CÁDIZDIRECTO.- Los sacrificios de los fenicios de elevado carácter sanguinario, eran célebres en la antigüedad.
Bajo los cimientos del Castillo de San Sebastián de Cádiz, se levantaba el Templo consagrado al dios fenicio Baal- Hammon, esposo de Astarté. En el Templo debía haber algún tipo de «recinto sacrificial» o Tofet donde se realizaban los «sacrificios infantiles» a Molk.
Este dios se diferenciaba de los demás por sus ritos tan crueles. Los sacrificios al dios Molk eran de niños, especialmente los más pequeños.
Molk, también llamado Moloch baal, baal, molek o milkom, era el dios de los antiguos cananitas, fenicios y cartagineses. Simbolizaba el dios purificante, y era representado como un ser antropomorfo, de figura humana con cabeza de carnero o becerro, sentado en un trono y con corona u otro símbolo de realeza.
El culto a Molk se extendió por todo el Mediterráneo por la influencia de los fenicios, llegando a las costas etruscas y a la Península Itálica, conviviendo incluso con otras religiones. Hay quien ha querido ver representado en este dios, la figura del becerro de oro de la que habla la Biblia en tiempos de Moisés.
Diversos autores lo mencionan, como Plutarco: “antes de que la estatua llenada se inundaba la zona con un fuerte ruido de flautas y tambores, de modo que los gritos y lamentos no alcanzaban los oídos de la multitud”. O Diodoro, que escribió: “había en la ciudad una imagen de bronce con las manos extendidas, las palmas hacía abajo y cada niño que era colocado en ellas era subido y caía por la boca abierta dentro del fuego”.
Incluso tenemos referencia de ellos en el Antiguo Testamento, ejemplo de esto lo encontramos en Jeremias,7,31: “…Y ellos han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle de Ben-hinom, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, lo cual yo, Yavhé, no mandé, ni me pasó por la mente…”
En los templos donde se le rendía culto, se encontraba una estatua del dios, hueca, al estilo de un enorme horno, y la figura presentaba la boca abierta con los brazos extendidos, las manos juntas y las palmas hacia arriba, dentro de la estatua se encendía un fuego para llevar a cabo el ritual.
Otra teoría apunta que estos sacrificios era una forma de controlar la natalidad, en las ocasiones de fuerte crecimiento demográfico.
Con el paso del tiempo, con los púnicos, en éste sacrificio se sustituía al hijo primogénito por el de un cordero, llamado “Molchomor” o “Molk del cordero”.
En el caso de Gadir, no se han encontrado restos con una confirmación exacta de un tofet para los sacrificios del dios, sin embargo, existiría ésta práctica en la antigüedad, ya que tenemos los textos de Cicerón, donde hace referencia a la «abolición de las costumbres bárbaras en la ciudad gadirita, y la aplicación de la ley romana para su extinción».
Algunos hallazgos encontrados en las excavaciones de la calle Trille, donde se localizaron los restos de un esqueleto en buen estado de conservación, en posición lateral, pudiendo evidenciar una muerte violenta. Independientemente de la posición, los expertos hallan piedras que cubren el cuerpo, sobre el torso y extremidades, pueden indicar que fue sacrificado.También el hallarlo en un pozo, con un descuido en su enterramiento, en estado de abandono, y sin ningún tipo de preparación post mortem, apuntan a un sacrificio.
Otro ejemplo en la ciudad de Cádiz es el encontrado en el fondo de un pozo hallado en el solar de los Cuarteles de Valera, en situación similar al anterior citado.
No podemos dejar de mencionar los estudios de Ramón Corzo, Arqueólogo e Historiador de Arte Antiguo, el cual defendía la práctica ritual, no de pasar al primogénito por el fuego, sino la de los fuertes golpes en el cráneo, y ser inhumados en su sitio especialmente preparado para ello.
Se basaba en los trabajos realizados en la Avenida de López Pinto, donde encontraron 48 inhumaciones, de las cuales 22 pertenecían a enterramientos infantiles. Muchas presentaban numerosas fracturas en el cráneo, sin embargo, las victimas, en éste caso, si habían sido enterradas como exigía el rito.
Otras tumbas infantiles parecidas se encontraron en el solar de la Plaza de San José, las cuales aparecieron separadas y delimitadas de las de los adultos, y de edades comprendidas entre los pocos meses y los tres años de edad.
Con estos datos, no se puede asegurar al 100% que los sacrificios humanos se realizaran en Cádiz de forma habitual; pero sí, sacrificios rituales en casos y momentos puntuales a lo largo del inicio de su historia.