Cádiz pierde su empatía y se deshumaniza con las personas sin hogar

Cádiz cierra espacios y dificulta la presencia de personas sin hogar en un proceso de deshumanización que margina a los más vulnerables

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Así ha amanecido este 7 de noviembre la antigua zapatería Cobo. La semana pasada, tres personas sin hogar se resguardaban de la lluvia de la DANA en ese lugar. Foto: Eulogio García.

Cádiz está viviendo un proceso silencioso, pero evidente, de desalojo y aislamiento de las personas sin hogar. No es nuevo, lleva meses. Y no es algo solo de una administración o partido, es algo que está impulsando y realizando la propia gente de Cádiz.

La otrora solidaria Cádiz parece que ha entrado en una espiral de aislar y esconder a las personas sin hogar. Vallar bajos de los edificios (particulares y no), vallar zonas con la excusa de supuestas obras, no ofrecer alternativas para resguardarse en los días de temporal… Lo último: cerrar un lugar en el que estás personas se estuvieron resguardando de la intensísima lluvia derivada de la DANA de la pasada semana.

Poco a poco, este tipo de actuaciones, no achacables a una institución únicamente, se ha ido extendiendo por la ciudad. Las razones pueden llegar a ser comprensibles en algunos casos: problemas de seguridad, peleas, molestias… en otro, no se entienden y demuestra una preocupante falta de humanidad y empatía. Algo, precisamente, de lo que suele presumir Cádiz y sus gente. Así lo está demostrando, de hecho, con las víctimas de la DANA en Valencia.

Pero en Cádiz, la problemática de las personas sin hogar se afronta a las bravas. Sin un plan alternativo de reubicación o apoyo social por parte del Ayuntamiento según denuncian algunos colectivos, se han ido cerrado y poniendo y limitaciones de espacios públicos donde tradicionalmente han buscado refugio quienes no tienen un techo. Bajo excusas de obras, reformas o protección del entorno, el resultado está siendo, a todas luces, un desplazamiento forzado para quienes ya de por sí viven en los márgenes de la sociedad.

Lo último, este lugar en el que tres personas se resguardaron de la lluvia de la DANA la pasada semana. Ahora que parece que se acerca el frío y volverá la lluvia, esta mañana ese pequeño hueco que tenían en el acceso de lo que fue la zapatería Cobo, en la esquina de las calles San Francisco y Sánchez Barcaiztegui, ha amanecido cerrado con unas maderas. Hace apenas una semana, estas personas se protegían ahí de la lluvia para pasar la noche.

Cádiz pierde su empatía y se deshumaniza con las personas sin hogar
Tres personas dormían en este lugar que hoy ha amanecido cerrado ya cuando el Ayuntamiento había habilitado el Centro Elcano para las personas sin hogar. Foto: Eulogio García.

Vallas y cierres

La primera señal de este fenómeno llegó con el vallado de los sportales de Capuchinos, donde muchas personas sin hogar solían pasar la noche. Esta estructura, que por mucho tiempo fue un lugar protegido para pernoctar, fue sellada en un intento de despejar el espacio. Sin embargo, el cierre no vio acompañado de una oferta de realojamiento o de una solución para quienes usaban ese lugar como refugio y derivó en protestas y concentración en los bajos del Ayuntamiento.

Más adelante, se vivió una situación similar en el Balneario de la Palma, un espacio donde durante el verano las personas sin hogar buscaron refugio y sombra frente al calor. Bajo el pretexto de unas obras que no se iniciaron en verano se procedió a cerrar el acceso. Este patrón se ha repetido en otros puntos de Cádiz: posteriormente se cerraron los bajos de un edificio que también servía de refugio y, esta mañana, ha amanecido con estas maderas en el lugar donde varias personas sin hogar se resguardaron durante las fuertes lluvias de la DANA.

Elcano: una respuesta limitada ante la DANA

La situación se volvió más peligrosa para estas personas con las lluvias de la DANA que soportó Cádiz la semana pasada. Ante la intensidad de las precipitaciones, el Ayuntamiento de Cádiz habilitó, de forma excepcional, el centro náutico de Elcano para alojar a las personas sin hogar durante esos días. Esta medida temporal dio cobijo momentáneo, pero este lunes 4 de noviembre se desactivó el recurso, y se desalojó a quienes habían encontrado allí un respiro de las inclemencias climáticas. Esto provocó indignación en algunos colectivos sociales, que denunciaron la falta de sensibilidad y planificación para abordar una problemática que va mucho más allá de una respuesta provisional frente a una tormenta.

Desde el Obispado, ni eso. La jerarquía eclesiástica permaneció impasible ante esta situación y la caridad cristiana del gobierno de la Iglesia en Cádiz no pasó por permitir el acceso a las iglesias durante estos días de, casi, diluvio. En un momento en que la lluvia arreciaba y el peligro para quienes estaban en la calle era evidente, las puertas de las iglesias de Cádiz permanecieron cerradas.

A pesar de su histórica misión de caridad, el Obispado optó por no abrir sus templos para dar cobijo a quienes lo necesitaban en ese instante. Ya a mediados de octubre, durante una borrasca con lluvias intensas, se habían hecho llamamientos a las autoridades para que tomaran medidas anticipadas. La semana pasada el Ayuntamiento reaccionó, del Obispado no sabe bien cuál fue su respuesta.

Fallecimientos invisibles en las calles de Cádiz

Mientras se multiplican estas acciones de desalojo encubierto de las calles gaditanas, la realidad es que este año han fallecido al menos cuatro personas sin hogar en la ciudad. Estos fallecimientos, que muchas veces pasan desapercibidos, reflejan una situación silenciosa y ponen en evidencia la falta de recursos permanentes y efectivos para quienes viven sin techo. “La calle mata“, decía el lema de una manifestación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) en Cádiz tras la última de estas muertes. Pero en Cádiz, parece no haber soluciones.

El término sinhogarismo define no solo la falta de vivienda, sino también la exclusión social y la dificultad de acceso a servicios básicos, como la salud, la alimentación y la seguridad. La ciudad de Cádiz, en lugar de plantear alternativas o un plan de asistencia para ayudar a estas personas, parece optar por la invisibilización del problema, restringiendo espacios y empujando a las personas sin hogar hacia áreas aún más marginales, como si el problema desapareciera simplemente al alejarlas de la vista pública.

‘Limpieza’ de las calles

Las medidas tomadas hasta ahora en Cádiz parecen ir dirigidas a la limpieza de los espacios visibles, sin abordar el problema de raíz. Esta estrategia de desalojo indirecto, de cerrar espacios donde estas personas encontraban resguardo, solo agrava la situación y empuja a las personas sin hogar a una exclusión aún mayor. Cádiz, que durante siglos ha sido símbolo de solidaridad, ahora se enfrenta a una disyuntiva moral sobre cómo se trata a los sectores más vulnerables de su sociedad.

La solución no pasa por esconder a estas personas debajo de la alfombra, para que no se las vea. Es innegable que el sinhogarismo es una realidad compleja y multifacética, pero el empeño en cerrar refugios en lugar de desarrollar un plan integral solo acentúa y prolonga el perverso ciclo de la marginación. Las personas sin hogar, no son un problema a eliminar del espacio público, son personas que merecen atención, recursos y un enfoque humano real.

El caso de Cádiz es un reflejo de una tendencia de deshumanización que se observa en muchas otras ciudades, donde la falta de alternativas y el endurecimiento de las normativas urbanas terminan desplazando a quienes más ayuda necesitan. Desde colectivos sociales se señala que el Ayuntamiento, en lugar de implementar políticas efectivas y de largo plazo, ha optado por medidas paliativas que solo desvían la mirada hacia el problema, sin intentar realmente ofrecer una solución.