Hoy se cumplen 88 años del golpe de estado del 18 de julio de 1936 que dio paso a tres años de Guerra Civil en España y, tras ella, a casi 40 años de Franquismo. Pero, ¿cómo fue ese 18 de julio de 1936 en la ciudad de Cádiz?
Se vivió de forma intensa con mucho peso estratégico, ya que para los golpistas Cádiz y Algeciras eran dos plazas claves para poder hacer llegar a la Península a las tropas en Marruecos, las más leales al alzamiento nacional. Así vivió Cádiz ese 18 de julio de 1936, sábado.
El golpe de estado, la rebelión militar, el alzamiento nacional o cómo se le quiera llamar se inició en Cádiz en la tarde del día 17 de julio de 1936. En Marruecos ya se oía ruido de sables y las primeras noticias llegaban a un Cádiz, especialmente intranquilo, según refiere el historiador Santiago Moreno, que tiene una ruta especializada en la ciudad visitando los emplazamientos claves de aquel 18 de julio en Cádiz.
De hecho, tanto Moreno como muchos historiadores han asentado la teoría de que en esa tarde del 17 de julio se produjo la primera muerte de la Guerra Civil en Cádiz (y probablemente una de las primeras de España) contraviniendo la versión oficial que tenía al joven corneta Rafael Soto Guerrero como el primer muerto (hecho por el que se le dedicó una calle que se renombró Periodista Emilio López en 2022).
Aquel 17 de julio de 1936, el carpintero anarquista José Bonat Ortega recibía un disparo en la cabeza a pocos metros de su casa cuando se dirigía la sede de la CNT para organizar la resistencia a los golpistas. La propia familia tuvo que encargarse de limpiar la sangre del suelo de la calle Libertad días después.
Pero en Cádiz los movimientos del golpe y los temores venían de lejos. Días antes, el gobernador civil, Mariano Zapico, había mandado encarcelar al general Varela, involucrado en el levantamiento desde su origen, en el Castillo de Santa Catalina. Un militar, con una clara tendencia golpista, encerrado en una instalación militar. Poco tardó el gobernador militar, López Pinto, en acudir a liberarlo en la mañana del 18 de julio. Poco antes, López Pinto (también con calle en Cádiz) le aseguró al gobernador civil que él había jurado lealtad a la bandera republicana y se mantendría fiel a la legalidad.
Ya con Varela, los golpistas se apostan en la Casa de las Cuatro Torres provistos de ametralladoras y algunas armas pesadas. Allí, leen el bando de guerra que había redactado el general Queipo de Llanos en Sevilla. Cuenta Santiago Moreno en su más que recomendable ruta que el pueblo de Cádiz abucheó durante la lectura del documento y a su término allí se produjeron los primeros enfrentamientos. Primeros disparos entre los militares y algunos civiles, sobre todo anarquistas, apostados en azoteas y torres miradores de la zona.
A pocos metros, en el Palacio de la Aduana, hoy Diputación Provincial, fieles a la República defendían el Gobierno Civil frente a los golpistas que se habían apostado en una Plaza de España diáfana y sin vegetación apenas, lo que favorecían los enfrentamientos. El gobernador civil, tropas de asalto, algunos integrantes de los partidos del Frente Popular, algunos civiles… y entre todos una única mujer: Milagros Rendón Martell, que sería fusilada en los fosos de Puertas de Tierra el 29 de septiembre.
Igual suerte corrió su padre, el relojero y platero Francisco Rendón, que defendió el Ayuntamiento. Y casi toda su familia, una de las fundadoras del Partido Comunista en Cádiz. Más que interesante en ese sentido es el libro de David de la Cruz, Antes que vuelva a morir.
Siguiendo con la narración de aquel 18 de julio en base a esa ruta de Santiago Moreno, los enfrentamientos entre sublevados y defensores de la República se prolongaron hasta la noche del 18 de julio. Los militares permitían sacar del edificio a los heridos y a quienes se rindieran y volvían a la carga. Las calles próximas estaban cortadas por el ejército, con lo que los defensores del Gobierno Civil no recibían refuerzos ni avituallamiento de ningún tipo. Mientras, José de Mora Figueroa, jefe de la Falange en Cádiz, había tomado a punta de pistola el Casino gaditano, donde situó la sede de los camisas azules.
Así hasta la mañana del 19 de julio, cuando la llegada de los barcos Ciudad de Algeciras y Churruca cargados de tropas regulares de Melilla supone la garantía definitiva del triunfo del golpe de estado en la ciudad. Ante el dominio militar, el Gobierno Civil se rinde y los regulares entran en el casco antiguo hacia el Ayuntamiento por la calle Ramón y Cajal.
Mientras, los dos buques habían vuelto a zarpar para traer más tropas a la Península. Nada más abandonar el abrigo del muelle, la marinería del Churruca se sublevó y se hizo con la nave, que dirigieron a Málaga, donde no triunfó el alzamiento hasta febrero del 37.
En fila de a dos y a puntando a las ventanas y azoteas, los regulares avanzan sin problemas, pero su predisposición a la violencia y la falta de miramientos tiene en la esquina de Márquez de Valdeíñigo con San Francisco su primer ejemplo.
Un historia descubierta por Santiago Moreno y que demuestra el talante con el que desembarcaron los regulares en la ciudad. Un comerciante de telas, conservador, celebra la llegada de las tropas con un «Viva España, estamos salvados». Los regulares sólo perciben el ruido y una amenaza. Un disparo en la cabeza acaba con su vida. Era Mariano Alba del Cerro, posiblemente el primer daño colateral del alzamiento en Cádiz. En su certificado de defunción figura como causa de la muerte «hemorragia cerebral».
Pocos metros después, los regulares se reúnen con los militares que ostigaban al Ayuntamiento y que se habían apostado junto al monumento a Moret, situado unos metros más hacía el muelle del lugar que ocupa ahora. Desde ahí repelían los disparos de los anarquistas que habían montado una barricada en la calle Sopranis y los procedentes del Consistorio, especialmente de la zona de la torre del reloj.
De nuevo, la presencia de las tropas regulares fue disuasoria y el Ayuntamiento, sin el alcalde Manuel de la Pinta, que se encontraba en Madrid, se rinde. Algunos concejales, intuyendo lo que sucedería, saltan por las azoteas o salen por otras puertas hacia el Barrio del Pópulo. De los 40 concejales que formaban la Corporación municipal, 20 fueron fusilados y la mayoría del resto pasó años en diferentes cárceles. Diez de los concejales están en paradero desconocido, no tienen certificado de defunción y sus cuerpos se no se saben dónde están. Una placa frente al Salón de Plenos recuerda a esa última corporación de la República.
Los militares que ya estaban en Cádiz al mando de Varela y los regulares dejan aislado el Barrio de Santa María, donde se mantendría la resistencia durante algunos meses, y se dirigen a otras zonas populares donde había leales a la República: los barrios de San Juan y La Viña, denominado por entonces el Barrio Rojo. En San Juan superan rápidamente la barricada levantada en la entrada de la Calle Arbolí y toman la Casa del Pueblo, por entonces en ese lugar, siempre en base al relato de Santiago Moreno.
De ahí, se dirigen al último edificio público que resistió a los golpistas: Correos. En la noche del 18 de julio se había confeccionado una defensa de la zona y varios anarquistas se habían apostado en las torres miradores próximas, desde con simples fusiles, dispararon a los regulares. Al igual que los defensores del Edificio de Correos.
La lucha era desigual en número y material bélico y fue breve. Los funcionarios y tropas de asalto que defendían Correos son un claro ejemplo de la represión posterior. Detenidos y encarcelados, cuando fueron a ser sometidos a un juicio sumarísimo en 1937 al ir a buscarlos a la cárcel donde debían estar ya no quedaba ninguno con vida.
Así, en la tarde del 19 de julio, el golpe de estado, el alzamiento del 18 de julio había triunfado en Cádiz. En la capital no hubo Guerra Civil, sólo una breve defensa de la República. A partir de ahí comenzó la represión. Empezando con la presencia de una dotación de regulares en el Corralón de los Carros para atemorizar y disuidir a la población del Barrio Rojo, La Viña.
Mil fusilamientos cifran algunas fuentes señaladas por Santiago Moreno que se produjeron en la capital durante ese tiempo, aunque no todas de personas de la capital. Los alrededores de la Plaza de Toros, los fosos de las Puertas de Tierra, la Puerta de la Caleta, la playa de la Victoria, la de Puntales fueron algunos de esos lugares en los que se ajusticiaron a los defensores de la República que habían pasado, en cuestión de horas, a ser los enemigos del Régimen.
En los últimos años, la anterior Corporación municipal fue devolviendo los restos de algunos de estos represaliados que han sido localizados en las fosas del Cementerio de San José e identificados. Como los que cuenta el documental Cádiz, más allá del olvido: