Nuevo ejemplo de civismo y saber estar de un grupo de personas en Cádiz. Está vez el objetivo ha sido uno de los parques infantiles de la ciudad, una víctima propiciatoria de este tipo de acciones.
Parafraseando el pasodoble de la comparsa Los Mayordomos (o paracantando, si se puede usar esa expresión) el vandalimos gaditano no se está perdiendo, y es una pena. El conocido popularmente como Kichipark, en la Plaza Manolo Santander, es el último (o penúltimo) ejemplo.
Este parque infantil ha sufrido importantes destrozos y roturas en su valla perimetral, dejando hierros rotos y tablones justo al lado del lugar en el que habitualmente juegan a diario decenas de niños y niñas, sobre todo del Barrio de la Viña. El ayuntamiento valizó y acordó la zona y hoy mismo comenzará los trabajos de reparación y sustitución, pero la acción demuestra el nivel de quien la realizara.
Para empezar porque se trata de un parque infantil, en el que niños y niñas juegan a diario. Cualquier rotura pone en peligro su integridad o les priva de poder divertirse allí. Además, el Kichipark es más que un simple espacio infantil. Es un punto de encuentro para las familias del barrio, ya que la Plaza Manolo Santander está ubicada en el corazón del mismo y es la más amplía de La Viña.
No hay acto de vandalismo que se pueda justificar, pero atacar un parque infantil alcanza un nivel de incomprensión y crueldad difícil de superar. Los daños en Kichipark no solo reflejan un desprecio hacia el patrimonio público, sino también un desinterés absoluto por la seguridad y bienestar de los niños y las niñas que allí juegan.
Este no es un caso aislado en la ciudad. Los parques infantiles de toda la ciudad suelen sufrir este tipo de ataques. La zona de juegos infantiles del Parque Genovés sufre constantemente ataques similares. Incluso con acciones que rozan lo grotesco, como personas que han llegado a defecar en el famoso tobogán del delfín desde el que se tiran los pequeños.