Tras 14 meses en una pensión con su hija de 15 años y su hijo de 21, Rosa “ya no puede más”. Pide al Ayuntamiento de Cádiz una solución para su situación que viene arrastrando hace 8 años, pero que se ha vuelto insostenible para ella y sus hijos tras este periodo en el pensión de la calle Soledad.
Rosa siente cómo el cansancio y la desesperación han comenzado a invadir cada rincón de su vida. La carga que lleva sobre sus hombros ya no es solo suya, sino también la de sus hijos, y eso es lo que más le duele. “No sé cómo seguir adelante”, dice, mientras trata de reprimir las lágrimas.
A sus 39 años, la angustia de no tener un hogar y el impacto emocional que esta situación está teniendo en su familia ha llevado a Rosa a manifestarse en las puertas de Procasa para exigir una solución. Desde el Ayuntamiento, el alcalde, Bruno García, el concejal de Asuntos Sociales, Pablo Otero, y otros integrantes del gobierno municipal le piden paciencia mientras buscan solución. Paciencia que Rosa, en su desesperación, ya no tiene.
Ni ella ni sus hijos soportan la situación: su hija ha desarrollado problemas psicológicos y se niega a asistir al instituto, mientras que su hijo siente vergüenza de que sus amigos lo vean entrar en el pensión. Tras ocho años de dificultades y desalojos, Rosa pide lo que debería ser un derecho: una vivienda digna para ella y sus hijos.
Para Rosa, cada vez que vuelve a las oficinas de Procasa siente que se choca contra un muro impenetrable. Comenta que lleva tiempo pidiendo ayuda a las autoridades municipales. “Y ahora llevo esta semana viniendo y no consigo nada”, dice, sosteniendo los papeles que documentan su situación. “Tengo 15 puntos en la lista de espera, pero la última vez tenía 18. Hace dos meses salió la lista, y hay más de mil personas por delante de mí”. Su tono es de frustración y agotamiento. Pero asegura que va a seguir con su reivindicación, “no por mí, por mis hijos”.
La situación de Rosa no es nueva. Desde hace varios años no logra enderezar su situación. Hace 8 años, el Ayuntamiento cubría el 90 por ciento de su alquiler, pero al entrar en un curso de formación con una beca, la ayuda se redujo al 60 por ciento, y “sin previo aviso”. La deuda por impago del alquiler comenzó a acumularse. “Un 21 de diciembre tuve un lanzamiento, sin que me dieran ningún tipo de explicación. Me vi en la calle de la noche a la mañana”, relata Rosa, aún con dolor en su voz y sus ojos.
La historia de Rosa parece haber entrado en un callejón sin salida. Después de aquel desalojo, pasó a ocupar una vivienda que había estado vacía durante ocho años, propiedad de un banco. La casa estaba en condiciones deplorables: sin agua ni luz, con el techo del baño en peligro de derrumbe. Tras la caída del techo, fue desalojada y entró en el pensión donde lleva viviendo más de un año. “Mi hija tiene 15 años, y se está viniendo abajo. No quiere ir al instituto, se siente humillada, comienza a orinarse en la cama. Mi hijo mayor, de 21, se siente avergonzado cuando sus amigos lo ven entrar en el pensión”, lamenta Rosa.
Viven en un pequeño cuarto, sin nevera y con una pequeñísima cocina. Su hija hace los deberes en una pequeña y desvencijada mesa y ellos duermen en dos literas rotas. “Tuve que llevar un microondas para poder hacer alguna comida”, recuerda. “Y lo que están viendo y viviendo mis hijos, que aquí hay historias y vidas de todo tipo”, comenta.
Mientras conversaba con Cádiz Directo a las puertas de Procasa, Pilar García, la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos 5 de Abril, y la vocal de vivienda de la misma organización, se acercaron para interesarse por su caso y contactaron de inmediato con Pablo Otero, concejal de Asuntos Sociales, para obtener información actualizada sobre el caso y presionar para que se encuentre una solución cuanto antes. Otero ya había hablado con Rosa esa misma mañana, asegurándole que seguiría intentando ayudarla. Pero tras meses, Rosa se siente cada vez más desesperada. “Me reuní con el alcalde, y me dijo, Rosa, corazón, yo no tengo una llave para darte una casa”. Y lo entiende, dice, pero necesita una vivienda.
Pablo Otero ha hablado también por teléfono esta misma mañana con ella y le ha comentado que está haciendo gestiones para tratar de encontrar una casa para ella. Aunque de momento, la solución que dice Rosa que le ofrecen es que se encuentra ella misma la casa. El presidente de la Asociación de Vecinos Bahía Gaditana, Gonzalo Pando, lleva tiempo intentando ayudar a Rosa, incluso buscándole posibles viviendas.
Sin embargo, el problema al que se enfrenta es siempre el mismo: los propietarios desconfían de alquilar una vivienda a alguien que depende del Ayuntamiento para los pagos, ya que temen retrasos en los mismos. “Me dicen que el Ayuntamiento tarda mucho en pagar, y eso hace que nadie quiera alquilarme”, explica Rosa. Es un círculo vicioso del que parece imposible salir.
Rosa no ha dejado de moverse. A pesar de las trabas, sigue trabajando y ha intentado en múltiples ocasiones acceder a una vivienda digna. “Con un sueldo de 700 euros es imposible encontrar algo, y el Ayuntamiento me dice que busque yo la vivienda y ellos me ayudan. Pero no hay manera. Nadie me alquila”, cuenta, agotada por la incesante lucha. En su lucha de hace 8 años perdió también el trabajo y teme que le pueda pasar lo mismo ahora.
La historia de Rosa refleja una situación cada vez más común en Cádiz, donde el acceso a una vivienda digna es un privilegio fuera del alcance de muchas familias. Rosa no pide lujos, solo un lugar seguro donde sus hijos puedan crecer y sentirse en paz. Pero cada paso que da parece llevarla de nuevo al punto de partida. “Mis hijos están viendo cosas que no deberían ver, incluso el mayor se asusta”, confiesa con tristeza. La situación en el pensión, que debería ser temporal, se ha prolongado tanto que ha afectado profundamente a la salud mental de toda la familia.
A pesar de las promesas de apoyo, Rosa sigue sin ver una salida clara. “Me marean con los puntos, y cada vez que vengo me dicen lo mismo. No hay avance, todo es lo mismo”, dice con frustración. La Navidad está a la vuelta de la esquina, y para Rosa y su familia no será diferente del verano sofocante que pasaron en el pensión: una estación más, otro momento difícil que enfrentar sin el calor de un hogar propio. “Otra Navidad en el pensión no, por favor…”, casi suplica.
Es la realidad de la problemática con la vivienda en Cádiz a la que se enfrentan decenas de familias. Rosa sigue luchando por lo que considera un derecho básico. “Quiero un hogar para mis hijos, no una casa de lujo, solo un lugar donde podamos estar tranquilos”, dice con determinación. Sin embargo, lo que es un derecho parece, cada día, más lejano para ella y su familia.