Cádiz ha perdido a uno de sus pioneros en la práctica del sur. Guillermo Morillo, conocido cariñosamente como Wilo, falleció el pasado domingo. Nacido en 1944, Wilo fue un hombre adelantado a su tiempo, cuya pasión por el surf pero también por todo lo relacionado con la tecnología y el motor dejó una huella imborrable en Cádiz y en la comunidad surfera gaditana.
Wilo fue de los primeros en la práctica del surf en Cádiz y ha enseñado este deporte a varias generaciones. Hasta el verano pasado, seguía dando auténticas lecciones de surf en la playa Santa María del Mar, inspirando a nuevas generaciones con su entusiasmo y conocimiento.
Trabajó en los Astilleros y en Epicsa de Diputación como operador de consola, donde manejaba grandes sistemas con una habilidad y destreza que le ganaron el respeto de sus compañeros. Siempre preparado y tecnológicamente avanzado, buscaba asimilar y aplicar las últimas novedades, a menudo obteniendo información de revistas americanas de la base de Rota, en una época en la que solo había una cadena de televisión y escasa información escrita.
El surf en Cádiz no sería lo mismo sin Guillermo Morillo, que fue sin duda, su gran introductor y pionero. Fue el primero en usar una tabla contrachapado, que había conseguido en algún lado, para coger olas conb ella en la playa de Santa María del Mar. En los principios de los años 60, llegó con una de esas tablas enormes que se usaban por esa época en Hawaii. Si no fue las primeras tablas de ese tipo en España, seguro que lo fue en Cádiz. Su presencia sobre la tabla era un espectáculo, dominando las olas con una habilidad asombrosa. Wilo también se atrevió a introducir innovaciones como el patín con vela, de tres ruedas y vela triangular, que habría visto en alguna publicación, aunque un accidente en Cortadura con la de uno de sus hijos le hizo abandonarlo.
Su pasión por las novedades no se limitaba al surf. Wilo fue de los primeros en Cádiz, si no el primero, en tener una bicicleta con cambio de piñones y una Bultaco MK6 todoterreno azul celeste. Además, experimentó con las primeras cámaras electrónicas y de video, siempre añadiendo nuevos gadgets a su repertorio. Desde joven, Willo mostró un espíritu innovador y curioso. A los 14 o 15 años, junto a su amigo Pepe Cervantes, construyó en su casa de la calle Antonio Machado un avión de aeromodelismo con motores de explosión, que giraba a su alrededor, liberando chorros de humo y asombrando a todos los que lo veían. Este proyecto fue solo el comienzo de una vida llena de inventiva y exploración. Fue también un pionero de la moda local, siendo el primero en lucir bermudas en Cádiz, marcando tendencias con su estilo inconfundible, como recuerdan sus cercanos.
Mariano del Río, amigo, vecino y compañero de trabajo, recuerda a Willo como «un hombre renacentista, siempre buscando lo que no había y encontrando formas de innovar en cada aspecto de su vida». Su legado de creatividad, pasión por la técnica y amor por el surf perdurará en la memoria de todos los que tuvieron la fortuna de conocerlo. Guillermo Morillo, el eterno Wilo, deja un vacío enorme en la comunidad surfera y en buena parte de Cádiz.