Los amantes de los videojuegos recordarán aquel título que rompió con el esquema de juego en la década de los 80 (finales) y que llevaba por título «La abadía del crimen», basado en la novela de Umberto Eco «El nombre de la rosa» y que tan exitosamente fue llevada al cine interpretada, magistralmente, por Sean Connery.
Ese fue el caldo de cultivo que provocó que toda una leyenda de la programación como Paco Menéndez, decidiera centrarse en esta historia con la ayuda del diseñador Juan Delcán, todo ello para los añorados 8 bits de «ordenadores» como el Amstrad, Spectrum, MSX o Commodore. El juego se convirtió en todo un éxito de la programación en España y a nivel mundial. Sus cuidados gráficos, su apasionante historia y un grado altísimo de dificultad lo hacían apasionante. Fue lanzado al mercado en 1987 y hoy día se considera como un clásico que supera, en su campo, a la novela, y eso son palabras mayores aunque contemplado desde el prisma de los videojuegos.
Los 8 bits pasaron y ya lo que impera es el mundo de la videoconsola pero son muchos los «remakes» que se han hecho de él, rediseños como el de 2016 bajo el título «La abadía del crimen Extensum» que tenía importantes mejoras y rediseño de Manuel Pazos, Antonio Giner y Daniel Celemin.
El juego hace honor a la película y narra las aventuras de Guillermo de Occam, un fraile franciscano, y su novio Adso, llegados a una abadía para resolver una serie de misteriosos asesinatos cual lo narraba Umberto Eco en su fascinante novela. El juego discurre por un enorme laberinto que es la propia abadía con sus detallados escenarios y sujetos a las normas del abad, inflexible, que no duda en perseguir a los protagonistas e imponer sanciones. Por las noches deben permanecer en su celda y no moverse pues es objeto de sanción, pero es el único momento para la investigación y, por ello, deben actuar con rapidez. Cada sanción disminuye el status vital llamado «Obsequium» y faltar a misa o a la cena es objeto de expulsión de la abadía.
El juego comenzaba con un pergamino que decía: «Ya al final de mi vida de pecador, mientras espero el momento de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y silenciosa; en esta celda de mi querido monasterio de Melk, donde aún me retiene mi cuerpo pesado y enfermo, me dispongo a dejar constancia en este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me fue dado presenciar en mi juventud… El Señor me concede la gracia de dar fiel testimonio de los acontecimientos que se produjeron en la abadía cuyo nombre incluso conviene ahora cubrir con un piadoso manto de silencio; hacia finales de 1327, cuando mi padre decidió que acompañara a fray Guillermo de Occam, sabio franciscano que estaba a punto de iniciar una misión en el desempeño de la cual tocaría muchas ciudades famosas y abadías antiquísimas. Así fue como me convertí al mismo tiempo en su amanuense y discípulo; y no tuve que arrepentirme, porque con él fui testigo de acontecimientos dignos de ser registrados, para memoria de los que vengan después… Así, mientras con los días iba conociendo mejor a mi maestro, llegamos a las faldas del monte donde se levantaba la abadía. Y ya es hora de que, como nosotros entonces, a ella se acerque mi relato, y ojalá mi mano no tiemble cuando me dispongo a narrar lo que sucedió después…» y que resulta sumamente evocado a «El nombre de la rosa».
Laberinto y personajes
El juego discurre por una planta matriz de 16×10 pantallas, un mapa complejo en el que hay que saber moverse y con algunas prohibidas; también podemos encontrar el scriptorium y la biblioteca.
Como personajes nos encontramos:
Abad: el superior de la abadía.
Adso: el novicio ayudante de Guillermo, controlado por el jugador.
Berengario: uno de los monjes que trabaja en el scriptorium.
Bernardo Gui: máximo responsable de la inquisición local.
Guillermo de Occam: fraile franciscano (erróneamente calificado como monje en el manual de usuario) protagonista del juego, controlado por el jugador.
Jorge: el monje más anciano de la abadía.
Malaquías: monje encargado de la biblioteca.
Severino: el monje herbolario.
¡Cuidado! Spoiler
También hay un pergamino final en el que se desvela un gran secreto: «Desfigurado por la angustia, por el acoso del veneno que ya serpenteaba abundante por sus venas, el otrora venerable rostro del anciano se veía repulsivo y grotesco. Habríamos podido atraparlo con calma, pero nos precipitamos con vehemencia sobre él. Logró zafarse y apretó el libro contra su pecho para defenderlo. Yo lo tenía cogido con la mano izquierda, mientras con la derecha trataba de mantener en alto la lámpara. Pero rocé su rostro con la llama y emitió un sonido ahogado, casi un rugido, dejando caer trozos de folio por la boca. Su mano derecha soltó el libro, buscó la lámpara y, de un golpe, me la arrancó lanzándola hacia adelante… Se derramó el aceite y en seguida el fuego prendió en el pergamino que ardió como un haz de hornija reseca. Todo sucedió en pocos instantes; una llamarada se elevó desde los libros, como si aquellas páginas milenarias llevaran siglos esperando quemarse y gozaran al satisfacer de pronto una sed inmemorial de ecpirosis. La abadía ardió durante tres días y tres noches y de nada valieron los últimos esfuerzos. Al tercer día, curados los heridos, enterrados los cadáveres que habían quedado fuera de los edificios, los monjes y el resto de los pobladores de la abadía recogieron sus pertenencias y abandonaron la meseta, que aún humeaba, como un lugar maldito. Guillermo y yo nos alejamos de aquel paraje en dos cabalgaduras que encontramos por el bosque. Cuando llegamos a Múnich tuve que separarme, no sin derramar abundantes lágrimas, de mi buen maestro. Después de darme muchos buenos consejos para mis futuros estudios, me estrechó entre sus brazos, con la ternura de un padre, y me dijo adiós. Jamás volví a verlo. Ahora, ya en el umbral de la muerte, cuanto más releo la historia que de ello ha resultado, menos sé si ésta contiene o no una trama distinguible de la mera sucesión natural de los acontecimientos y de los momentos que los relacionan entre sí. Y es duro para este viejo monje no saber si la letra que ha escrito contiene o no algún sentido oculto, ni si contiene más de uno, o muchos, o ninguno. Pero quizás esta incapacidad sea producto de la sombra que la gran tiniebla que se aproxima proyecta sobre este mundo ya viejo. Hace frío en el scriptorium, me duele el pulgar. Dejo este texto, no se para quién, este texto, que ya no sé de qué habla».
Diferencias con la novela
Lo primero que hay que explicar es que el juego no se llamó «El nombre de la rosa» al no conceder su autorización Umberto Eco, por eso se decidió esa alternativa de «La abadía del crimen», propuesto por Eco para su propio libro.
Algunas partes del argumento se cambiaron para no entrar en conflicto de copyright, como, por ejemplo, el motivo por el que acude a la abadía que no es solucionar una serie de asesinatos sino una discusión teológica. El nombre de Guillermo de Occam sustituye al de Guillermo de Baskerville de la novela, también el libro «prohibido» que en la película es «Poética» de Aristóteles y en el juego es «Coena Cypriani» del mismo autor, aunque se desconoce, realmente, quién fue su autor.
En 2017 se conmemoró los 30 años de la creación de este juego y Correos emitió un sello especial de 0,60 euros.
Ahora se cumplen 35 años del mismo y bueno es recordarlo para los nostálgicos del que, posiblemente, fue el mejor juego español y del mundo de aquella época.