Pelea entre músicos en la Plaza de San Juan de Dios de Cádiz: la música no amansó a las fieras

Una pelea entre músicos en Cádiz convierte la emblemática Plaza de San Juan de Dios en un campo de batalla improvisado

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La Plaza de San Juan de Dios de Cádiz fue el escenario en la tarde de ayer domingo de una imagen insólita y nada edificante. Un grupo de músicos de los que habitualmente tocan allí para ganarse algunos euros que les dan visitantes y turistas acabaron enzarzados en una violenta pelea.

Un viandante captó el momento con la grabación de un vídeo que está compartiéndose durante toda la jornada de hoy en los grupos y chats de una popular aplicación de mensajería instantánea. Guitarras rotas, jalones de pelo, empujes… Una imagen en una plaza por la transitan a diario cientos de visitantes y turistas, especialmente cruceristas.

Desde luego, esta vez la música no consiguió amansar a las fieras. O a la violencia. Aunque resulta poderosamente llamativo cómo a lo largo de todo el video, mientras los golpes y la pelea se prolonga, no deja de sonar en ningún momento una música de piano.

Para muchos es especialmente doloroso ver cómo rompen guitarras en esta pelea. Una imagen icónica en el mundo del rock, la de romper la guitarra, de la que fue pionero el guiatrista de The Who Pete Townshend e inmortalizó Jimmy Hendrix en Monterrey previo incendio del instrumento. Pero en este caso no fue un hecho reivindicativo, desgraciadamente.

Este tipo de incidentes recuerdan a las conocidas peleas entre personajes infantiles en lugares como la Puerta del Sol de Madrid, donde la lucha entre un Bob Esponja y una Hello Kitty por captar la atención de los turistas se convirtió en viral en las redes. En este caso, además, se pasó del arte a un espectáculo lamentable, que sin duda daña la imagen de la ciudad que se llevaron quiénes la presenciaron.

La violencia entre músicos en la Plaza de San Juan de Dios no es solo un hecho curioso o anecdótico. Refleja una realidad preocupante: la creciente tensión entre aquellos que se ven obligados a competir por la atención y, en última instancia, por unos euros que les ayuden a subsistir. En este caso, la música no solo no logró amansar a las fieras, sino que se convirtió en un eco distante de una escena que nunca debería haberse producido.