El ser humano es capaz de los peores terrores que se pudiera imaginar, se puede convertir en un auténtico monstruo capaz de todo. Uno de eso monstruos, por merecimientos propios, es Edward Theodore Gein.
Se le conocería como Ed Gain, nacido en los Estados Unidos un 27 de agosto de 1906. Su vida no pasará a la Historia si no fuera porque tenía afición a desenterrar cadáveres y fabricar utensilios con su piel y restos.
No sólo era un profanador de tumbas, también se le imputaron varios asesinatos, aunque habría que matizar que sólo dos de ellos pudieron ser probados, en concreto los perpetrados sobre Mary Hogan y Bernice Worden, aunque no se le puede acusar ni tildar de asesino en serie, pese a su macabra afición.
Bernice Worden era un dependiente de ferretería en Plainfield (Wisconsin, Estados Unidos), desapareció el 17 de noviembre de 1957. La policía comenzó sus pesquisas y llegaron a la persona de Ed Gain como sospechoso.
El sheriff Schley se dirigió a la granja de Gein con el capitán Lloyd Schoephoerster, de la oficina del sheriff del condado vecino de Green Lake, precisamente el oficial Dan Chase y su ayudante Poke Spees visitaron su domicilio y al acceder a él se encontraron con algo estremecedor: allí estaba el cádaver de Worden decapitados, abierto el pecho y colgado de los tobillos.
Pero no sólo encontraron eso, en el domicilio de Ed Gain había otros objetos que crearon la consternación, repulsión, incredulidad y mil sentimientos más. Encontraron las cabezas de una decena de mujeres, asientos y pantallas de lámparas realizadas a base de piel humana, platos fabricados con restos de calaveras, una caja con nueve vaginas; un auténtico horror que había sido cuidadosamente elaborado por Ed Gain, el más significativo fue un cinturón hechos con pezones humanos.
Se supone que muchos de ellos producto de la profanación de tumbas, otros productos de asesinatos, aunque -como se ha indicado- sólo se pudieron probar dos de ellos.
Pero hay sospechas que fuera el causante de otras muertes como la de Georgia Weckler en 1947, de ocho años, de Jefferson, fue vista subiendo a un coche de un «vecino» que la iba a llevar a su casa.
Victor “Bunk” Travis y Ray Burgess, de Milwaukee, desaparecidos en 1952 cuando iban de cacería.
Evelyn Hartley en 1953, de quince años, mientras cuidaba a los niños de un vecino. Sólo se encontraron ropa y restos de sangre que hacían temer lo peor, el cuerpo no fue encontrado.
Para tragedia de Ed Gain vio cómo su macabra obra fue destruida. Gain viéndose atrapado por los agentes de la ley confesó que profanaba tumbas de personas que sabía que habían muerto recientemente, sustraía el cuerpo que introducía en su furgoneta y se los llevaba a casa donde trabajaba la piel con la que fabricaba sus «enseres domésticos». Confesó el asesinato de una camarera llamada Mary Hogan en 1954 y que se había denunciado su desaparición.
Ed Gain confesó pero nunca admitió haber comido carne humana ni practicado la necrofilia, solo sentía fascinación por crear objetos a base de restos humanos.
Producto de todo ello fue considerado enfermo mental y confinado a un entró psiquiátrico donde fue un «paciente» modelo que jamás dio problemas, tal vez porque todo lo malo que tenía que hacer lo había hecho ya… El trastorno pudo haber sido originado por la madre de Gain, Augusta, que tenía un exceso de protección y celo sobre sus hijos, muy cristiana y de severidad alemana. Sobre su hijo Ed se prometió que no sería un hombre como los de su época: ateo y lascivo…, y lo consiguió.
Ed guarda en su retina como su madre colgaba un cerdo del jardín y lo habría en canal mientras lo desollaba y descuartizaba con gran habilidad.
La morbosidad no tiene límite en los confines del ser humano, la casa de Ed Gain salió ardiendo, su furgoneta salió a concurso público y adquirida por un oportunista que hizo una gira por todo el país enseñando la «furgoneta de los horrores».
La psiquiatra Helen Morrison, en su obra «Mi vida con los asesinos en serie» narra su experiencia con Ed Gain en centro psiquiátrico de Mendota:
“No era lo que esperaba de un hombre tan famoso. Al fin y al cabo, era el hombre en que se basaba el personaje de Psicosis creado por Robert Bloch y filmado por Alfred Hitchcock y el primer asesino en serie de Estados Unidos que se había convertido en una celebridad. Sin embargo, cuando por fin lo conocí, estaba sentado, encorvado, viejo y solo. La sala estaba iluminada por el resplandor de un televisor en blanco y negro. A escasos metros se oían carcajadas y el murmullo de conversaciones. Ed Gein estaba sentado en solitario, alejado del humo de los cigarrillos que envolvía a unos cuantos hombres que jugaban cartas y bebían café. Nadie en aquella sala comunitaria a de pacientes y enfermeras sabía mucho acerca de él, de quién era y de lo que había hecho en el pasado. Gein nunca miraba más allá de las ventanas protegidas por una malla metálica, ni para observar el lago azul grisáceo de las inmediaciones ni para ver pasar a otras personas por el sendero que conducía hasta el invernadero situado justo bajo su ventana. Sencillamente permanecía callado».
Ed Gain murió a los 77 años, en 1984, debido a una insuficiencia respiratoria.