayo que recorre las bandas del Mirandilla esquivando a propios y ajenos.
Brian es un poema entre doce manuales de Derecho Constitucional, una chirigota ilegal en una calle de comercios cerrados, un poco de azúcar para salvar un mal café. Debe seguir así, feliz y haciendo de su profesión un juego, soñar con alcanzar cotas más altas y disfrutar él para que el resto también lo hagamos. Sólo así perdurará la magia.
El Cádiz mostró una cara muy mejorada ante el Oviedo, sacando a relucir, por fin, la ansiada portería a cero
El regreso de Brian, su continuidad y su regularidad son la luz a las muchas oscuridades que tiene el Cádiz. Otra luz es la puerta a cero que, por fin, logró el equipo. Porque sí: Paco López lo hizo. Salvó la que era posiblemente su bola de partido. La semana pasada se filtraron nombres para sustituirlo en el banquillo cadista, pero posiblemente la inmediatez del partido (3 días desde la derrota en Eíbar) le regalaron su última oportunidad. El Cádiz mostró una cara muy mejorada ante el Oviedo, sacando a relucir, por fin, la ansiada portería a cero.
En los anteriores 5 partidos, el Cádiz había encajado 9 goles, casi 2 por encuentro. Con estas cifras es muy difícil sumar puntos, máxime cuando de cara al gol el Cádiz no está especialmente dotado. Con esta puerta en blanco, el Cádiz puede recuperar confianza y empezar a mirar hacia arriba. Portería a cero, qué bonito nombre tienes
Parece que Paco ha encontrado una nueva línea de cuatro atrás. Ahora a Chust le acompaña Kovacevik, el central que llegó en verano sin que lo conocieran ni en su casa juega su segundo partido al completo tras la derrota en Eibar. El serbio no tiene muchas cualidades con la pelota en los pies, pero gana duelos y se muestra poderoso en las acciones defensivas. Poco más podemos pedir. Matos gana un poco de nivel e Iza, gestos estúpidos a la grada a parte, cuaja un decente partido aderezado con un gol. La defensa, entonces, mejora adecuadamente.
Falta entonces seguir con las buenas sensaciones, la solidez defensiva y seguir generando arriba. Chris, con 5 tantos, está haciendo su parte del trabajo y ahora le toca a Carlos animarse a sumar y marcar goles. Recuperar a Melendo de sus lesiones, confiar en que Alcaraz retome su mejor cara y sostener a Ontiveros y Brian en su gran nivel de juego son algunas de las claves para dejar de mirar abajo y ponerse a morder camino al playoff. Ahora estamos a seis puntos, llega noviembre y hay tiempo. ¿Por qué no?