Cádiz, la más antigua de Occidente, ha tenido siempre mala memoria y hace algo más de tres meses decía adiós a una de sus esencias, no sólo por el olor de sus chimeneas o el sabor de sus hojas, sino por su propia historia. La Fábrica de Tabacos cerraba después de 273 años de presencia en la ciudad. Y lo hizo sin ruido, sin protestas, en silencio, como ocurrió con uno de los episodios más tristes de la Tabacalera y del que poco se conoce: el asesinato de tres trabajadoras por los fascistas.
Ellas también fueron rosas, las tres rosas de Tabacalera, pero las cortaron tan de raíz que poca documentación y recuerdos quedan de ellas. Sí sus nombres y sus apellidos: Amparo García Cano (24 años), Antonia Cabañas Casanas (32 años) y Francisca Torres Fernández (20 años), tres cigarreras y sindicalistas de la CNT.
Las mataron el 20 de octubre de 1936 a las 16.30 horas en la antigua Plaza de Toros, cuya fachada sirvió de paredón para los fascistas. Las sacaron del número 5 de la calle Magistral Cabrera y acabaron con su vida por el crimen de pertenecer al sindicato CNT y defender los derechos de sus compañeras en la fábrica gaditana. Antonia –la Cabañas- tenía 32 años y tres hijos, Amparo, 24 y Paquita tan solo 20 años. Ella tuvo además la desgracia de quedar sepultada en una fosa común, porque no avisaron a sus familiares.
Josefa Amparo Ruso, conocida en Cádiz como Fina, es la sobrina de Amparito, como la llamaban en la familia. Fina es madre de un conocido sindicalista y autor de Carnaval y la única voz que queda para contar qué pasó.
Ella sólo tenía once meses cuando mataron a su tía –hermana de su madre-, pero su recuerdo siempre estuvo muy presente. Al menos de puertas para adentro. También en los balcones: recuerda que su abuela estuvo seis meses asomada esperando a que su hija volviera de trabajar. “No podía asumir su muerte y todos los días lloraba por ella”.
Además de su lucha por el movimiento obrero, Fina destaca el compromiso de Amparo García con el feminismo, que defendía como forma de vida. “En aquel tiempo no cualquier mujer tocaba la guitarra”. Actuó, incluso, en uno de los mítines y “además sabía tocar la bandurria y ella misma componía sus canciones”. Amparo “tenía mucho talento y fue totalmente autodidacta”.
Siempre mostró su adhesión a las ideas progresistas y, en una asamblea que los trabajadores convocaron en la calle Arbolí y donde se proclamó el apoyo a la República, colgó una bandera republicana en la Fábrica, hasta donde llegaron en manifestación desde la plaza San Antonio.
Y lo pagó con su vida. Ella y su familia, porque la madre de Fina no sólo tuvo que ver cómo mataron a su hermana sino a su marido y su cuñado. El padre de Fina era un sindicalista de UGT “muy católico” que fue denunciado por su jefe porque había demandado una subida salarial. Su hermano quiso cambiarse por él y al final mataron a los dos. “El cura de San Agustín le dijo a mi madre que si pagaba la multa de 200 pesetas, lo dejarían libre”. Y vendió el ropero de caoba de cuatro puertas pero “cuando se lo dio al cura, le reprochó que ya era tarde”.
De Antonia y Paquita, poco más se sabe. Sí hay más información sobre otra trabajadora, sindicalista y también asesinada: Micaela de Castro Bedoya. El historiador gaditano Santiago Moreno lo explica en su blog, Más típico no lo hay: fue una “veterana cigarrera que formaba parte de las luchas sindicales desde años atrás”. De Castro fue además la única mujer diputada por Cádiz bajo el Partido Comunista, llamado entonces Frente Único Revolucionario.
Su lucha por conseguir avances para los trabajadores, sobre todo para las mujeres, fue clara y “ya en 1918 había hecho frente a la Compañía Arrendataria de Tabacos solicitando una serie de mejoras para todos los operarios”. Comenzaron una huelga de brazos caídos ese año y en agosto de 1919, Micaela se dirigió a las trabajadoras en un mitin en el Teatro Cómico muy reconocido: “Compañeras: todas sabéis que yo tengo tres chiquitines y no cuento más que con el producto de mi trabajo. Sin embargo, estaré en mi puesto, y si me faltara el pan para mis pequeños, yo iré a buscar rancho a los cuarteles, pediré de puerta en puerta para darles de comer, antes de volver al trabajo a ser burlada y despojada de mis derechos”, recoge Moreno.
Su actividad continuó durante la dictadura de Primo de Rivera, consiguiendo un acta diputada en el Gobierno de la República de 1933, y aunque aparecía en la lista del Frente Único Revolucionario como “obrera sin partido”, fuentes orales sí aclaran su “gran afinidad” con el Partido Comunista, como recoge el historiador gaditano. Para los fascistas no había duda. “Sólo así se explicaría la ferocidad con la que los golpistas del 18 julio de 1936 se cebaron con ella”.
Fue detenida algo antes que Antonia, Amparo y Paquita. El 4 de septiembre la capturaron, se la llevaron al día siguiente para el Penal de El Puerto de Santa María pero nunca llegó, “siendo asesinada presumiblemente en el trayecto”.
Memorialistas de Cádiz, como Rafael Fuertes y Diego Martínez, celebraron el pasado año un homenaje a estas tres mujeres olvidadas “por quienes siempre han querido olvidarlas y que no se conociera su historia”. Por ellas y por todas las mujeres trabajadoras y luchadoras, el monumento a las Cigarreras aquel día lució tricolor.