La Maqueta de Cádiz vuelve a estar de actualidad por el descubrimiento de un tesoro escondido en sus diminutos muros, en concreto bajo el techo de la capilla del Castillo de Santa Catalina. Una reproducción exacta de dicha capilla elaborada en madera y marfil y cubierta de pan de plata ha salido a la luz durante los trabajos de limpieza y restauración de esta joya patrimonial de la ciudad, ubicada en el Museo de las Cortes de Cádiz.
La apuesta municipal por la puesta en valor de esta pieza de incalculable valor contrasta con los años en los que este bajorrelieve del fuerte de Cádiz pasó desapercibido, siendo apenas el recuerdo de un proyecto fallido del rey Carlos III. Y es que el monarca, siguiendo la tradición europea de la época, dio luz verde a una iniciativa de su ministro de Guerra, el conde de Ricla, creando para tal efecto el Gabinete de Relieves.
El conde de Ricla contó con el apoyo del Real Cuerpo de Ingenieros Militares y puso al frente del proyecto al arquitecto italiano Francisco Sabatini, que encargó la fabricación de la primera pieza de la colección, la Maqueta de Cádiz, al capitán de infantería Alfonso Ximénez. El 28 de abril de 1977 Ximénez se desplazó a la capital gaditana para trabajar en la maqueta, finalizada no sin dificultades dos años después. En 1979 fue trasladada a la Corte e instalada en el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro, que Carlos III quería convertir en su propia versión de la sala de maquetas existente en el Palacio de Versalles.
Sin embargo, tras la finalización de la Maqueta de Cádiz, y con Ceuta como próximo destino, el proyecto fue cancelado por los graves problemas que acarreó la realización de este primer modelo, de coste excesivo, con un prolongado plazo de ejecución y de dimensiones inadecuadas. La pieza permaneció en el Palacio del Buen Retiro algo más de un siglo, hasta su traslado a Cádiz a finales del siglo XIX para ser almacenada y olvidada en las estancias del nuevo Museo Iconográfico. A mediados del siglo pasado, el constructor gaditano Manuel Pena inició un laborioso proceso de restauración del bajorrelieve, que desde hace algo más de una década se encuentra expuesto en el Museo de las Cortes de Cádiz.
Una pieza única
La Maqueta de Cádiz es un plano relieve matemáticamente fiel en origen al trazado tanto urbano como topográfico de la ciudad gaditana, con doce metros de largo y casi siete de ancho. Un trabajo de extraordinaria calidad y fidelidad, no sólo por la precisión de su representación a escala sino por lo delicado del trabajo de ebanistería, siendo por tanto una obra magistral en su género. El bajorrelieve del fuerte de Cádiz está compuesto por más de 300 piezas realizadas en maderas nobles y en marfil y, por sus dimensiones y características, puede considerarse una pieza única en España y en Europa.
En los siglos XVII y XVIII diversas coronas europeas disponían de un repertorio de maquetas de ciudades con un interés puramente militar, pues servían para planificar estrategias de asedio y fortificación de una plaza. Del siglo XVII destacan piezas como las colecciones de la República de Venecia, con 20 ejemplares realizados en madera, o la de Suecia y su imperio báltico, compuesta por 15 piezas. Ya a principios del XVIII existió una colección de maquetas del Reino de Cerdeña-Piamonte y también del Imperio de los Habsburgo, estas últimas quemadas en 1780 por orden del emperador José II.
Francia, por su parte, llegó a completar una colección de más de 250 planos en relieve de distintas plazas fuertes, destacando como el principal foco de producción de maquetas urbanas de toda Europa. Sin embargo, ninguna de las extraordinarias características de la de Cádiz, según el restaurador Pedro Macías. A raíz del proyecto iniciado por Carlos III, el ingeniero militar José González mostró su interés en fabricar modelos en relieve siguiendo el ejemplo de Cádiz, realizando un modelo de cartón del fuerte de la Concepción y sus alrededores, ubicado entre la Aldea del Obispo y Vale da Mula (Portugal).
Aunque en principio su iniciativa fue rechazada, logró finalmente quedarse en la Corte bajo las órdenes de Francisco Sabatini y realizó dos maquetas más, aprovechando su experiencia en las Indias: las del fuerte de San Diego de Acapulco y la de la bahía de Acapulco, también trasladadas al Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro junto a la Maqueta de Cádiz.